Creo que hoy me voy a negar a escribir mi artículo, porque me declaro en huelga de dedos caídos para protestar por algo, no sé por qué, pero por algo, el caso es protestar, me solidarizo con mis amigos franceses que protestan y protestan, aunque no creo que tengan muy claro por lo que lo están haciendo.
Es tan absurda su propuesta que ahora ponen el grito en el cielo por una decisión de política económica necesaria y que todos los países han tomado, o tomarán en breve, cuando antes callaron con la expulsión ilegal de los gitanos rumanos, si antes callaron ante una injusticia de tamaña importancia carecen de catadura moral para manifestarse ahora.
Y es que con estas protestas francesas se demuestra, una vez más, el tremendo egoísmo que preside nuestras sociedades, de forma que no nos importa lo que pase mientras no nos afecte directamente a nosotros. Ya se puede estar quemando el vecino, que si no se quema mi casa, feliz voy.
Esta crisis de valores sociales y de conciencia ciudadana es mucho más grave que la crisis económica. Porque la segunda se irá, como se fueron antes otras, pero la primera se mantendrá en nosotros, en nuestros hijos y en los hijos de nuestros hijos. Una crisis que ha venido propiciada por la ferocidad de un sistema capitalista y de éxito personal que nos ha condenado a un triunfo material, dejando lo demás para excluidos sociales.
La juventud de hoy en día ya no quiere cultura, ya no quiere sabiduría, ya no quiere amistad, sólo quiere posesiones, cuantas más mejor, y popularidad, ser conocidos a cualquier precio, la medida de todas las cosas en nuestra sociedad de hoy en día. Dime cuanto cuestas y te diré lo que vales. Triste paradigma para una sociedad que se supone avanzada.
Tienen razón los estudios que alertan de que esta será la primera generación que vivirá peor que sus padres, cierto es, pero no en materia económica, sino en materia social.