Son muchas los hechos y ocasiones en los tiempos que corren que pueden calificarse de hipócritas por sus alarmantes disfraces de la realidad de los pueblos ensangrentados, eufemismos tanto en las injusticias y el cinismo como en las calamidades. Y peor es cuando más doloroso y trágico se convierte en estandarte armado de una ocupación con la implantación por encima de todas las consecuencias del establecimiento de una nación con legitimidad discutible. De tal manera que cuando ha transcurrido medio siglo de una tragedia de dimensión internacional iniciada por los israelitas sobre el pueblo palestino, el panorama adquiere niveles de alta y aciaga situación, todo fruto del “proyecto sionista de nacionalización y secularización del judaísmo mediante la colonización de Palestina lo que llevaría a la creación del Estado Israelí en 1948 sobre la antigua provincia otomana, entonces bajo el Mandato Británico”, que no tiene otra denominación que el de “una ideología racista y colonialista como el sionismo, raíz asimétrica del conflicto actual entre israelíes sionistas y palestinos”.
Esta es la realidad que narra con criterios sólidos y plurales este libro elaborado desde la conciencia de sentirse respaldado por una fuente de datos que sostiene dignamente los razonamientos y criterios del autor. El contenido logra darle forma, sentido, muestra a una situación internacional, iniciando la historia con una panorámica dedicada al sionismo, que no es como muchos creen “una reliquia del pasado sino que sigue siendo considerado el principal vertebrador de una sociedad sumamente heterogénea desde el punto de vista étnica, religioso, lingÁ¼ístico e ideológico” Una cuestión histórica con manipulación religiosa incluida y nada fácil solucionar por su complejidad, aunque siempre existe un destello de esperanza, un fulgor para mejorar hacia un estado más acorde y real en lo histórico y lo social, lejos del racismo sionista “ideología promotora de una colonización judía de Palestina desde el siglo XIX y de la expulsión de buena parte de una población nativa para la construcción del Estado de Israel en 1948. Desde esa fecha es la doctrina ideológica del Estado”.
Un dogma impuesto por la fuerza de las armas que se semeja al propio pasado racista que cientos de miles de judíos padecieron en la Europa del siglo XX dominada en parte por el nazismo hitleriano, esperpéntica y ensangrentada copia esta “adopción de conceptos alemanes y la pureza de sangre…, alentando racismo e, incluso, colaborando hasta límites insospechados con el propio antisemitismo europeo”, donde los poderosos medios de comunicación que dominan los presentan como un estado democrático, algo que se desmorona quedando demostrado con los sangrientos medios empleados para el desalojo, ejemplo, como el de la operación Plan Dalt que “expulsó a más de la mitad de la población nativa de Palestina (cerca de 800.000 personas,, se destruyeron 531 aldeas y se vaciaron 11 barrios urbanos”, que continúan presentando un permanente y sangriento avasallamiento, con el cual la democracia no pasa de grotesco simulacro de cara al exterior, utilizando también la religión judía para acentuar los fines políticos. Siempre contando con apoyo internacional y la protección de la “superpotencia política, económica y militar de los EE. UU…, mientras que la población palestina ni siquiera goza de Estado propio y vive una situación de pobreza extrema”.
No obstante pese a este enorme poderío, existe una oposición interior, que como observador, considero que pese a la dictadura a los métodos empleados por el Gobierno va tomado cuerpo y criterios sólidos como puede ser el “valor de negarse”, a la insumisión o la objeción de conciencia, nada fácil si se compara con la de países europeos. Sumemos a ello los juicios por experiencias vividas de la clase intelectual tanto en Europa como en norteamericana, de aquellas personas que se consideran judíos pero con una mentalidad totalmente opuesta al sionismo. Tengamos en cuenta una parte de ellas pertenece a ese núcleo numeroso de víctimas del Holocausto, entre los que todavía existen quienes lo padecieron siendo niños. Entre ellos el número de escritores de altura en cuyas obras el tema judío del pasado y presente es todo un cuerpo vivo y un rechazo al racismo. Cuyo criterio es no estar de acuerdo con la “idea de patrimonio absoluto del victimismo, pues existe una “identidad judía” de carácter humano y democrático que considera que “cualquier persona que se sienta como tal, por afinidad por ejemplo, podría definirse como judía” Ese espacio liberalizador en el que nos podemos encontrar muchos.
Estamos pues, ante una obra cuyo contenido y planteamiento está totalmente alejado del panfleto partidista, aunque ciertamente manifiesta una postura y actitud histórica sólida bien documentada, como base para expresarse con respaldo para exponer una situación auténtica que, tomando la escena bíblica de David y Goliat, los papeles han sido cambiados, curiosamente, resistiendo y luchado por alcanzar derechos y libertades que requieren la toma de conciencia que se viene produciendo diariamente para lograr una democracia verdadera y unos derechos históricos y geográficos en sus justos términos. La moneda está en el aire, lograr la cara y no la cruz existente, es dolorosa tarea de lenta conquista si es que puede llegar a producirse. Creo que puede ser posible.