Cuando hace unos días escuché las palabras de uno de los abogados de la infanta Cristina, nunca creí, esa es mi opinión, que con tan pocas palabras se pudiera ofender de forma tan grave a las mujeres, y mira que estas han sufrido y sufren a diario gravísimas ofensas.
Lo de que la infanta Cristina se haya podido, según deduzco yo de las afirmaciones de su abogado, ver involucrada en presuntas irregularidades fiscales, entre ellas las de fraude fiscal, blanqueo de dinero y también posible tráfico de influencias, por amor a su esposo Iñaki Urdangarín, es algo que me recordó de inmediato a aquella frase tan utilizada por los “machotes, machistas” de que las mujeres nunca se enteran de nada, de que son una especie de ignorantonas incapaces de sacar conclusiones sobre cualquier asunto o situación confusa o enrevesada y que su inteligencia no va más allá de aprender a coser, bordar o hacer encaje de bolillos, esto en los casos de mayor capacidad “intelectual”, luego está lo de ser la “chacha” de toda la familia, criar a los hijos y darle satisfacción sexual a su “protector”, al que según algunos, bastantes, piensan que es el que les da de comer.
En mi opinión la Infanta Cristina creo que debería sentirse ofendida por las palabras de su abogado, yo en su caso hubiera prescindido de inmediato de sus servicios o asesoramiento, y siguiendo manifestando mi opinión, y aprovechándome de del poco tiempo que nos queda para poder opinar públicamente sobre lo que nos parece bien o mal, resulta que las afirmaciones del mentado abogado no han hecho más que provocar el que los pensamientos de los españoles sobre la cosa esta de involucrarse en una situación bastante delicada y más por tratarse de quien se trata, por una simple cuestión de amor que los ciudadanos, muchos de ellos, hayan llegado a plantearse si nos hallamos ante el desenlace de una hermosa historia de amor o frente, como el juez indica en el auto de imputación a la Infanta Cristina, a un presunto delito de fraude fiscal y blanqueo de dinero. Esto es lo que han provocado, en mi opinión, las para mi desafortunados argumentos de tipo amoroso expuestos por el abogado de la hija del Rey. Repito, que tal y como yo lo veo, este abogado, pienso que sin pretenderlo, quiero creerlo así, ha dejada a las mujeres, en un intento por exonerar a la Infanta de toda culpa o complicidad con su marido, como ciudadanas que ya tienen suficiente con que no tengan que fregar los pisos de rodillas, gracias a la fregona inventada por un hombre y romperse las manos lavanda la ropa frotándola sobre una roca gracias a que otro hombre inventó la lavadora.
Poco afortunado ha estado el abogado de la hija menor de de la Familia Real. Creo, es mi punto de vista, que este abogado ha hablado pensando en que pertenece a esa especie que se ha dado en llamar, no sé porqué, “homo sapiens” cuando en realidad sigue, seguimos siendo, el hombre, el animal irracional que más abunda en este planeta llamado Tierra. Sirva como ejemplo el comprobar cómo desde tiempos inmemoriales hasta hoy no existe antecedente o precedente alguno que pueda desmentir que todas las guerras y sus miserias, las habidas y por haber siempre las han iniciado los hombres, o sea, los mal llamados “homo sapiens”.
Pero claro, es muy duro y difícil que los llamados “homo sapiens”, en la práctica “animales irracionales”, admitan que la inteligencia y el sentido intuitivo de las mujeres sea muy superior a la del hombre y buena prueba de ello lo pone de manifiesto el que la mujer ha podido sobrevivir, a pesar del constante menosprecio y trato exento del debido y necesario afecto y afecto y comprensión del “homo sapiens”, durante milenios y conseguir una buena parte, no todos, de los legítimos derechos que le corresponden. Puede, como se suele decir, que el amor es ciego, pero cierto es que las personas invidentes suelen ver cosas y casos que los que gozamos de buena visión no alcanzamos a ver. Sigo pensando que, no creo que esa fuera la intención, si el abogado de la Infanta pretendió insultar a la inteligencia de las personas, en este caso de las mujeres, lo hizo de forma tan desafortunada como mal hiriente.