Por estas cuestiones de falta de fe que me afligen desde niño, decidí viajar a Italia para comprobar ‘in situ’ los efectos devastadores de esta crisis que lleva a los tumbos a las economías de Grecia, Italia, España, Irlanda y Portugal como socios emergentes del desastre.
La santísima trinidad del comisariato europeo conformada por el siempre vigilante y omnisciente FMI, el Banco Europeo y la Comunidad
Europea ya advirtieron que los famosos fondos de rescate no serán autorizados en forma privada ni institucional. Ese dinero de salvataje, lo recalcó frau Merkel enfáticamente, sólo podrán usarse a pedido de los gobiernos de la eurozona, algo que Mariano Rajoy quería evitar a toda costa. España está en emergencias, quién lo duda, pero Bankia (uno de los bancos líderes) está en terapia intensiva y si no se recurre a un salvataje podría quebrar arrastrando detrás de sí a quién sabe cuántos más generando efectos impredecibles como los que conocimos los argentinos en 2001 con el inefable ministro Cavallo y sus ideas brillantes. Mariano Rajoy autorizó el rescate pero en forma particular, en otras palabras, que el fondo de salvataje sanee a Bankia en forma privada sin intervención del gobierno; porque si fuese el gobierno español quien solicitare formalmente la ayuda, con los euros viene la firma de la carta de compromiso por la cual el gobierno acepta la monitorización de sus cuentas fiscales y el estado financiero asumiendo el temido FMI las directivas económicas de España. ¿Y qué hacemos con la soberanía española? No sé, señor Rajoy, dice la trinidad de Bruselas, sin el compromiso con el FMI no hay euros. Los cruces de versiones van y vienen entre Berlín, Madrid y Bruselas. A la actual presidenta del FMI, la francesa Lagarde, no se le ocurrió mejor idea que pregonar la idea de encerrar bajo llave a
todos los líderes de la eurozona y no abrir la puerta hasta que hayan llegado a un acuerdo consensuado sobre las formas de superar la crisis. Algo así como un cónclave fiscal y geopolítico del que no saldrá un nuevo Papa pero sí la inspiración para decir finalmente ‘habemus euros’ y esta vez sin mentir.
Hablando de cónclave, la guerra de documentos filtrados de los despachos del Vaticano sigue manejándose con mano de hierro en guantes
de seda, vieja artimaña de la cancillería de la Santa Sede. El cruce de sospechas entre el antiguo Secretario de Estado, el cardenal Sedano y el actual, el cardenal Tarcisio Bertone ha llegado a límites tan procaces como detener a un mayordomo acusándolo de ser el vector de la epidemia de chismes y contrachismes que buscan definir una guerra sin cuartel entre dos sectores de la Iglesia que ya piensan en el día después de Benedicto. A poco de asumir en 2005 ya empezaron los rumores acerca de la frágil salud del Papa pero éste, confirmando el refrán que asegura que ‘hombre enfermo es hombre eterno’ sigue sobrellevando la agonía sin mayores señales de quebranto.
Esperemos que queden a salvo de sospechas las cocineras, mucamas, los electricistas y el tapicero. Y que en el próximo cónclave el Espíritu
no tenga delegados políticos trenzando componendas como punteros y manzaneros de La Matanza, y que la Iglesia nos sorprenda con otro
pontífice como Juan XXIII, el último hombre verdaderamente incuestionable que se sentó en el trono de San Pedro. En la Basílica de San Pedro se puede ver el cadáver embalsamado de Juan XXIII reposando en actitud serena en los traveses de este siglo XXI que nadie parece entender del todo, y menos la vieja Europa.
ALEBOVINO, JULIO 2012, PADUA.