LA DÁ‰CADA PERDIDA.
(¡Un feliz fin de década a todos y los mejores deseos para el 2011, que el año próximo sea más combativo!)
La incipiente vida política de un servidor comenzaría, no sin ciertos bemoles a partir del año 2000. Ese año muchos jóvenes, entre los que yo me encontraba, fuimos incitados a la participación en la forma del voto, para inclinar la balanza en favor del candidato del “cambio”, ahora de triste memoria y célebre por su tozudez e imbecilidad. Para algunos, la oportunidad de por primera vez participar en un evento (eran tiempos en que poder votar significaba una buena experiencia) en el cual habíamos abrigado ciertas esperanzas, representaba la forma en que podíamos mostrar nuestra actuación provocando ciertos cambios como generación.
La fantasía o ilusión con la que se comenzaba esa década, prontamente fue diluyéndose ya que el modelo del “cambio” no sirvió sino para seguir favoreciendo a los intereses más depredadores del planeta, y como tal, México se convirtió en uno de los destinos favoritos de especuladores y financieros quienes vieron la oportunidad de “servirse con la cuchara grande”. Resultado de ello, a millones de jóvenes se nos cancelaron las oportunidades mínimas para un adecuado desenvolvimiento normal en la sociedad.
El desenlace del “gobierno del cambio” no pudo haber sido distinto, si nos atenemos a la experiencia histórica de las relaciones gobierno-individuo: Un amargo desencanto provocado por la forma en la que el establishment lucró con la esperanza popular y sobre todo con su inteligencia, al cuasi imponer a un producto de la mercadotecnia más vulgar, con un proyecto sociológico rebuscado (Fox imitando burdamente a Pedro Infante con sus y expresiones aunque aquél sin el carisma de éste) e incapaz de poder articular una idea mínima para justificar de una manera acertada la motivación de dicho cambio, quedándose solo en el slogan del cambio per se.
Al cabo del tiempo, para términos del sexenio de Vicente Fox, el pueblo que había sufrido un desencanto mayúsculo, volcó sus esperanzas en una verdadera opción ejemplificada por el discurso y el estilo de gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Si bien al principio con ciertas renuencias, muchos de nosotros los mismos jóvenes del “cambio”, quienes seis años después con mayor experiencia, indudablemente fuimos atraídos por la campaña de AMLO cuyo pensamiento político tocó fibras muy sensibles de la conciencia popular. Sorprendidos vimos que no se trataba de una campaña de discursos huecos y sin contenido (a pesar de los esfuerzos de gente como Manuel Camacho quienes trataban de darle a la campaña un aire “tradicional”), sino de un discurso sencillo pero muy potente, ahondando la denuncia real sobre hechos que para las élites permanecían incuestionables.
La campaña presidencial del año 2006 provocó un vuelco hacia el lado del progresismo, de una forma inusitada como no se veía mucho tiempo antes. Era una atracción metafísica, hacia la figura de un candidato que demostraba que el pueblo tenía mucha de la tradición de lo que se puede denominar con justicia “nacionalismo revolucionario”, el cual es heredero de las luchas por nuestra liberación imperialista, sufrida por el entreguismo y la forma en que la dictadura atroz de Porfirio Díaz sojuzgó al país para beneficio de los oligarcas nacionales y extranjeros. Cabe decir que en épocas de desahucio, como las actuales, dicho nacionalismo revolucionario se manifiesta de diferentes maneras, pero lo más importante es que se mantiene ahí.
Como fuimos testigos, el paso del 2006 levantó una “polvadera” política, desató reacciones de los sectores más retrógrados y conservadores que prevalecen desde la Colonia, y el resultado de ello fue la más grave polarización sufrida por nuestro país en tiempos de paz, ya que se le inculcó el odio, la mezquindad y la cerrazón a una sociedad caracterizada por su solidaridad y generosidad, las cuales han quedado plenamente demostradas1.
Entre otras cosas, tales hechos posteriores al resultado de la campaña presidencial del 2006 generaron un ambiente de desmoralización el cual fue necesario para la imposición de un remedo de tirano, figurado en la persona de Felipe Calderón, cuyos alcances son inversamente proporcionales a la dimensión del daño que sus decisiones (y cuyo sexenio lamentablemente aún no termina), han hecho a la nación y al pueblo, principalmente.
A 4 años del gobierno de Calderón, y a horas de finalizar la década pérdida, los daños de la continuación de una política económica rapaz están a la vista. No solamente corre sangre por todo el país, también corre desaliento y desesperación, desmoralización, frustración e impotencia. Sufrimiento y miedo. En general terror. Dicha estrategia de terror es acorde a un programa de sacrificios económicos y de castigo a la población; como una especie de “estrategia de tensión” o de “shock”, como gustan denominarla los economistas de la escuelafriedmanita.
Para quienes desconocen la historia, como parece ser para quienes mandan actualmente en el país, podríamos decirles, que sin duda nos encontramos nuevamente en los albores de una insurrección popular, que ha sido ocasionada principalmente por la tiranía y la opresión sufridas a lo largo de 28 años de neoliberalismo. El equivalente anterior fueron las más de 3 décadas de tiranía porfirista, cuyo modelo de gobierno positivista en muy poco dista de ser el que actualmente se nos impone, con los resultados que ya todos conocemos.
Si bien son épocas distintas, el principio de la liberación de un pueblo se mantiene perenne y se hace presentesiempre y cuando es necesario. En 1910, eran la mayoría los mexicanos que tenían la capacidad y el adiestramiento necesario como para iniciar una lucha armada; ahora sólo los criminales, particularmente el narcotráfico, son quienes cuentan con ello y serían capaces de comenzar una cruenta guerra para la reivindicación de sus propósitos. Ello no quiere decir que el pueblo no pueda organizarse de manera que cohesionado pueda luchar para lograr defender su dignidad, mutilada por estos años de neoliberalismo económico, y de entreguismo a expensas de él, pero si estamos en una posición en donde sólo se avanzará mediante la organización más consistente y la elevación de miras y objetivos comunes en la autodefensa de nuestro porvenir y de nuestros hijos.
Quienes confiamos en que se puede salir de esto de la mejor manera, debemos de tener siempre la esperanza encendida. Desde nuestras trincheras tenemos que ser lo suficientemente conscientes y pensar que lo que hagamos será en beneficio de todos y para todos y así evitar que nos suceda lo que a los desgraciados tripulantes del “Titanic” que mientras el barco se hundía ellos confiados en la comodidad y la “seguridad” de sus camarotes se encerraron encontrando ahí su trágico fin.
Nota.
1.- Claro ejemplo de ello se encuentra en la reacción social que siguió a los funestos acontecimientos dejados por el terremoto de 1985 ocurrido en la ciudad de México.