Regular el trabajo de los investigadores es fundamental para que la actividad científica siga creciendo y goce de buena salud en el futuro.
La mayoría de la actividad científica española está hecha por funcionarios. Un total de 122.600 personas trabajan como investigadores en España y el 70% de la producción científica procede de los que están en universidades.
En el Ministerio de Ciencia se estudia una propuesta para la reforma de la carrera de los investigadores. Es necesario buscar otras formas de contrato para atraer más cerebros. Se trabaja en dos modelos paralelos: personal contratado en los organismos públicos y funcionarios en la universidad. Si se implanta esta propuesta de carrera científica -que reformará la obsoleta Ley de la Ciencia de 1986-, los que trabajan en la universidad seguirán siendo funcionarios, mientras los de centros públicos de investigación serán, en cambio, todos contratados. Dos modelos de carrera, de situación y de vida para un mismo oficio, el de investigador.
Dicen quienes están de acuerdo con este cambio, que sería una manera de activar la producción científica, de tener normas claras para estos profesionales, y de facilitar la movilidad nacional en internacional. Los que están en contra temen la inestabilidad o incluso la precariedad laboral, rechazan la excesiva duración de la carrera, 12 años hasta llegar a tener un contrato estable, y critican que se vaya a permitir que los investigadores estén más tiempo en prácticas y con contratos temporales, vulnerando el Estatuto de los Trabajadores.
Lo cierto es que los investigadores empiezan a trabajar en un equipo y aunque se acabe la beca no pueden dejarlo porque han de seguir haciendo currículo, en un sector con mucha competencia y pocas ayudas. Muchos siguen trabajando en su equipo, pasando periodos sin cobrar y con la incertidumbre del futuro. Tampoco es fácil trabajar en otra cosa, ya que el perfil laboral de un investigador no suele ser el que buscan las empresas para otros empleos.
La mayoría de los expertos ven necesario que a todos los investigadores se les evalúe periódicamente. Es una de las claves del cambio y lo contempla el anteproyecto. En la universidad, los investigadores comienzan con becas, después suelen seguir como doctores contratados, a la espera de sacar una plaza de funcionario para convertirse en profesores titulares.
Los investigadores no tienen ahora una carrera definida. No existe un registro y el problema es el caos de no saber cuánta gente hay investigando.
Se calcula que unas 8.000 personas empiezan una investigación, es decir, inician la etapa predoctoral con una ayuda pública. De esos, unos 2.000 consiguen una ayuda pública para la etapa posdoctoral.
Si cualquier persona que empieza en un oficio tiene un contrato. ¿Por qué los investigadores no? Es un trabajo como cualquier otro, y debe regularse.
En el mundo anglosajón, las empresas están muy implicadas en los proyectos de investigación de las universidades, no así en las españolas. En el caso de los funcionarios, sería bueno evaluar y poner filtros periódicos de calidad. Así se trabaja en fundaciones privadas como el Instituto de Nanociencia, financiado con fondos públicos y que funcionan con contratados. A los cinco años, un comité externo realiza una evaluación de la actividad del investigador y su continuidad depende del resultado. Un sistema así sería lo más apropiado. En el caso de implantarse un modelo de contratos, lo importante es que el sueldo sea digno y que no haya subempleo.
En medio de una crisis que ha sacado a relucir los problemas del actual modelo económico y productivo español, basado en la construcción y el turismo, ha de apostarse por la innovación. La situación del personal investigador es una de las claves. La reforma de la carrera de los investigadores condicionará el funcionamiento del modelo económico del futuro.
Se puede hacer una buena investigación con funcionarios, pero un cambio como el que se plantea dinamizaría todo el sistema. Será imprescindible aumentar la colaboración con las empresas, desarrollar más ciencia aplicada, devolver el conocimiento a la sociedad e intentar conseguir una nueva dinámica para que la universidad no se duerma en sus propios laureles.
María José Atienzar
Periodista