Haciendo uso del oportunismo más lacerante, pero necesario en este caso, y al amparo de la situación de crisis nuclear que ha provocado el tsunami en Japón, el cuál, dicho sea de paso, está dejando en segundo plano la debacle humanitaria, el debate sobre la conveniencia o no de la energía nuclear ha saltado a la actualidad informativa.
Un debate que se suele teñir de posicionamientos políticos, cuando debería de plantearse sobre cuestiones puramente técnicas. El estar a favor o en contra de la energía nuclear no debería de estar relacionado con el hecho de ser de izquierdas o de derechas, sino con el riesgo de seguridad que una central nuclear, y los residuos que produce, conllevan.
No me sirve el argumento de que la energía nuclear serviría a España para reducir su grado de dependencia energética con el exterior (casi el 80%), porque tanto el uranio que alimenta los reactores como la tecnología que los hace funcionar son importados, por lo que por muchas centrales nucleares que construyéramos seguiríamos con la misma dependencia.
Y es que el pragmatismo económico se ha impuesto como la razón fundamental para defender la existencia de las centrales nucleares, un pragmatismo que tiene más que ver con la ceguera del corto plazo que con la realidad económica. Es cierto, que a corto plazo la energía nuclear es más barata que las energías renovables, pero no porque sea menos cara su producción, sino porque las centrales nucleares ya están amortizadas, mientras que las energías renovables exigen una inversión, que en su día se hizo en las centrales nucleares y que ahora no recordamos, o no queremos recordar.
España tiene las condiciones naturales para producir gran cantidad de energías renovables, la tecnología autóctona para hacerlo y la convicción de gran parte de la ciudadanía para su utilización, ya sólo falta el compromiso de los gestores públicos. Según datos de Greenpeace, se podría llegar a un abastecimiento eléctrico absolutamente renovable para el 2050, y para ello bastaría con realizar la inversión necesaria. Una inversión cara, en el corto plazo, pero barata si se mide en términos de contaminación y de calidad de vida, y, en ningún caso, más cara de la que se hizo al construir las centrales nucleares que ahora están llegando al final de su vida útil.
El ser humano ha creado la tecnología necesaria para aprovechar fuentes de energía limpias, en lo que, por cierto, España es una potencia mundial, y la única razón que está retrasando su crecimiento en el mix energético es la fuerza de los productores de petróleo y de las empresas nucleares, así como los intereses creados, malditos intereses creados, de los Gobiernos de turno.
Las energías renovables son el camino, son la solución y son la única alternativa viable a nuestra vida en el planeta. Si seguimos aferrándonos a las fuentes de energía fósiles y a la energía nuclear conseguiremos acabar con nuestro entorno mientras seguimos debatiendo sobre la falacia de lo caro que son las infraestructuras necesarias.
Y no me acuses de oportunista, porque ya te avisé al comenzar el artículo.