La crisis alimentaria azota el mundo. Se trata de una crisis silenciosa, sin grandes titulares, que no interesa ni al Banco Central Europeo, ni al Fondo Monetario Internacional, ni a la Comisión Europea, pero que afecta a 870 millones de personas, que pasan hambre, según indica el informe ‘El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2012’, presentado esta semana [09/10] por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
El hambre, creemos, cae muy lejos de nuestros confortables sofás. Poco tiene que ver, pensamos, con la crisis económica que nos afecta. La realidad, pero, es bien distinta. Cada vez son más las personas que pasan hambre en el Norte. Obviamente no se trata de la hambruna que afecta a paÃses de Ãfrica u otros, pero consiste en la imposibilidad de ingerir las calorÃas y proteÃnas mÃnimas necesarias, y esto tiene consecuencias sobre nuestra salud y nuestras vidas.
Desde hace años nos llegan las terribles cifras del hambre en Estados Unidos: 49 millones de personas, un 16% de las familias, según datos del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, que incluyen a más de 16 millones de niñas y niños. Números a los que el escritor y fotógrafo David Bacon pone rostro en su trabajo ‘Hungry By The Numbers‘ (Famélicos segun las estadÃsticas). Las caras del hambre en el paÃs más rico del mundo.
En el Estado español, el hambre se ha convertido, también, en una realidad tangible. Sin trabajo, sin sueldo, sin casa y sin comida. Asà se han encontrado muchÃsimas personas golpeadas por la crisis. Según datos del Instituto Nacional de EstadÃstica, en 2009, se calculaba que más de millón de individuos tenÃan dificultades para consumir lo mÃnimo necesario. Hoy la situación, aún sin cifras, es mucho peor. Las entidades sociales están desbordadas, y en los últimos dos años se han duplicado las demandas de ayuda por falta de alimentos, compra de medicinas, etc. Y según informa la organización Save the Children, con cifras de un 25% de pobreza infantil, cada vez son más las niñas y niños que sólo realizan una comida al dÃa, en el comedor escolar y gracias a becas, debido a las dificultades económicas que enfrentan sus familias.
Asà no es de extrañar que incluso el prestigioso periódico estadounidense The New York Times publicara, en septiembre 2012, una galerÃa fotográfica de Samuel Aranda, ganador del World Press Photo 2011, que bajo el tÃtulo ‘In Spain, austerity and hunger‘ (En España, austeridad y hambre) retrataba las consecuencias dramáticas de la crisis para miles de personas: hambre, pobreza, deshaucios, paro… pero también lucha y movilización. Y es que el Estado español cuenta con las tasas de pobreza más elevadas de toda Europa, sólo por detrás de RumanÃa y Letonia, según recoge un informe de la Fundación Foessa. Una realidad que se impone hacia a fuera a pesar de que algunos la quieren silenciar.
La crisis económica, por otro lado, está Ãntimamente ligada a la crisis alimentaria. Los mismos que nos condujeron a la crisis de las hipotecas subprime, que dio lugar al estallido de la “gran crisis†allá en septiembre del 2008, son lo que ahora especulan con las materias primas alimentarias (arroz, maÃz, trigo, soja…), generando un aumento muy importante de sus precios y convirtiéndolos en inaccesibles para amplias capas de la población, especialmente en los paÃses del Sur. Fondos de inversión, compañÃas de seguros, bancos… compran y venden dichos productos en los mercados de futuros con el único fin de especular con los mismos y hacer negocio. Qué hay más seguro que la comida para invertir, si todos, se supone, tenemos que comer cada dÃa.
En Alemania, el Deutsche Bank anunciaba ganancias fáciles si se invertÃa en productos agrÃcolas en auge. Negocios similares proponÃa otro de los principales bancos europeos, el BNP Paribas. El Barclays Bank ingresaba, en 2010 y 2011, casi 900 millones de dólares a costa de especular con la comida, según datos del World Development Movement. Y no tenemos porque ir tan lejos. Catalunya Caixa ofrecÃa a sus clientes jugosos beneficios económicos a costa de invertir en materias primas bajo el eslogan: “depósito 100% naturalâ€. Y el Banco Sabadell contaba con un fondo especulativo que operaba con alimentos.
El hambre, a pesar de lo que nos digan, no tiene tanto que ver con sequÃas, conflictos bélicos, etc., sino con quienes controlan y dictan las polÃticas agrÃcolas y alimentarias y en manos de quienes están los recursos naturales (agua, tierra, semillas…). El monopolio del actual sistema agroalimentario, por parte de un puñado de multinacionales, con el apoyo de gobiernos e instituciones internacionales, impone un modelo de producción, distribución y consumo de alimentos al servicio de los intereses del capital. Se trata de un sistema que genera hambre, pérdida de agrodiversidad, empobrecimiento campesino, cambio climático… y donde se antepone el lucro económico de unos pocos a las necesidades alimentarias de una gran mayorÃa.
‘Los juegos del hambre’ era el tÃtulo de una pelÃcula de ficción dirigida por Gary Ross, basada en el best-seller de Suzanne Collins, donde unos jóvenes, en representación de sus comunidades, tenÃan que enfrentarse a vida o muerte para conseguir ganar y obtener, asÃ, el triunfo: comida, bienes y regalos para el resto de su vida. A veces la realidad no dista tanto de la ficción. Hoy algunos “juegan†con el hambre para ganar dinero.