En medio de la matanza perpetrada por el Ejército de Mohamed VI contra población civil en el Sahara Occidental, ha sido asesinado un español, el ingeniero Baby Hamday Buyema, tras un secuestro efectuado por sicarios del régimen marroquí. El crimen, conforme la familia ha narrado a la prensa española, ha sido realizado de una manera espeluznante, pasando por encima del finado con un vehículo policial en varias ocasiones. El vídeo en que se muestra la agonía final de Buyema está dando la vuelta al mundo.
Mientras un ciudadano español ha muerto y otros permanecen escondidos para no correr la misma suerte, Miguel Ángel Moratinos, el incapaz ex ministro de Exteriores ha ido ocultamente a Argelia, a vender el pellejo de los saharahuis, hasta ahora amparados por el gobierno de Buteflika.
Es increíble la capacidad de sucesivos gobiernos españoles para plegarse a los intereses marroquíes, pero la servil act,itud de la Administración de Zapatero ya empieza a rebasar la línea de la alta traición, con fundada sospecha de pasteleo incluso crematístico, entre los socialistas españoles y el régimen de Rabat.
Si el asesinado hubiese sido francés, ya estaría en marcha el ejército galo, pero aquí la clase política mira hacia otro lado. Nadie puede explicar cómo la supuesta potencia descolonizadora se lava las manos mientras los marroquíes llegan incluso a amenazar el territorio español de manera reiterada.
La corrupción, la cobardía, la vista gorda ante la importación de droga marroquí y la fomentada inmigración ilegal africana son parte de un problema que cristaliza en los tristes y criminales hechos que estamos viendo estos días. Tampoco podemos decir hasta cuándo se puede prolongar esta situación, habida cuenta de que se deja hacer a los agresores sin que nadie haga nada, excepto mandar a antiguos ministros a suplicar a terceros países o corregir a metepatas que le otorgan la soberanía marroquí al Sahara en sede parlamentaria.
Al mismo tiempo, la imposición americana y francesa, en plena complicidad con la tiranía de Mohamed VI pone muy difícil el respeto al Derecho Internacional y aún el prestigio y la seguridad nacional de España. El resto, lo hace la incuria, la corrupción y sobre todo, la soberbia de un individuo que superando todas las marcas de ineptitud en cuanto a desempleo y caída de la producción va a los foros internacionales a dar lecciones a quienes, con razón, se ríen de él.