Años atrás el ex primer ministro Giuliotti dijo acertadamente, después de la marcha sobre Roma, que Mussolini le había enseñado que cuando se trata de una revolución, lo importante es la táctica y no el programa. Sus observaciones se hacen eco de las expresadas en otras ocasiones por los demócratas quienes se han visto inevitablemente superados en su estrategia por los italianos de izquierda o de derecha. Traigo éste ejemplo pues no será posible entender los actuales peligros que acechan a las democracias europeas sin aceptar la existencia de «la táctica de la ideología yihadista» y el hecho de que (en ciertos lugares) esta constituye una nueva ortodoxia intelectual. Así, lo fundamental para la Europa actual es estudiar el método totalitario que cuenta más que la ideología e infinitamente más que las tranquilizadoras profesiones de fe democráticas publicadas cada tanto por los adherentes a la yihad en los países occidentales.
La maquinaria ideológica mas extrema y totalitaria del planeta ha desembarcado en Europa y para contrarrestarla se debe comenzar por definir correctamente la naturaleza del yihadismo, éste y no otro es el significado preciso de esta ideología y no tiene nada que ver con el concepto o la definición de yihad desde el punto de vista religioso y moral que menciona el Coran. El yihadismo es un termino técnico, se lo puede definir como «un intento sistemático llevado a cabo por un grupo fundamentalista (organizado) para confrontar a una sociedad determinada que se manifiesta de variadas y numerosas formas, ellas van desde la legitima protesta, la disidencia, o desde los grupos de piratas somalíes». Sin excluir la influencia que ella ejerce sobre los grupos de estudios en materia del oriente medio que utilizan técnicas muy conocidas para difundir sus ideas a través de los medios de prensa, no es celebrando las diferencias que se preserva la democracia. Existe una diferencia subyacente que es fundamental: el yihadista no reconoce límites para su acción política, la cual esta determinada no a modificar una forma determinada de sociedad; sino a destruirla y a reemplazarla por un nuevo modelo donde impere la sha’ria.
Debido a su concepción totalitaria de la política, el integrismo yihadista esta preparado para utilizar todas las armas a su alcance (sin excepción) con el fin de lograr sus objetivos. Puede resultarle oportuno desde el punto de vista táctico actuar dentro de las instituciones democráticas y evitar transgredir la ley incluso por un determinado tiempo, y así lo hace, pero el yihadista se opone tanto a la ley, que menosprecia como elemento propio del kufar (infiel) como desde luego a la Constitución del país que se convierte en su blanco y a la que considera un elemento de democracia burguesa occidental -tanto igual que un marxista a pesar de sus grandes diferencias ideológicas y confesionales y estará dispuesto a anularlas cuando considere que ha llegado el momento propicio.
Es fundamental comprender estas diferencias básicas dado que el integrismo yihadista actúa bajo la mascara de la confusión semántica, de este modo, los yihadistas y sus adherentes encabezan con frecuencia grupos y organizaciones movilizadas en defensa de los derechos humanos y buscando «mayor democratización» en las sociedades donde están presentes, y en ello, cuentan con el apoyo de sectores progresistas a los que utilizan de manera funcional y temporal. En realidad la frecuente apelación a la defensa de los derechos humanos y a formas indefinidas de «democracia» por parte del integrismo es un caso de hipocresía en su clásica acepción y configura el mayor homenaje que el vicio rinde a la virtud.
La fraseología sin concesiones de la literatura yihadista que hoy se aprecia en varios portales de Internet en lengua árabe difiere muchísimo cuando es traducida y dirigida al público europeo y occidental, a menudo se muestran como lisonjas convenientemente disfrazadas bajo una falsa apariencia de hermandad universal y hasta de cierta apariencia liberal cercana a la progresia. El lenguaje de conciencia social y de hermandad reemplaza al lenguaje que se utiliza donde el yihadismo no necesita de mascaradas. Así, les resulta muy fácil captar a muchos responsables de medios de difusión e incluso a intelectuales y educadores. De este modo, para poder comprender como actúa la yihad militante en áreas tan sensibles como escuelas y universidades se debe entender un segundo concepto: «el de la mediación de la propaganda». De la misma manera y a través de la propaganda, la ideología yihadista encuentra caja de resonancia en las personas bien intencionadas que son seducidas por la retórica de la hermandad, en Europa hay mucha gente que comparte un complejo de culpa derivada (por así llamar a su pasado colonial), otros son proclives a la captación desde las inevitables injusticias del capitalismo y no faltan aquellos que lo son desde el antisionismo que suele encubrir un profundo sentimiento antisemita en no pocos países occidentales. El síndrome de «abajo EE.UU. e Israel», «con o sin razón», caracteriza la opinión progresista contemporánea europea y hace el juego a las tácticas de penetración integristas. Entre esta gente se recluta a los intermediarios de la propaganda quienes se constituyen en «mensajeros de la luz» que difunden el terrorismo intelectual con respecto a los valores y las metas de una sociedad libre y mas humanizada, convirtiéndose así en las puntas de lanza que abren paso a la vanguardia del integrismo yihadista. En este punto es donde se origina el proceso fundamentalista, es decir, con aquellos que menosprecian a las propias democracias de las que son parte y ciudadanos nativos.
El discurso integrista en el que muchos intelectuales han caído presos, es un alegato totalitario que se basa en un modelo alternativo de democracia «autentica». Dicho de otro modo, a las necesidades de un gobierno participativo y popular habida cuenta que los gobiernos ineptos, demagogos y corruptos han demostrado su fracaso. De allí la necesidad de un gobierno ejercido por una ley superior en nombre de la igualdad y la fraternidad teológicamente hablando.
Esta estrategia implica la movilización de adherentes a través de un movimiento político-ideológico que debe denominarse claramente como yihadismo militante que generalmente se manifiesta como inspiración populista o fascista con suficiente poder y respaldo económico para asegurar la desmovilización política permanente del grueso de la ciudadanía donde se proyecta la idea de un Estado sin partidos políticos, pues en la concepción yihadista estos han fracasado y fueron ganados por la perversión y los vicios occidentales. Esto es muy claro y es un debate que no se da en el mundo árabe pues se interpreta como un hecho concreto y asumido aunque en occidente y en Europa en particular son pocos que tienen definida esta idea.
Cuando el avance del integrismo en Europa es tan claro, la defensa de la libertad por parte de la ciudadanía deberá conducirse en todos los aspectos e involucra una exploración muy exhaustiva de los sistemas legales de sus sociedades, ello se presenta como la única herramienta que combina los principios básicos de las democracias modernas y exigirá, sobre todo, el resurgimiento del concepto de ciudadanía en sentido clásico por medio de una mayor participación por parte de la comunidad en general en las decisiones que afectan su vida cotidiana con principal acentuación en los colegios y universidades. La autoayuda de la comunidad puede lograr mucho, aunque nunca podrá compensar la ausencia de políticas de gobiernos fuertes que prioricen el cumplimiento de la ley, y es en ello donde la presencia de la dirigencia política debe estar presente con ideas claras, sin mezquinar esfuerzos y alejada de la corrección política.