Toda constitución democrática se basa en el consenso circunstancial entre las diferentes fuerzas políticas que pactan ese consenso. Del equilibrio de esa relación de fuerzas depende el desarrollo de los contenidos constitucionales. Si, en algún momento, una de esas fuerzas impone su voluntad, su ideología, su moral y sus intereses al resto de las fuerzas políticas, se rompe el consenso. Y, en consecuencia, la constitución, que fue su fruto, deja de tener fundamento político y social.
La derecha, el Partido Popular, al imponerse como un partido totalitario frente a las demás fuerzas políticas, ha roto el fundamento constitucional. A este golpe de Estado perpetrado desde la legalidad parlamentaria contra la legitimidad, que descansa sobre el ejercicio de los derechos individuales y sociales, las demás fuerzas políticas deben responder. En esta situación, roto el consenso constitucional, el derecho de resistencia a la opresión, es un ejercicio legítimo.
A los ciudadanos nos gustaría ver que todas las fuerzas políticas de izquierda y los representantes de todos los movimientos sociales: estudiantes, desahuciados, feministas, parados, jóvenes, homosexuales, republicanos, nacionalistas, ateos, abortistas, sindicalistas, anarquistas, … en España y en Cataluña, se reunieran para manifestar conjuntamente su desacato a la política clerical-totalitaria del Partido Popular y proponer la defensa de los derechos públicos, de la propiedad pública y privada de las necesidades básicas de cada individuo y la defensa de los derechos individuales y libertades morales
La crisis económica ha planteado una crisis fundamental del Estado. No ha creado los problemas estructurales, ha hecho aflorar los que yacían en su seno porque no fueron resueltos definitivamente por la transición de la Dictadura a la Democracia. Lo que fue una necesidad del capitalismo nacional e internacional: recuperar en sus propias manos el Poder político, ejercido por el Ejército, en un estado de excepción, durante el franquismo, fue presentado como una victoria del pueblo. Todo lo demás fue una farsa, un montaje hábilmente entretejido, representada en un ambiente festivo.
Hemos llegado a la actual situación de “fracaso de todo el sistema” creado desde finales del franquismo porque la “Transición” fue una farsa montada por la propia derecha, el capitalismo y un sector de la Iglesia, asociada a los intereses estratégicos norteamericanos, para salir de un Dictadura agotada, colapsada y cuya caída hubiera podido crear una movilización social radical con consecuencias más radicales y republicanas. Como ocurrió en Portugal y Grecia, en el mismo tiempo.
La España constitucional dejó intacto los intereses de los franquistas y sus aliados. No tocó ni uno sólo. Toda la ventaja fue para la derecha política y económica, nacional e internacional, que tomo el Poder político, ejercido por el Ejército, en sus propias manos. La Constitución protege la explotación capitalista y aunque reconoce los derechos fundamentales y sociales los deja legalmente desprotegidos – y por lo tanto su legalidad es inconstitucional- ante las fauces de la propiedad privada de los medios de producción. La propiedad pública, enseñanza, educación, empresas, infraestructuras…está siendo desmantelada en beneficio de la propiedad privada. A pesar de ser éste otro gesto inconstitucional. La propiedad privada de las necesidades básicas de cada ciudadano, está siendo reducida y millones de ciudadanos están siendo desposeídos de este derecho. La estructura y el fundamento ideológico del concepto del Estado nacional español se están resquebrajando.
La Iglesia y los franquistas, todos ellos reagrupados orgánicamente en torno al Partido Popular e ideológicamente en torno a la Iglesia, había tolerado más que apoyado la transición, cuyo sistema democrático, a pesar de proteger la propiedad privada de los medios de producción y el sistema de dominación y explotación capitalista, nunca han aceptado. Estaban aguardando la oportunidad de deshacerse de esta democracia con Estado de bienestar y libertades individuales que tanto desprecian. Por lo que están aprovechando la crisis económica y la desintegración del Estado para mostrar su auténtico rostro nacional-católico.
La crisis económica ha planteado una crisis fundamental del Estado. Ahora están tratando de sustituir la democracia por una forma enmascarada de autoritarismo moral y de darwinismo social. La derecha, con su política económica y moral, está provocando la autodestrucción del Estado democrático. Toda la derecha europea, con el consenso de las socialdemocracias, está provocando la autodestrucción del Estado de bienestar y de las libertades individuales. Han lanzado un frontal y profundo ataque generalizado contra el Estado de bienestar.
Foto: Jornadas Republicanismo EspañolPrivatizando el bienestar social, el triunfo del liberalismo económico será absoluto. La miseria de miles de personas pasará a formar parte del paisaje. La supervivencia del más fuerte, el darwinismo social, sustituirá al Estado de bienestar al grito de ¡Enriqueceos, no seáis estúpidos! ¡Empobreceos y entraréis en el reino de los cielos! ¡Bienaventurados los pobres porque de ellos será el reino de los cielos! Gritan entusiasmados los ricos. Con estos valores se ha construido el mensaje de salvación nacional en el que se fundamenta la política económica de Rajoy, de la derecha y del clero.
Como consecuencia de esta embestida reaccionaria contra las libertades y contra el Estado de bienestar, la transición ha fracasado. El consenso ha sido sustituido por el revanchismo nacional-clerical. Callarse es someterse. Las dos Españas, renacidas sobre las cenizas del fracaso de la transición, reaparecen en el escenario. ¿Qué hacer? A esta pregunta están respondiendo los movimientos sociales desde sus movilizaciones parciales. Ahora, las izquierdas a la izquierda del PSOE deben dar una respuesta.
La fragmentación del movimiento social en movimientos sociales, nacidos de sus propias reivindicaciones parciales, no tiene ninguna posibilidad de alcanzar sus objetivos porque, aislados de la dinámica general, son, en sí mismos, organizativa, ideológica, política y socialmente débiles. Su éxito dependerá de que, sin perder su identidad y dirigidos por sus propios representantes, se integren en la dinámica común, junto con los demás movimientos, en los que deben integrarse las fuerzas políticas de la izquierda existente, partidos y sindicatos. La unidad en la coordinación, en los objetivos y en una ideología anticapitalista común será su fuerza. Desde dentro y desde fuera del Parlamento.
No sólo incorporando estos movimientos, periféricos al Poder, en sus programas sino participando en ellos, contribuyendo a su coordinación y dándoles una orientación ideológicamente alternativa de contenido definidamente anticapitalista. Simplemente protegiendo, consolidando y ampliando el Estado de bienestar y las libertades individuales. De las que forman parte las libertades morales y de conciencia. Libertad de la que las izquierdas suelen olvidarse. ¿Cómo hacerlo en la situación política actual en la que la lucha de clases ha creado el escenario?
Sobre este escenario se irán desarrollando las próximas elecciones. La ilusión, no el misticismo fantástico, forma parte del motor dinamizador de la movilización de todos los ciudadanos en la defensa de sus derechos y protección de sus conquistas personales, participando en los procesos electorales. Al final de los cuales estarán las generales o legislativas, proceso en cuya dinámica debe insertarse el movimiento de autodeterminación catalán. Como impulsor y como modelo de relaciones políticas dentro de y contra el Estado de la derecha. Conseguir un resultado favorable a las posiciones de los movimientos sociales y gobernar desde fuera del Poder será la clave para rectificar el rumbo contrarrevolucionario de la política de derechas. ¿Cómo? Parece inevitable la respuesta: coordinando todos los movimientos sociales y políticos contra la embestida neoliberal, en una especie de alianza electoral estratégica que ponga el control del Poder en manos de este movimiento estratégico electoral.