Hablar de felicidad puede parecer una frivolidad, pero realmente no lo es. Yo creo que es un gran momento para hablar de satisfacción, de si llevamos vidas satisfechas o no, de si tenemos una sociedad que permite cubrir esta dicha que todos buscamos. Además, existe una predisposición natural al optimismo, una preparación para estar alerta frente al dolor.
Pero también estamos preparados para el placer. Han estudiado, por ejemplo, hacia dónde dirigen la mirada los neonatos cuando pones frente a ellos dos caras, una enfadada y otra sonriente de la misma persona, la preferencia es siempre hacia la sonriente. Estamos preparados para la dicha, para el encuentro, para la mirada, para el tacto; no estamos en un valle de lágrimas.
Hasta ahora hemos estado pensando estrategias para reducir el malestar, reducir el dolor, el sufrimiento. Hemos sido bastante capaces de hacerlo: en los últimos treinta años hemos desarrollado técnicas cada vez más eficaces, pero nos falta ese elemento final, cómo hacer, cómo inducir, cómo crear condiciones para que la gente sea más feliz. Y ese va a ser el nuevo reto.
No existe una droga de la felicidad, simplemente son antidepresivos, pero hay que decir que no son muy eficaces, a no ser que se administren a pacientes con una extremada gravedad. Y aún así, su eficacia no es muy alta. Hay ‘drogas’ muy ‘baratas’, que son la compañía, el intentar que tu actividad diaria, sea la que sea, tenga algún sentido, y esas sí pueden ser eficaces.
Hay una idea de que la felicidad es automáticamente alcanzable. Necesitamos ser felices aquí y ahora. Una pastilla, en el mejor de los casos, puede mejorar el estado de ánimo, pero no dar sentido a la vida.
Si hubiera que elegir un ingrediente básico de la felicidad humana sería la posibilidad de amar y ser amado y eso significa compañía, cercanía. Quizá sea mejor hablar de bienestar, la palabra felicidad está más gastada. El mantenerse activo y el dar, el ser generoso, son elementos fundamentales para la felicidad.
Si tuviéramos una tarta que explicase qué es la felicidad, probablemente el 50% viene con nuestros genes, el temperamento y las experiencias muy tempranas. Luego, hay un 10% que tiene que ver con si eres hombre o mujer, si tienes una educación alta o baja, o si tienes mucho o poco dinero. Pero el 40% restante tiene que ver con las cosas que intencionalmente hacemos en nuestro día a día. En una ocasión, en el aeropuerto de Viena, cogí un folleto en una de esas tiendas libres de impuestos que decía: “La felicidad es comprable”. Pero no es comprable. Ahí tenemos a Cristiano Ronaldo: Cristiano está triste y Cristiano es rico, guapo y un gran jugador.
El otro día, oí un programa de deportes en el que entrevistaban a un medallista paralímpico español, creo que era ciego, y él decía que no cambiaría su vida por la de nadie. Después de un trauma es frecuente sonreír más y mejor. No ocurre siempre, pero entre un 50 y un 60% de las personas no sólo recuperan su identidad previa y su estado de ánimo, sino que incluso están mejor, es lo que se llama crecimiento post-traumático, crecimiento después de un trauma. Con frecuencia, se sienten mejor preparadas para afrontar el futuro, más empáticas con la gente que ha sufrido momentos parecidos. Nosotros hemos hecho un estudio con personas que han sufrido un infarto de miocardio y la mayor parte cree que el infarto le ha hecho discriminar lo que merece la pena de lo que no y sienten que su vida va a mejorar en el futuro.
Una de las cuestiones importantes para estar relativamente bien en la vida es la aceptación, y aceptar significa ver las cosas como son. En el caso de muchos parapléjicos, se observa que, tras haber sufrido el accidente que les condujo a ese estado, al cabo de muy pocas semanas, las emociones positivas prevalecen sobre las negativas. Aceptar es un primer elemento, es un primer ingrediente, pero aceptar no es someterse. La sola aceptación puede llevar a la sumisión, a la resignación.
Estamos muy preparados para anticipar lo malo, porque es algo que nos permite sobrevivir. Si ves el número de adjetivos positivos y negativos que existen para calificar la realidad, resulta que existen tres veces más adjetivos negativos que positivos. Pero después, en el día a día, no estoy muy seguro de que la disposición mental de la gente sea ésta. La confianza es un pilar muy básico en el ser humano.
Todo pasa. Cuando nos invade el dolor, nos impide ver cosas que desde fuera se ven. Las respuestas humanas frente a la adversidad y las contrariedades son muy variadas y nos tenemos que olvidar de los clichés.
Entrevista adaptada de la periodista Gloria Díez a Carmelo Vázquez catedrático de psicopatología.