“La pasividad y la mansedumbre no implican bondad, como la rebeldía no significa salvajismo”. Práxedis Gilberto Guerrero
“No es en la resignación en la que nos afirmamos, sino en la rebeldía frente a las injusticias”. Paulo Freire
Intercambiando ideas y también debatiendo en la red social, se nos ocurrió consignar la frase “Me tienen podrido los corruptos políticos pero también y en la misma medida la gente indiferente ante la realidad que debemos transformar”
Y luego, como siempre, a estudiar, a profundizar esta problemática social: La indiferencia o pasividad de la gente ante los quiebres democráticos, la declinación moral y ética del Poder Judicial, la desidia de los legisladores y la hegemonía del ejecutivo.
Es cierto que se dan manifestaciones de insatisfacción social, no es menos cierto también que son sectoriales o de corto alcance en el tiempo, la gente no adhiere a la cultura de la persistencia quejosa, tan necesaria ante el pisoteo de los derechos.
En verdad que es éste una temática difícil, engorrosa y compleja. Pero tan necesario como urgente debatirlo.
¿Cómo es posible que minorías postren a grandes mayorías?
Mecanismos y dispositivos institucionalizados hacen su gran labor de embotamiento. Los medios periodísticos, los entretenimientos, la radio, las culturas sumisas y todo tipo de comunicación social embrutecen.
El neoliberalismo como cultura “del no se puede” triunfó, pues la cultura de la derrota se construyó, incluso en destacados, otrora, grandes luchadores sociales, algunos incluso, alcanzaron las primeras magistraturas de países.
En países largamente gobernados por dictaduras como España, Paraguay y muchos otros se observan claramente cómo mecanismos sutiles y violentos utilizados por los gobiernos democráticos ponen en marcha componentes de estimulo-reacción en el pueblo que rememoran así, en sus cabezas, viejos temores y se paralizan. La juventud aún no posee suficientes cohesión doctrinaria y gimnasia de disputa política y social.
En sociedades atravesadas por el individualismo, la mezquindad y la indiferencia social no pueden fructificar los valores y principios cooperativos. Donde la participación en los asuntos de todos no se construye es difícil arraigar hábitos y costumbres democráticas reales.
Mariano Moreno (1778 – 1811) nos alertaba desde La Gaceta de Buenos Aires: “En todo tiempo ha sido el hombre el juguete y el ludibrio de los que han tenido interés en burlarse de su sencilla simplicidad. Horroroso cuadro, que ha hecho dudar a los filósofos, si había nacido sólo para ser la presa del error y la mentira, o si por una inversión de sus preciosas facultades se hallaba inevitablemente sujeto a la degradación en que el embrutecimiento entra a ocupar el lugar del raciocinio”.
Fuera de ello, y como dijera el transgresor científico: “Sin embargo se mueve”. Nuevas inquietudes sociales, innovadoras propuestas transformadoras brotan por doquier, anquilosadas modorras se remueven al son de tambores y trompetas, murgas alegres sobresalen en puebladas.
Cada pueblo tiene su tiempo y el escarmiento llega a los impugnadores de ideales nobles. El mundo clama transformación social y lo lograremos si estamos dispuestos.
Si debiéramos definir en una sola palabra la esencia fundamental del cooperativismo en las sociedades, diríamos sin vacilación y prontamente: “transformador”.
¡En la fraternidad, un abrazo cooperativo!