Políticos parlamentarios y sindicatos tradicionales se han convertido en elementos “necesarios”, pero no para los trabajadores o los ciudadanos en general, sino para los grupos de poder dominantes.
- Aquellos que deberían representar los intereses políticos y laborales de sus pueblos se han convertido en los “tíos Tom” del Sistema, que les paga su sumisión con altos salarios y privilegios.
- Ellos son hoy un muro de contención de los impulsos de justicia de los trabajadores de Europa frente a los usureros y corruptos, entre los cuales también se encuentran políticos de una supuesta “izquierda” y sindicalistas.
Por un lado atrapan a los descuidados con su falsa apariencia opositora de hombres buenos, y los mantienen en el redil, y por el otro lado negocian con sus amos y garantizan que “de ahí no pasan” sus afiliados, ya sean políticos o sindicales. Esas son las verdaderas líneas rojas, y no las que nos cuentan en los procesos electorales.
¿Y a dónde deberían pasar?
De la pasividad de dirigidos sometidos a sus políticos domesticados para no molestar a los patronos, a la acción concertada de la gente concienciada. Conjuntamente con los movimientos ciudadanos de indignados y atropellados laboral y asistencialmente, como hasta hoy, tal vez se precise una huelga general de todos los pueblos de Europa. Pero no de un día, sino de los que hicieran falta. Debemos unirnos para superar a la mísera organización que se asienta en Bruselas donde reinan los lobby, los corruptos, los que no son elegidos en las urnas y los que se someten a los dictados de las grandes empresas y arruinan a los ciudadanos con reformas, recortes, deudas públicas y privatizaciones.
No sé cuándo será el día D del «despliegue activo» de la Europa de los pueblos, que conduzca a recuperar los derechos perdidos y exigir los que convengan en el momento hasta conseguir la distribución justa de las riquezas y la democracia real que hoy brilla por su ausencia.
Y para ello se debería comenzar por:
- Que sea delito despedir a un trabajador
- Que sea delito desalojar a una familia de su vivienda
- Que sea delito privatizar bienes y servicios públicos
- Que sea delito la pobreza infantil
- Que sea delito retirar las ayudas sociales a viejos, enfermos y discapacitados
- Que sea delito represaliar o despedir a huelguistas
- Que sea delito la financiación de las empresas a los políticos
- Que sea delito incumplir los programas electorales
- Que sea delito financiar a los bancos con dinero público y que los rescatados devuelvan con intereses el dinero de su rescate si no quieren que se les embarguen sus bienes.
- Que sea delito esconder el dinero evadido en paraísos fiscales, y que estos sean desmantelados.
No es fácil, porque concurren dos clases de oposiciones: la conciencia dormida de mayorías que llaman silenciosas y la represión de los gobiernos a quienes actúan como despertadores de esas conciencias, pero ¿quién duda que no sea necesario todo cuanto aquí se expone para ganar esta guerra al neoliberalismo que nos atropella y sangra como una ventosa en las venas de los pueblos?
Indignados de todos los países: uníos
Puede ser urgente, desde ya, una coordinación inter-europea de base- una asamblea permanente y paralela a los gobiernos europeos. Ya se hace en las celebraciones de las Cumbres de los Pueblos o con los Premios Nobel alternativos. ¿Por qué no extenderlas al ámbito socio-político? ¿Por qué no conseguir que indignados de todos los países, europeos y no europeos, adopten acuerdos internacionales para promover acciones pacíficas, pero persistentes y bien programadas para neutralizar esta enorme agresión del 1% de humanos ricos contra el 99% restante? Y en el caso de Europa, sentar las bases teóricas y prácticas para la otra Europa necesaria: la dirigida por los » de abajo».
Las fronteras deben ser abolidas, los refugiados deben ser acogidos y la unidad prevalecer sobre la dispersión. Por tanto, la vieja idea del nacionalismo debe ser superada, y el yo debe dar paso al nosotros, primero a nivel de la conciencia personal, luego a escala europea y, finalmente a escala mundial.
Pero no se trata de formar unos Estados Unidos de Europa o de otros continentes con la filosofía del sistema neoliberal que impera, sino unos EEUU desde las necesidades de los pueblos. Y para llegar a esa conciencia unitaria y reivindicativa se hace preciso un cambio de conciencia generalizada que aspire a la justicia, a la libertad, a la hermandad, a la unidad y, desde luego, a la igualdad.
Este mundo no tendrá solución mientras tengamos un 1 % dominando al 99 % restante asustado, pasivo o dividido. Que no nos cuenten más cuentos para niños que deben dormirse. Hay que despertar.