Esta España oficial que manda a joder a boca llena a quienes no aplaudan con su “que se jodan” y tira porque le toca, está siempre girando alrededor de su ombligo, sin que le tiemble el pulso como en los tiempos de El Pardo con aquella ventana en la noche, resplandeciente, centinela de Occidente, luz perenne. Ahora aquí, a estas alturas de la jodienda, se rueda una nueva versión incluido el toro ibérico en el ruedo del paisaje. Retomando aquella historia de la emigración masiva de “Vente pa Alemania Pepe”, década de los sesenta, cuando la España irredenta “Reserva espiritual vigilante alerta frente al complot judeomasónico y el oro de Moscú”, padecía una crisis de tal volumen, que los López del OPUS ministros desplazaron a la gloriosa falange y generales apolillados, apostó por salvar la patria de la acuciante catástrofe que padecía.
Y la verdad sea dicha con dios o sin él, pues parece estar de vacaciones o “asuntos tos propios”, entre el turismo de suecas y alemanas con bañadores reducidos sedientas de sol y sangría, taconeo de tablaos flamencos en serie, tomaron las playas con apetitoso muslamen deportivo y pechos palpitantes. Aquella explosión de turistas despelotadas fue la primera inyección que abrió el camino hacia el “Milagro español” de “25 años de Paz”. La segunda inyección fue la de miles y miles de españolitos, mano de obra barata en paro o percibiendo sueldos de miseria, que cogieron sus maletas de madera, que de cartón solo eran las de la metrópoli, para cruzar las fronteras hacia la Alemania de Adenauer y el “Milagro alemán”, con la que espantar el hambre de los suyos enviando marcos a la España de Paco Soria y Marisol y Juanito Valderrama con “El emigrante”.
Y ahora, jóvenes que llegasteis a este mundo tras la dictadura, medio siglo después, volvéis a interpretar la historia de senderos luminosos y no menos dolor. Vosotros, nuevas generaciones huyendo del paro y la caridad, la desesperación y la humillación. ¿Tanto hidalgo para qué? Aunque ahora ya no es simple mano de obra barata, como la de los sesenta ya solo historia de aquellos carpinteros, chapistas, albañiles, impresores, que fueron bien recibidos y deseados, hasta el extremo de dejar en esa década dignamente alto el pabellón de España. No la del dictador y Caudillo Francisco Franco por la “Gracia de Dios”, sino el retrato al natural de pueblo trabajador con amor propio y coraje, proletario que olía a universo como en el poema de César Vallejo, con su:
MALETA DE MADERA
Maleta de madera:
prisión rectangular
de mi pueblo,
emblema trágico
de nuestra pobreza.
Oscura mercancía
a hombros de la miseria
de tercera en tercera
te arrastras día y noche,
como lecho,
como mesa,
como asiento.
Maleta de madera,
trágico capítulo
de nuestra historia
de tercera en tercera.
Hoy, los nuevos emigrantes no llevan al hombro maletas de madera o de cartón, son de sólido plástico y con ruedecitas para aliviar el peso, viajando en aviones que en poco más de tres horas los dejan frente a la catedral de Colonia o la Puerta de Brandenburgo. Con la ventaja al no tener que soportar los discursos de los ministro franquistas animando a “Hacer Patria, demostrar: Que sois España”. Tampoco curas con sotanas bendiciendo los trenes repletos mano de obra barata apiñada en vagones de tercera. Pero al final, y muerto el combatiente, es la misma historia remozada. Con la ventaja que ahora podéis apretar y besar a la compañera en la puerta del túnel que conduce al avión que cortará el aire hacia El Dorado, sin tener que justificar el abrazo de despedida, explicando que es la hermana a quien abrazas, para que los grises vigilantes o un falangista te diera dos tortas y llamara puta a tu amiga o compañera por “acto deshonesto”. Ahora, de momento, solo gritan desde las gradas “¡Que se jodan!”.