Marianismo
El 22 de junio de 2008 pasará a la historia, a modo de 18 de julio de 1936, como la fecha en que la derecha española traicionó a su electorado y se vistió de progre a imagen y semejanza de la izquierda populista, para repartirse los privilegios de los que disfruta el sistema de castas que dirige el devenir del hiperestado español desde 1978.
Ese 22 de julio, Mariano Rajoy Brey, registrador de la propiedad, “finger†candidato heredero de Aznar e Ãnclito presidente del Gobierno tras la manifiesta traición a los ideales del Partido Popular, escenificó lo que serÃa el principio del fin de la derecha polÃtica española y por ende, del estado democrático español. Ese dÃa, Mariano Rajoy, enseñó la puerta de salida a los liberales y conservadores del partido, asumió las tesis prisaico-gallardonianas e inició una senda que nos ha llevado a la ruina en la que nos encontramos.
El 18 de julio del PP, erigió a un lÃder que, a diferencia de los partidos fascistas y a pesar de obligar a la sumisión y arrodillamiento al magnánimo lÃder, no lidera nada, no emociona a nadie y cabrea a todos. Un lÃder de dos caras, ayer manifestándose en Colón por la unidad de España y la defensa de las vÃctimas del terrorismo y hoy arrodillado ante Batasuna-ETA, genuflexo al nacionalismo separatista y artÃfice de la ruina del estado de bienestar español.
«…el marianismo. España se ha convertido en un paÃs más pobre,
menos libre, más injusto y menos solidario.»
Mariano inauguró en el teatral congreso de Valencia en 2008 el marianismo, concepto discutido y discutible, como lo fue España, y definido por su creador como «centro, mujeres, diálogo y futuro». Ya lo hemos visto. Diálogo con la ETA, futuro en manos de Bruselas, mujeres en el paro y centro de todas las crÃticas. Eso era el marianismo que vendÃa en la Cadena Ser, y que hoy sufrimos en nuestras propias carnes con las subidas del IVA y del IRPF, con los bancos malos y regulares y con los multimillonarios rescates a cajas y autonomÃas, que, dicho sea de paso, son dos caras de la misma moneda.
La renuncia del PP a las ideas, impuesto por su rimbombante lÃder, con el apoyo de su barones mediáticos (los Marhuenda, Quevedo, prisanoicos, villanos y demás entusiastas) y los niñatos venidos de las nuevas Generaciones (los Oyarzabal, Moragas, Lassalle y otros intelectuales de relumbrón) han llevado a España a una situación que ni la izquierda de Gordillo hubiera sido capaz de imaginar.
Si el marianismo era excarcelar etarras, legalizar partidos proterroristas, pactar con los nacionalistas y no comparecer en el Parlamento lo tendrÃa que haber dicho antes. Si el marianismo consistÃa en subir impuestos, aplastar a la clase media, gravar el ahorro, rescatar cajas, subvencionar sindicatos y mantener imperturbablemente el hiperestado, deberÃamos haberlo sabido mucho antes. Y si la representación del marianismo era la chulerÃa de Luis de Guindos o de Jorge Fernández DÃaz… casi mejor que no nos lo hayan contado.
La izquierda puede estar orgullosa de contemplar a la derecha española hundiendo España. Los enemigos de España (nacionalistas, separatistas, pseudoterroristas, sindicalistas, comunistoides…) deben estar encantados al ver como España se quiebra sin ensuciarse las manos, viendo como otros, que parecÃan salvadores, son los nuevos villanos.
El tiempo una vez más es el juez supremo que da y quita razones, y hoy, pocos dÃas después de la subida del IVA, tenemos la prueba más clara de lo que se intuÃa que iba a ser el marianismo. España se ha convertido en un paÃs más pobre, menos libre, más injusto y menos solidario. Y todo ello, cosas de la vida, de la mano de la derecha mariánica, hoy llamada centro.