Cantinela de vodevil polÃtico barato que repiten una y otra vez desde el púlpito situado en eso que algunos dan en llamar izquierda polÃtica, por aparente similitud con luchas de clases pretéritas pero que no es otra cosa más que una pose intelectual sin calado de fondo, sólo de forma, para conquistar los corazones de aquellos que todavÃa sueñan con una realidad ilusoria, aunque ilusionante.
Y como de ilusión también se vive, algunos dirigentes polÃticos sin escrúpulos morales siguen hablando, causando vergüenza ajena, de las bonanzas que aportarÃan a la sociedad el incremento de los impuestos para aquellos que ellos mismos catalogan como «los ricos», como si el cinismo fuera una virtud por descubrir para el resto de mortales.
Un incremento impositivo en nuestro paÃs acabarÃa recayendo, como siempre, en las rentas del trabajo
Seamos serios, señores, vivimos ya en el siglo XXI, esto no es la Revolución Industrial y por suerte vivimos en un mundo globalizado (por cierto, auténtica conquista de la izquierda, de la izquierda real, de la de antes, de la que abogaba por la internacionalización), un mundo en el que los capitales van y vienen jugando sus bazas al mejor postor.
Un incremento impositivo en nuestro paÃs acabarÃa recayendo, como siempre, en las rentas del trabajo, que no son precisamente el origen de las grandes fortunas, sino el sustento de la mayorÃa de las familias españolas, independientemente de su clase social, ya que las empresas y los ricos, los de verdad, encontrarÃan, como siempre, las grietas del sistema para obtener el mejor trato impositivo legalmente permitido.
Dejémonos, entonces, de mentiras revestidas de verdad y utilicemos el pragmatismo como bandera para conseguir incrementar la recaudación impositiva sin que las rentas del trabajo tengan que sufragar los agujeros presupuestarios.
Lo que España necesita es una apuesta clara en la lucha contra el fraude fiscal, con un mayor esfuerzo en su control, persecución y castigo, haciendo que afloren, pero de verdad, todos los miles de millones de euros que se acaban yendo por los desagües del Ministerio de Hacienda.
Un fraude fiscal que tiene muchas aristas, lÃcitas e ilÃcitas, y contra todas ellas hay que batallar blindando el sistema, incrementando los tipos reales, no los nominales, y consiguiendo que de verdad, sin demagogias baratas que den titulares de prensa, la recaudación impositiva de nuestro paÃs se incremente de manera real sin que por ello las ya paupérrimas rentas del trabajo se sigan viendo cercenadas.
En definitiva, huyamos del discurso vacÃo y apostemos por la polÃtica de fondo, más allá de la próxima cita electoral.