Esta foto retrata un atentado suicida en Tel Aviv, capital de Israel.
Hubo bastantes muertos. Más que bastantes heridos. Gente inocente: viandantes, parejas que tomaban un café en una terraza, madres paseando con sus hijos.
Familias destrozadas por culpa del eterno odio político entre Israel y Palestina, o, mejor dicho, del Mundo entero en contra de Israel y EEUU.
Cuando un misil israelí impacta sobre un refugio de milicianos, nuestros medios de comunicación nos hinchan las narices con lo malos que son los israelíes y la pena que debemos sentir por los palestinos.
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Señores, las víctimas no se cuantifican. Decir ‘sí, yo maté diez pero tú cien’ es un argumento falaz y totalmente amoral cuando se trata de vidas humanas.
Y en los atentados suicidas cometidos en Israel, ha habido muertos y heridos inocentes. ¿Por qué los medios de comunicación no hablan, por analogía, de lo malos que son los palestinos y las pobres víctimas inocentes israelíes?
Porque la vida es la vida. Y muchos palestinos conviven en paz con los israelíes; es más, la religión judía nace en Palestina.
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Víctimas son víctimas: con sangre y con familiares destrozados. Dejemos de colorear la información para hacer ‘creer’ que hay buenos y malos.
Una víctima no es buena ni mala.