Uno de los valores de la democracia es el respeto o tolerancia hacia las ideas distintas a las propias y a opiniones divergentes pero un mal propio de las democracias en la práctica se describe en esta frase «respeto tu opinión pero no puedo estar de acuerdo contigo». Esto es, simplemente, mantengo una posición de no agresión contra ti por esa idea opuesta a la mía pero no tengo la menor intención de cambiar la mía. Y es cierto que, en las democracias y las sociedades «tolerantes» modernas se da este tipo de paradoja donde el respeto y la tolerancia -usen el término que prefieran- no es más que la no-agresión pero no el intento de compartir ideas, puntos en común y llegar a un acuerdo.
Las dos vías:
El curioso efecto por el cual las democracias tienden a posicionarse con dos grupos en el poder de forma más o menos alternativa llama la atención, al menos, a mi, siempre me ha parecido digno de estudio. Incluso tenemos otros sistemas espurios en relación a la política que siguen el mismo patrón como son las afinidades por los equipos de fútbol, en España, Madrid o BarÁ§a a no ser que seas de una ciudad con un equipo pero ambos dos, nunca dejan indiferentes. Igual, en la política en España sucede con el PP y el PSOE aunque vaya quién vote a otros partidos, no es indiferente a estos dos y tiene una preferencia por uno u otro. Raro el caso que no es así.
Este dilema de las «dos vías» forma, en el fondo, una relación dialéctica de opuestos donde uno no puede vivir sin el otro. El PSOE es la oposición al PP y se identifica con lo opuesto al PP y viceversa. Varían y evolucionan con los tiempos en función de las circunstancias para adaptarse a ser la «perfecta» alternativa al otro. Efecto colateral es la exclusión casi al completo del resto de las formaciones porque no tienen campo propio, situación propia, el rango de los dos partidos mayoritarios ocupa todo el abanico ideológico: la izquierda y la derecha. Si la clasificación hubiera sido más amplia y no dicotómica, el hueco hacia otras ideologías más concretas sería mayor y estarían en liza con las dos tradicionales.
Pacto no-agresión:
El sistema, por lo que se ve en la mayoría de los países, no evoluciona, y tiene como mayor ejemplo el de los Estados Unidos con los dos sempiternos partidos republicanos y demócratas. La alternancia de los dos está tan imbricada en las profundidades de la sociedad que no existe margen hacia otras vías, ni a su surgimiento en ningún momento. El pacto no-agresión podría, al mismo tiempo, parecer un chiste malo cuando, lo que vemos por lo menos en España y, por lo que sé, en los EEUU, los partidos se insultan y ganan las elecciones aludiendo a valores propios del partido, a lo que representan sin menoscabo en lograr el descrédito del contrario. Sin embargo, el pacto tiene una presencia total porque implica el no enfrentamiento físico, la no-destrucción del sistema. El resto, como las posiciones están tan claras y definidas de ambas opciones, los altercados menores no alteran lo más mínimo las mismas posiciones ni a la gente con afinidad a ninguna de ellas, por tanto, la permanencia del status quo binomial queda intacto a través de las batallitas dadas con el tiempo.
Actitudes y coherencia:
La salvaguarda de las dos vías son las actitudes en contra de, esto es, inseguridad hacia el adversario y no tanto acuerdo con el partido afín/amigo. Temo a los socialistas y, por ello, congenio con las ideas conservadoras. Temo a los conservadores y apoyo a los socialistas en consecuencia. El primer paso, en España, para la formación de la ideología es el temor y el miedo a un determinado grupo asociado a valores perversos, malas acciones en el pasado y cualquier argumento circunstancial más que rebatible. Después de asentarse el miedo y materializarse nítidamente la actitud en contra de, entonces, en consecuencia, se construye la actitud a favor de (el contrario a quién se tiene miedo).
La defensa del individuo con apariencia democrática es el disfraz de la tolerancia dirigido por el respeto hacia la diversidad de las ideas, donde todas las demás son a las que tengo miedo y nunca voy a aceptar como válidas (sino recuerden la historia de lo que han hecho estos…). El segundo paso es la coherencia, puesto que si se ha adoptado una rígida actitud a favor de y en contra de, habrá que ser coherente, en tanto, todo argumento de la ideología afín no temida es válido, el resto no es válido.
Las actitudes dan paso a la coherencia en un proceso imparable una vez dadas sus bases que marcan a los individuos casi de por vida identificándose, al final, con la zurda o la diestra sin saber siquiera la ficción que ambas representan y su definición tan confusa que, la única plausible responde a los opuestos: la izquierda es lo opuesto a la derecha y la derecha la opuesta a la izquierda pero, ninguno, en sí mismo, tiene una definición en ausencia del opuesto. No existe el negro sin el blanco, no existe el día sin la noche, no existe la paz sin la guerra.
Legitimidad:
Las elecciones, sea el resultado que sea, legitiman lo obtenido del escrutinio por cuatro años. No hay hueco a cambios entre esos cuatro años porque las elecciones muestran lo escogido por los ciudadanos. Este error debería ser subsanado por una legislación con principio popular que, con la cogida de firmas pudiera, al llegar a cierto número a partir del término de un año (tiempo para ver la actuación del gobierno elegido) pudiera convocar:
1. Referendo en pos de la convocatoria de elecciones cuando el número de firmas es cuantioso pero no suficiente como para, directamente, deslegitimar al gobierno en el poder. Entonces se verá la solución final del pueblo por esa vía intermedia vinculante.
2. Cuando el número de firmas supera el número de votos del segundo partido más votado en las anteriores elecciones se podrá convocar elecciones de forma inmediata en un determinado plazo máximo. Esta clausura sirve de control a los gobiernos con mayoría absoluta pues, cuando un partido la obtiene implica que el segundo partido tiene menos votos de lo normal y, por tanto, es más fácil convocar las elecciones de forma directa. Cuando las anteriores elecciones han sido más disputadas será más complicado convocarlas, entre otras cosas, tiene sentido porque no existe un poder legítimo absoluto en el gobierno y, los problemas tienen más facilidad para resolverse en el mismo congreso. En el tercer caso, cuando hay muchos partidos importantes y el número de votos de todos es reducido porque el reparto más o menos equitativo el número de firmas a alcanzar es el más reducido pero también es más difícil que convenza la moción a todos los votantes de todos los partidos e, incluso, a los «reaccionarios» se les podría poner en un brete cuando ni siquiera a ellos les conviene unas nuevas elecciones donde se ganarían la animadversión de los votantes de los demás partidos, de acuerdo con el reparto del congreso.
No puede ser que un partido tenga en su derecho hacer todo lo que quiera al tener el poder del congreso porque, en un momento se le haya votado cuando ni siquiera se suele cumplir el programa o no se explicita demasiado (problema de información por parte de los medios y por parte del ciudadano que vota no informado). Esto es grave cuando son 4 años y el partido en el poder siempre remitirá las quejas hacia su legitimidad democrática. Actúan de forma ahistórica (en el presente, ateniéndose a los cambios sin tener en cuenta el pasado y las promesas) pero son legitimados de forma histórica en sus mandatos: algo falla.
La tercera vía:
La tercera vía es la desesperación por un sistema que no ofrece a los ciudadanos el poder que requiere la constitución y la soberanía popular y, por esta razón, se lanzan muchos a la calle a la desesperada, incluso de forma ilegal porque las vías de la democracia legítimas están ocupadas, tienen poca motilidad y los problemas son evidentes, afectan a la supervivencia misma y no podemos esperar al carro de la justicia o los infructuosos intentos de mover a más gente. Tampoco a las elecciones porque las opciones reales son dos y ofrecen más bien poco en sus diferencias, también porque son cada 4 años, recuerdo. La tercera vía desvirtúa, mal planificada, la democracia y despierta los miedos por un lado que indujeron las formaciones de las actitudes a favor de y en contra de. Es una salida visceral con correspondencia de la misma naturaleza en los aliados como en los enemigos: la guerra está servida. Los problemas tienen un momento de disuasión y el entendimiento se hundirá hasta un nuevo amanecer. Si la manifestación de forma legal y no violenta es legítima y democrática, la manifestación ilegal hace el rubor de la dictadura apoyado en la causa justa a juicio propio y desbarata la paz y el pacto no-agresión.