El Ministerio de Trabajo ha iniciado una cruzada en contra de la economía sumergida, esa lacra que supone el 20% del PIB español y que provoca pérdidas inconmensurables a las arcas de la Seguridad Social, una economía sumergida que nace de la propia picaresca del pueblo español, pero también de las rigideces de un mercado laboral que no satisface las necesidades de empleados ni empleadores.
Por ello es conveniente que la sociedad española realice una reflexión conjunta sobre la esencia de esta economía sumergida, sobre su existencia y las razones de la misma, porque a poco que se piense sobre ello se llega a la conclusión de que no beneficia a nadie, entonces, ¿por qué sigue siendo tan importante?
A los empleados no les beneficia ya que no son dados de alta en la Seguridad Social, con lo que pierden años de cotización y posibles derechos adquiridos ante futuras prestaciones sociales. Además, no quedan cubiertos ante accidentes laborales, entonces, ¿por qué están dispuestos a trabajar en la economía sumergida?
A los empleadores tampoco les beneficia, porque no pueden desgravarse la inversión que realizan en mano de obra (ya sabes que no me gusta llamar gasto al empleo), con lo que acaban pagando más a Hacienda de lo que deberían, entonces, ¿por qué están dispuestos a mantener trabajadores en la economía sumergida?
Muy sencillo, porque la regulación laboral española es muy rígida, no se adapta a las necesidades de cada empresa, ni permite a los trabajadores compaginar diferentes puestos de trabajo. A las primeras les sale demasiado caro contratar oficialmente a sus trabajadores y a los segundos les deja de compensar el trabajo si cotizan por varios pagadores diferentes.
Vivimos en el siglo XXI, pero nuestra regulación laboral es de principios el siglo XX, con algunos parches bienintencionados, pero que no han funcionado como deberían. Necesitamos liberalizar el mercado laboral, sin complejos, permitiendo que trabajen los que quieren trabajar y expulsando del mercado a los que se limitan a ganar un sueldo sin hacer nada, no hay nada más equitativo, nada más de izquierdas que la igualdad de todos los ciudadanos ante el trabajo, que la obligación de todos por igual y los derechos para todos en función de su trabajo. Todo lo demás son paparruchas obsoletas que no hacen más que contentar a los que viven de lo políticamente correcto, mientras siguen cobrando su sueldo de funcionario.