La Comisión Europea ha lanzado el mensaje de que está dispuesta a sancionar a todos aquellos países cuyos niveles de déficit y de deuda, tanto pública como privada, sean considerados excesivos o que constituyan un serio peligro para la estabilidad económica del país. Así, la Comisión Europea ha decidido abandonar su posición laxa que mantenía hasta hace muy poco en materia de política fiscal para reforzar el Pacto de Estabilidad y Crecimiento de los países pertenecientes a la Unión Europea, y empezar a exigir a todos ellos políticas económicas de ajuste en los déficits exteriores, pero fundamentalmente en el déficit público, cuya limitación anual no debería en ningún caso haber sobrepasado el 3% del PIB.
En palabras del Comisario Europeo «sin una consolidación fiscal, reformas estructurales y crecimiento sostenido, nuestro modelo de economía social de mercado estaría en serio peligro». Pero, a qué se debe este cambio de actitud de la Unión Europea que hasta hace muy poco hacía la vista gorda con el crecimiento del gasto público y los déficits de los países miembros. Precisamente se debe a que algunos países de la Unión Europea han utilizado una serie de medidas inadecuadas para el estado de la situación que han empeorado la crisis. En el camino de su autodestrucción a la economía española la han acompañado otros países, que han seguido precisamente esas mismas y absurdas políticas keynesianas que se han utilizado en España. El resultado es que hoy la economía española y las de esos otros países siguen en recesión, o están en una fase de estancamiento económico. Mientras tanto, el resto del mundo crece actualmente como media en torno al 2,4% anual.
El agravamiento de la crisis financiera se debe a que se han seguido unas políticas absurdas que han empeorando la situación respecto a la liquidez. Y me explico. En la economía hay tres fuentes de ahorro: el ahorro privado proveniente de las familias, el ahorro público materializado a través del presupuestario público (déficit = desahorro, superávit = ahorro), y el ahorro externo, materializado en la balanza de pagos ya sea a través de las posiciones deudoras o acreedoras (déficit o superávit). Los economistas deberíamos saber que para resolver los efectos de una crisis de liquidez lo que no se dede hacer es elevar el déficit público, transfiriendo recursos del sector privado al sector público como se ha hecho en España y en otros países, pues sería hacer justo lo contrario a lo que manda la lógica económica y, como se ha comprobado, estrangula la liquidez que necesita el sector privado de la economía para desarrollarse con normalidad. Igualmente, un país no puede ser tan poco previsor y mantener un déficit exterior tan alto, pues esta dependencia de recursos monetarios externos es el reflejo de su falta de competitividad y de sus elevados costes empresariales, que le impiden vender más bienes y servicios en el exterior. Si España hubiera hecho los deberes y hubiera equilibrado las cuentas de su balanza de pagos, mejorando la productividad y competitividad de su economía, no tendríamos porqué atravesar la grave crisis actual. Supongo que tampoco tendríamos la crisis actual si la Unión Europea no hubiera dejado al arbitrio de cada país, la posibilidad de conseguir con la política fiscal mejorar sus cifras económicas.
España ha elevado los déficits hasta niveles insostenibles. Y aunque el ahorro privado haya aumentado y el déficit exterior haya disminuido algo últimamente, no ha sido precisamente porque el Gobierno se haya empleado a fondo en reducirlos, sino simplemente porque ha sido la reacción natural de ajuste propio de una economía en recesión. Para que haya crecimiento sostenido hoy más que nunca son necesarias otro tipo de políticas. Las únicas políticas que nos permitirán ver la luz al final del túnel son las políticas liberales, pese a quien le pese. Y aunque dichas políticas no concuerden con las propuestas propias del socialismo, las políticas liberales para nuestra situación de inminente colapso económico son necesarias y urgentes. Además, cuanto más se tarden en aplicar, más perversos serán los efectos sobre la economía, con lo que España seguirá perdiendo posiciones de ventaja respecto al resto del mundo, pero principalmente respecto a los países emergentes.
Sin embargo, las políticas que está aplicando actualmente el Gobierno no son medidas totalmente liberales, como algunos creen, porque para un liberal, por ejemplo, una reforma de reducción coactiva del déficit no se entiende sin una reforma estructural que reduzca el excesivo tamaño del Estado. Y es por esta razón también que en la actual situación económica los liberales no sólo somos necesarios sino imprescindibles. Los economistas liberales tenemos el deber de explicar por qué no se están haciendo las cosas correctamente y qué ventajas existen con la aplicación de las políticas liberales en España. Como el tema además de polémico es muy extenso, permitidme que me centre en un aspecto concreto de medidas intervencionistas, en este caso en la mediadas de intervención europea que afectan a algunos países que forman parte del euro, entre ellos España. Me refiero a la intervención monetaria del Banco Central Europeo. Lo que pretendo es explicar aspectos poco analizados hasta el momento, sobre cómo hemos llegado hasta aquí y cuál es el papel que han jugado tanto el gobierno español, como nuestras propias autoridades económicas europeas en esta crisis.
Casi todos los economistas reconocemos que la crisis empezó con un problema financiero que afectó a las principales economías mundiales, pero sepan ustedes que las políticas fiscales de estímulo de la demanda a través del gasto público han convertido la crisis financiera en una crisis fiscal, y fueron hasta hace muy poco, amparadas por los burócratas de Bruselas. Lo que quizás pocos saben es que no todos los países se vieron afectados de la misma manera, y que sólo aquellos países que estimularon la demanda a través de una mayor intervención y gasto público, mientras tenían desequilibrios importantes como los anteriormente señalados, son los que hoy en día continúan soportando esta crisis. El Gobierno socialista, como otros gobiernos de izquierdas, lo que han hecho es generar un elevado déficit público a través de un mayor endeudamiento. En España el déficit alcanzó casi el 12% del PIB. Con este tipo de políticas España ha terminado por secar definitivamente la liquidez del sistema. El asunto es que la Unión Europea ha consentido que las cosas lleguen a este nivel. No todo lo que está sucediendo en la economía es consecuencia de la aplicación de políticas keynesianas inconsistentes e inútiles, aunque buena parte de culpa tienen, claro está. Pero, lo que los ciudadanos deberían saber es que también la política monetaria europea estubo detrás de todo este desaguisado económico. Otros países, como EE.UU. actualmente siguen empecinados en mantener un elevado déficit público, como así ha quedado patente en la reciente reunión del G-8, el grupo de las ocho principales potencias económicas del mundo.
La corresponsabilidad de la crisis debe ser compartida con la Unión Europea, en primer lugar, por no haber avanzado hacia una verdadera unidad económica. Para hacerlo, se debió considerar no sólo la unidad monetaria, sino también la unidad fiscal. Además, la Comisión Europea debió haber sido muy clara desde el inicio de la crisis respecto al déficit y a determinadas políticas de desequilibrios exteriores. No nos engañemos, la política de relajamiento inicial respecto al déficit es culpa también de los burócratas y políticos de Bruselas, pues ellos permitieron que países europeos como España, incentivaran la demanda mediante un mayor gasto público, emulando la política económica estadounidense. Naturalmente, esto no puede ser excusa para hacer lo que hicimos en nuestra propia casa, pero dice mucho de por dónde van los tiros en la Unión Europea.
Para entender el papel que los burócratas de Bruselas en esta crisis, empecemos por situarnos antes del estallido de la crisis, no desde su inicio que viene de más atrás. Ubiquémonos a finales del 2006, principios de 2007, en pleno «boom inmobiliario» español. La economía crecía e iba a toda máquina, requiriéndose más factores: capital y trabajo básicamente, para poder seguir alimentando el insaciable aumento en el consumo privado y público. No obstante, todo ese crecimiento que fue propiciado por un aumento artificial de la demanda, intervinieron dos elementos importantes: por un lado la política monetaria del BCE, sumamente expansiva y de bajos tipos de interés, y por el otro, un crecimiento en el consumo y la inversión propiciado por ese impulso del dinero barato. Que no es otra cosa que un estímulo sobre la demanda, pero esta vez no de carácter fiscal sino monetario. Este estímulo originó un fuerte aumento de la demanda privada fundamentalmente, aunque también pública, ambas a base de endeudamiento externo.
La economía española llegó a necesitar, por aquel entonces, del orden de los 100.000 millones de euros más de lo que disponía internamente para poder financiar su crecimiento durante los años 2007 y 2008. Por tanto, la economía española en su conjunto necesitaba endeudarse para seguir manteniendo el ritmo de las crecientes necesidades de su demanda interna, tanto privada como pública. Identifiquemos en detalle el problema: una política monetaria que mantuvo los tipos de interés bajos: en el 2% hasta mediados de 2005, ascendiendo ligeramente hasta septiembre de 2008, y a partir de ahí nuevamente con un descenso muy rápido hasta alcanzar el 1%.
La idea de abaratar el dinero por parte del Banco Central Europeo se realizó para favorer a países como Alemania y Francia que se encontraban en fase de estancamiento económico hasta mediados del 2000, pero perjudicó a España, que se encontraba en fase de expansión. La economía española crecía a un ritmo superior al 3% , y en 2007 alcanzó el 3,6%. El dinero barato expandió la demanda y favoreció el endeudamiento privado y público, pero también generó la burbuja inmobiliaria y, hasta 2008 elevó el déficit exterior. A partir de aquí, el mal diagnóstico de la situación de nuestro enfermo y las políticas que se aplicaron en España por parte del gobierno socialista, hicieron el resto. La crisis que se ha repetido en todos aquellos países que utilizaron los estímulos fiscales y keynesianos sobre la demanda, y que olvidaron que vivimos en un mundo global, en donde los mercados financieros penalizan cualquier exceso. Pero, como hasta antes de la crisis financiera parecía que podían endeudarse en el exterior eternamente, algunos países se creyeron inmunes, y algunos gobiernos como el español, llevaron a su economía a esta situación de casi inelegibilidad. La catarsis económica que estamos viviendo actualmente, de la que probablemente no saldremos en algunos años, es el resultado de todo este cúmulo de errores monetarios y fiscales.
Para la economía española, las consideraciones de política monetaria en 2005 no hubieran aconsejado unos tipos de interés tan bajos. Es decir, de haber dispuesto de una moneda propia lo más probable es que los tipos de interés no habrían disminuido, sino que por el contrario, habrían aumentado. ¿Que por qué razón?, porque la misión del Banco Central es precisamente controlar el crecimiento de los precios y, porque un aumento de la demanda que no es capaz de absorber la oferta de bienes y servicios de la economía, tarde o temprano genera inflación. Si a esto añadimos la inacción del Gobierno para corregir la escalada de precios a través de la reducción de la demanda pública, es decir, a través de la política fiscal de reducción del gasto público, lo que tenemos es una verdadera bomba de relojería a punto de estallar, como así fue, cuando el Gobierno del partido socialista decidió ampliar la intervención pública en la economía.
España forma parte de la Unión Europea y ya no dispone del control sobre la política monetaria, porque ésta se encuentra cedida al BCE, y por tanto, no podía elevar el tipo de interés para controlar la situación de exceso de demanda de la economía como sería menester. Lo único que podía frenar un exceso de demanda en la economía era y es la política fiscal, y si acaso la capacidad legislativa para realizar reformas estructurales y regular las ineficiencias competitivas de algunos sectores de nuestra economía. De otro lado, España necesitaba desinflar controladamente la burbuja inmobiliaria, y el creciente endeudamiento exterior, pero lamentablemente, ni el gobierno del PP ni el gobierno del PSOE hicieron nada en absoluto, muy al contrario, se dejaron llevar por el crecimiento ficticio del ciclo expansivo de la economía animado en buena medida por el sector de la construcción, y como sus ingresos crecían, cuando llegó el gobierno del PSOE al gobierno, decidieron añadir más presión si cabe a la economía, fundamentalmente a través del consumo corriente del sector público, es decir, más gasto público improductivo y más burocracia. La olla a presión en que se había convertido la economía española tarde o temprano estallaría sin remedio, como así fue.