Es para mí… el principal problema que tiene la desarraigada sociedad actual y sin embargo, en vez de reunirse en congresos ininterrumpidos, para tratar de solucionar el problema; se deja abandonado «a su suerte» y poco más. Los gobernantes nada hicieron, nada hacen y nada harán; sencillamente a ellos les interesan mientras más tontos o deformados, mejor. Por ello los dejan drogados, alcoholizados o sumergidos en sus falsos ideales, basados en esos fantoches «ídolos de barro»; puesto que así son inofensivos y los que salen de esos estados, ya procuran encarrilarlos en la deformada sociedad actual y hacerlo «uno de los suyos». Cruel realidad pero invito a rebatirla. Se ha perdido hasta la rebeldía propia de la edad y que existió hasta con Franco. Los nuevos han sabido controlarlos mucho mejor que lo hizo el dictador.
El ser humano no es otra cosa que un mamífero más y como tal, necesita recorrer un camino natural, que le fue cortado hace ya muchos años y motivado por el maldito consumo… atroz consumo, que al final nos ha llevado a ese callejón sin salida en que nos han metido, una plaga de inútiles gobernantes, que sólo se han preocupado (beneficiándose de ello mucho más que nadie) del progreso material; o sea de la parte animal de ese ser humano, que tiene otra parte indefinida y que es la vital.
Así… fue obligada la mujer a dejar sus responsabilidades de hogar y acompañar al marido a la ya infernal máquina de producción consumista, pues había que ganar más, para tener más; no para ser más. Fueron engañados miserablemente.
Consecuencia de ello, es que los niños nacen y en pañales ya van a la guardería; empezando a vivir una vida «sintética» y que les cargará de taras que irán apareciendo a medida que crecen (pues madurar es otra cosa muy diferente) y sus deformidades y aberraciones, las hemos visto y las seguimos viendo crecer sin que ello parezca va a remitir. El niño se ha convertido en un juguete y en muchos casos es eso… sólo eso y poco más. La familia ya ha desaparecido la que nos educó a los viejos de hoy (gracias queridos padres, quizá tarde supimos vuestra gran valía) y la que la ha sustituido, pese a lo «progresista» que dicen los necios; no cubre ni mínimamente aquella andadura, que por entrañable y «caliente»; hoy los que ni la conocieron, desprecian por retrógrada.
Pero del cuido de la madre y los abuelos, que muchas veces vivían (y morían) bajo el mismo techo; la vigilancia y autoridad paterna; se pasaba a la escuela, donde un verdadero maestro o maestra; revestido de la autoridad necesaria y que respaldaban los padres; se encargaba de remodelar «los defectos familiares»; y aquellos vástagos, aprendían desde a comer con disciplina, hasta todo lo demás. Un pescozón a tiempo arreglaba muchos delitos futuros.
Así, llegados a la época del estudio o del oficio; aquellos seres bien preparados y disciplinados, entraban en institutos o en los mil talleres y oficios, donde sus otros maestros, terminaban de formarlos para la verdadera etapa de adulto, en la que entraban con mucho bagaje de experiencias y obediencias, suficientes para entrar en la oficialía de la profesión, o la carrera universitaria… no se olvide que el que tiene que mandar, tiene antes que haber aprendido a obedecer y cuanto más mejor. Así se lograban magníficos profesionales de todo y no las inutilidades de hoy y el chapucerismo nacional que hoy es el pan nuestro de cada día. Antes había responsables, hoy sólo existen irresponsables y sálvese el que pueda.
El abandono «a su suerte» de todos aquellos desgraciados (son unos desgraciados y lo mantengo) fue el motivo, para tanto desastre como se ha padecido y se padece y que se ha traducido, en drogadicción, alcoholismo, miedos a todo lo que sea emprender sólo un camino (que a nosotros se nos animaba desde temprana edad) y sólo viven o sueñan, con el golpe de fortuna o la mortífera fama (hoguera en que se queman millones de ilusos) y como máximo, en el puesto de enchufado en cualquier rincón de esa plaga que se ha creado, en la infunción pública… pues no funciona.
¿Qué más se podría añadir?… añádalo usted que lee este escrito… hay para llenar libros y libros; pero yo simplemente… «punteo un poco para soliviantar».