Desde mi morada, enclavada en un barrio similar a cualquier otro del mundo. Vislumbro con consensuada tristeza nuestras cotidianeidad, la que citamos orgullosos, como nuestra idiosincrasia. Puedo elucubrar conociendo los valores que posee el humano, adquiridos quien sabe dónde y guardados celosamente junto a la ira, los que se repiten en el resto de la Tierra con solo algunas diferencias en cada comunidad.
Un grupo familiar cualquiera que puedo observar en mi derrotero, convive en armonía dentro del su hogar con varias especies. Con las cuales llegan a compartir el mismo ambiente con comodidad y gracia; inclusive en algunas de ellas puede haber individuos de diferentes razas, como tener varios perros, gatos, jaulas con pequeñas aves multicolores. Algunos son colombófilos o acuicultores en peceras, o poseedores de mascotas exóticas como iguanas, ofidios o arañas gigantes.
Es decir que el hombre es tolerante para compartir su pequeño espacio habitacional con muchas otras especies pero rara vez es lo suficientemente flexible como para habitar cordialmente en vecindad de otros humanos que posean algunas insignificantes diferencias como el color de su piel, la religión que profese, la raza, el país de origen, la diferencia cultural, la disparidad económica, la adhesión política, las preferencias sexuales o la moda para vestirse.
Estas son algunas de las distancias que existen entre lo que exponen y lo que obran, muchos de los seres más evolucionados del planeta.-
Soy un acérrimo luchador contra la intolerancia, la discriminación y la violencia en todos sus aspectos, quizás porque tengo mi domicilio en la ciudad de Fontana, Chaco, Argentina.