Sociopolítica

La conspiración neoliberal

La teoría de la conspiración era cierta; se conspiraba contra los pueblos en diversos frentes: económico, político, religioso y -donde convino- el militar. En todo el mundo occidental – desde EEUU a Canadá y Europa observamos hoy un proceso idéntico de acoso y derribo de la sociedad del bienestar. Allá donde  arraiga este capitalismo como una mala hierba, arremete a la vez contra las señas de identidad de los pueblos a los que somete.
¿ Quién en plena burbuja inmobiliaria, por ejemplo en España, y creyendo ser rico con sus créditos fáciles para coche y casa podía pensar que tanta facilidad no era más que una estrategia para empobrecernos en la siguiente jugada? Solo unos pocos, tildados de paranoicos, alertaban en un mundo de incrédulos. Cuando se hablaba de una teoría de la conspiración, las masas estupidizadas de bien- pensantes se reían y  hacían chistes sobre los «ilusos conspiranoicos». Ahora, que pierden por días casa, derechos, trabajos y hasta empeñan el auto, no se ríen.

La violencia cotidiana sobre nuestros derechos, vidas, forma de pensar y economía que se ejerce sobre nosotros por los poderes dominantes siempre se acompaña de astucia, mentiras, manipulaciones, promesas falsas, traiciones y otras malas compañías. No hay más que ver lo que ocurre a nuestro alrededor. Y si hubiera que señalar a las más perversas de todas las malas compañías y consejeras de los conspiradores del poder de la espada y del oro – que son los que arrasan con la paz y el bienestar del mundo- no podríamos olvidarnos de las castas sacerdotales de todas las épocas, incluida la nuestra, pues conocido es su eterno maridaje precisamente con el poder de la espada y del oro. Es el caso de las Iglesias que se autoproclaman cristianas, aunque tengan de cristianas solo el nombre y algunas de ellas hasta se coloquen apellidos. Esto de ponerse apellidos que «suenen» a cristianismo también da votos a partidos políticos, como sucede con los «cristiano-demócratas».Siempre tan cerca la religión oficial de la política más conservadora ( que no conservacionista, por cierto).

La manipulación oportunista de las leyes de Dios y su desprecio evidente de casi todos los Mandamientos divinos llevó a católicos y protestantes a las guerras de religión, a la complicidad con los colonizadores genocidas, a las cruzadas y a encender las hogueras de la Inquisición, entre otras fechorías sobre las conciencias. A esos crímenes contra la humanidad – aún no reconocidos como tales en nuestros días- unieron y unen esas Iglesias sus conocimientos y ascendientes sobre los hombres ignorantes de los pueblos para hacerles creer que el poder de la espada tanto como el poder de los sacerdotes es de origen divino, (¿y de paso, tal vez, el del oro?) lo cual los legitima a unos y otros- piensan-  para formar alianzas, apoyarse mutuamente y dictaminar con autoridad sobre el bien y el mal, juntos o por separado. Objetivo: poder y control sobre cuerpos y almas, y búsqueda de riquezas, argumentos y recursos para tener más poder, más control, y recibir más energía de los súbditos-creyentes, siempre dispuestos –una vez sometidas sus conciencias- a entregarles hasta su propia vida en todas las guerras, donde muchos mueren “por Dios y por la Patria”. O sea: por ellos y por nadie más, pues Dios no predica la guerra ni la rapiña, ni la destrucción de la vida en cualquiera de sus formas, incluída  la excusa de esas «guerras justas» con las que la Iglesia católica pone letra pequeña al 5º Mandamiento para enmendarle la plana al mismo Dios.

Las guerras consagran divisiones y establecen nuevos repartos de poder entre clanes contendientes, producen daños irreparables – y no sólo físicos, claro está- a personas y bienes, a los animales, y al propio Planeta. Los vencedores se permiten tomar de los vencidos cuanto les conviene, e imponerles su control, sus dioses, sus valores y sus costumbres, hasta hacerles perder sus señas de identidad milenaria como pueblos y convertirlos en simples suministradores de energía sin personalidad.

En nuestro mundo moderno, a partir del colonialismo, el neocolonialismo y las guerras de rapiña por el control de fuentes de energía y minerales es bien notorio este proceso. Obsérvese lo que ha sucedido tan solo a partir de la segunda guerra mundial en Japón y en otros lugares donde los poderosos aliados occidentales pusieron su bota militar, sus bancos y sus diversos modos de aprovecharse de recursos ajenos. Y el modelo no ha cambiado más que de forma de proceder según sus propias necesidades: el imperialismo tan solo ha mudado su piel de serpiente venenosa para convertirse en un gran casino mundial donde los pueblos son la banca, y a la banca se le obliga a perder. Entonces se habla de crisis.

LA EXTENSIÁN DE LA CONSPIRACIÁN

Obsérvese el rápido deterioro medioambiental y social de India y China, donde la voracidad del modelo capitalista neoliberal, con la excusa de un Progreso -en que sólo pueden creer ya los ingenuos o los incultos- en beneficio de los grandes negociantes y traficantes legales o ilegales de todo (que tan sólo se preocupan de su ego y del propio bolsillo) actúa sobre esos pueblos desviándolos hacia el consumo, el neoesclavismo,el vacío espiritual y la falta de valores morales que caracterizan a un Occidente ya conquistado por los estafadores financieros; un Occidente socialmente indignado y corrompido políticamente que se empobrece a diario a todos los niveles se propaga como un parásito letal en busca del huésped al que vampirizar. Y lo consiguen con la complicidad de los parásitos autóctonos, por ejemplo de Rusia, China o Brasil.

Tratados comerciales y pactos secretos entre estos vampiros de uno y otro lado impiden hasta hoy evolucionar a los pueblos en desarrollo desde sus propias raíces culturales, adoptando cada vez más los productos para el consumo de masas de las grandes multinacionales occidentales, en especial norteamericanas, mientras se van creando nuevas divisiones sociales entre sus gentes sin acabar con las antiguas, y olvidando que el modelo de desarrollo escogido significa también más contaminación, y lo que es peor: es ya un modelo universalmente agotado o en vías de estarlo en poco tiempo, porque los recursos de nuestra madre Tierra no permiten más economías desarrollistas, y las personas no son exprimibles ni su paciencia ilimitada. Ni en los países emergentes ni en los de nuestro entorno del “primer mundo”: en ninguna parte.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.