Sociopolítica

La democracia y sus enemigos

En 1938, precisamente el día en que tenía noticia de la invasión de Austria por parte de las tropas de Hitler, Karl Popper decidía publicar La sociedad  abierta y sus enemigos, una de las grandes defensas de la libertad del pasado siglo y, junto a Orígenes del totalitarismo de Annah Arnendt (1951), la mejor radiografía que se ha hecho del totalitarismo moderno. Aunque Popper no hace referencias a hechos contemporáneos, su obra es un alegato contra los dos enemigos que tuvo oportunidad de conocer en su tiempo: el nazismo y el socialismo real de la Unión Soviética, que para él, en su doble condición de judío y liberal, eran verdaderos enemigos «personales». La obra del filósofo austriaco tiene hoy, siete décadas después, una inquietante actualidad. La sociedad abierta (aquella en la que hay democracia, pluralismo, respeto a los derechos humanos, cobertura de las carencias sociales) ha tenido en el pasado poderosos enemigos. No puede olvidarse (no hace tanto) que esta lucha por la libertad ha dejado tras de sí millones de muertos y un océano de sufrimientos.

Pero no es ésta una cuestión pasada. Hoy las amenazas son nuevas, pero no menos peligrosas. Las amenazas se llaman nacionalismo etnicista e integrismo religioso. Ambas son radicalmente enemigas de nuestra forma de vida. El nacionalismo porque considera primaria la pertenencia a una comunidad (etnia, cultura, tribu), antes que la misma entidad de persona, con lo que se sitúa en un estadio pre-ilustrado del pensamiento, dando un salto atrás de dos siglos en su concepción del hombre y la sociedad. El integrismo porque la idea misma de sociedad abierta (libertad individual, pluralismo, igualdad) es la negación de su visión del mundo. Ambos tienen un rasgo común: el olvido, la ocultación de la idea de persona como ser de dignidad inalienable, siempre perfectible, valiosa por sí mismo, incluso más allá de sus propios actos y capacidades. Esta idea de persona, de raíz humanista y cristiana, está en la base de  cualquier organización de la sociedad que merezca el nombre de  democrática. No es una casualidad que ambas ideologías recurran al terrorismo como forma de acción política. Una vez que este concepto de persona se borra, no hay ninguna razón moral para no justificar la muerte de una o varias en aras de un «ideal superior».

La sociedad abierta de la que hablaba Popper tiene, pues, peligros enemigos externos, distintos a los de su época. Y también un peligro interno: el  olvido, la ocultación del propio peligro; el mirar para otro lado, creyendo que no pasa nada porque nosotros no lo vemos. En esta actitud (mezcla de ignorancia, pereza e irresponsabilidad) hay una peligrosa creencia de fondo. La creencia de que nuestro sistema de vida es algo espontáneo, «natural», que nos han legado graciosamente las generaciones precedentes, y que nosotros legaremos a las siguientes sin esfuerzo ni sacrificio alguno. Esto conduce al «pacifismo», en el peor sentido de esta palabra tantas veces dicha y tantas veces manipulada. Pacifismo, en este sentido, es transigir y dialogar con todos, siempre que, momentáneamente, no se nos complique la vida ni se nos exija compromiso alguno; es considerar la paz como lo que no es ni puede ser: un valor absoluto. La paz es un valor relativo y consecuencia del cumplimiento de otros valores: la justicia, la legalidad, el respeto.

Las masas de la sociedad abierta, acostumbradas a un bienestar material y a una estabilidad social que sólo este modelo de sociedad puede proporcionarles, creen que los beneficios de este modelo son «conquistas» irrenunciables, derechos naturales que nadie podrá arrancarles. No comprenden el largo y doloroso proceso histórico que hay detrás de este bienestar. No comprenden que para mantener este modelo de sociedad hace falta un fuerte sistema de valores y creencias, sin los cuales se puede caer de nuevo en la barbarie en poco tiempo. No comprenden que en ningún sitio está escrito que el progreso sea algo indefinido y unidireccional, como si fuésemos seres regidos por leyes físico-matemáticas. No comprenden que siguen teniendo importantes y fuertes enemigos. El primero y más peligroso, el de la propia indolencia.

 

 

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.