Ášltimamente con la ola -más bien vendaval gélido- que nos invade, se suelen destacar los aspectos negativos de las sociedades desarrolladas. Por ejemplo, las desigualdades, el incierto futuro, el bajo nivel educativo, el problema medioambiental. Raramente se ponen de manifiesto rasgos positivos; y eso, precisamente, es lo que voy a hacer ahora.
Un logro que arroja un saldo claramente favorable es el alargamiento de la vida y el enriquecimiento, en calidad y contenido, de esa etapa que llamamos, con un eufemismo un tanto frío, la Tercera Edad y a la que podríamos llamar ahora, con una expresión de bellas reminiscencias clásicas, la Edad Dorada. En efecto, lo que antes era una etapa achacosa y frecuentemente determinada por la pobreza y la escasez se ha convertido en una etapa llena de posibilidades. Gimnasia, cursos, viajes, reuniones y actividades sociales. Son muchas las opciones que tienen hoy los mayores para llenar un día sin tedio y con sentido. Atrás quedan los problemas de la edad madura -trabajo, hijos, economía- que nos absorben la energía de una etapa de la vida como una sanguijuela liba la sangre de su víctima. Ahora, liberado de estas trabas, se puede uno permitir mirar a la vida con cierto sentido lúdico y con la serenidad de la experiencia.
Hay un camino que en España no está todavía tan transitado como en otros países europeos, aunque ya se comienzan a dar pasos significativos. Me refiero al voluntariado. Los mayores pueden prestar todavía muchos servicios a la sociedad, aprovechando su bagaje de experiencia. En algunos lugares se ocupan de hacer de guías de monumentos o de colaborar con bibliotecas. El camino de las organizaciones humanitarias (Manos Unidas, Cruz Roja), cada vez más asentadas en nuestra sociedad, también es una estupenda posibilidad. Hay organizaciones empresariales que aprovechan a empresarios seniors para que asesoren, desde su experiencia, a los nuevos emprendedores. En fin, este es un camino que sólo hemos comenzado a andar. El llamado capital humano es la primera riqueza, no el petróleo ni el dinero. No podemos dilapidarlo alegremente.