Por José Yorg, el cooperario. “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”.
(Libro Primero de Moisés-GÁ‰NESIS.1:28)
“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.
Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgad”
Pero la tierra no se reproduce, no se expande indefinidamente, y se desató entonces la codicia, trajo consigo el crimen político, el genocidio, la expulsión del hombre por el hombre del paraíso terrenal, nació la era del despojo terrenal.
¿Cómo se dio inicio a esa era, a ese proceso? Nacieron los imperios a inspiración y fuerza de castas organizadas y fundaron sociedades que despojaron al hombre del uso y usufructo de la tierra, denigrándolo a la condición de esclavo. Espartaco encabezó la rebelión que daría fin a la era esclavista promoviendo la caída del Imperio Romano y el mundo se despedazó entonces en feudos.
El feudalismo trajo consigo la oscuridad y el temor omnipotente, cuyas sombras se diluyeron con el iluminismo y la sacudida formidable de la Revolución Francesa, pero no logró su cometido de libertad, igualdad y fraternidad, entonces el despedazamiento terrenal prosiguió.
Advino, tiempo después y movido por la energía a vapor, el capitalismo, y la tierra alcanzó demandas elevadas con sus ganancias y desalojos de campesinos e indígenas: son los latifundistas herederos de aquellos feudales. ¡Hoy, como en el año de 1492, la era del despojo a los aborígenes en Latinoamérica se enseñorea!
Ayer poderosos ejércitos invasores barrían los campos y arrasaban con los labriegos, hoy-mayoritariamente-son los agrobussines que instauran la era de la agricultura sin agricultores.
Paraguay, doliente Paraguay, clama desde sus entrañas una reforma agraria cooperativa como instrumento de aniquilamiento de una estructura económica caduca que sostiene un atraso injusto, reflejo de poderes políticos retrógrados.
Los bienes mal habidos y las tierras del despojo al campesino paraguayo por los invasores brasileros sojistas, son en Paraguay las dos caras de una moneda que evidencia que la era del despojo prosigue, y que visibiliza en toda potencialidad que el modelo sojista es criminal para la vida humana, animal y vegetal.
Lo repito otra vez, aquí y ahora mismo: El mundo que queremos tiene que ver con una vida más plena, un mundo en el que sea posible la armonía con la naturaleza, un mundo donde el trabajo sea una cuestión de arte y talento y no de castigo y sometimiento.
El instrumento para construir ese soñado mundo compatible con la vida sana, armoniosa y equitativa, está a nuestras manos: ¡la
Cooperación!
¡En la fraternidad, un abrazo cooperativo!