Religión es una palabra de origen latino que significa «acción de ligar (atar con ligas) o rodrigar» . La acción de rodrigar significa ponerle un «rodrigón» a un árbol (clavarle al lado un palo tutor) para que crezca derecho, sin torcerse, orientado…
Pero me pregunto ¿qué tiene que ver el estudio de probabilidades con los dogmas religiosos? A una primera instancia, al parecer, ninguna; no obstante, son de particular importancia. Si la creencia religiosa me dice que Moisés dividió el Mar Rojo para que pudiera pasar el pueblo judío rumbo a su Á‰xodo, porque Dios estuvo con ellos, debo analizar, sin pecar de blasfemo, todos los pormenores para que la naturaleza se comporte de una manera no lógica; desde las condiciones climatológicas de la época, los niveles de embalse del Mar, y todo lo que sucedió con la flora y fauna habitante de sus aguas, lo que provocó en el medio ambiente, todas las consecuencias de la ocurrencia de este fenómeno, etc. Quiero decir: ¿cuál es la probabilidad de que, en condiciones normales, un hecho fantástico ocurra? Alguien puede decirme que Dios no necesita condiciones adecuadas para actuar, sin embargo, considero que Dios no puede actuar dejando tras de su actuación secuelas que puedan afectar a otros hechos relacionados. El más simple hecho tiene consecuencias relacionadas, tanto en mi vida como en el resto de personas y del mundo. A veces hechos insignificantes pueden acarrear secuelas muy grandes; que no las sepamos (o que no las lleguemos a saber) no quiere decir que no las haya o que no hayan ocurrido. Que me digan que crea a ciegas que tal hecho ocurrió, no quiere decir «fe». La fe involucra un razonamiento y ciertos conocimientos que hagan factible la ocurrencia de un hecho o no. La fe desligada del conocimiento podemos catalogarla, ante todo, de fanatismo, pero nunca de fe. La fe sin conocimiento es similar a la superstición.
Los dogmas religiosos casi me han obligado (obligado mismo) a que crea a ciegas que muchos acontecimientos relatados en la Biblia son ciertos, sin que intervenga para nada el uso de la razón para su discernimiento. Son dogmas de fe, me dicen, por lo tanto, debo creerlos y aceptarlos, aunque mi razón y el conocimiento me indiquen otra cosa.
Sin entrar en profundidad filosófica o teológica, quisiera realizar algunas reflexiones sobre algunos dogmas que requieren de cierto conocimiento para que los mismos tengan el carácter de tales, es decir de dogmas religiosos.
Veamos, la religión me obliga a creer que Dios creó los cielos y la tierra. Y no solo en el estado natural de hace miles o millones de años, cuando los seres vivientes aparecieron en la Tierra, sino tal como se la ve hoy en día. En otras palabras, me dicen que Dios ha creado la Tierra tal como se presenta ahora, con sus mares, sus ríos, sus montañas, su vegetación, sus flores, su fauna, etc. Pero el conocimiento nacido de la investigación nos da cuenta de que el mundo que conocemos es muy diferente del de hace millones de años. La geología de las montañas ha variado por diversos factores, ya sea climatológicos, ambientales, sismológicos, etc. y hasta por el paso del tiempo. El suelo que pisamos no es el mismo. El aire que respiramos tampoco. El agua que bebemos ya no es igual. Todo se ha modificado por diferentes factores y el ser humano mucho ha tenido que ver en ese cambio. Algunos pueden decirme que la constitución interna y hasta el color de una flor no ha cambiado y que la vegetación tiene el mismo ciclo natural; puede ser, pero la que tenemos ¿fue la de hace millones de años? Hasta el propio ser humano ha sufrido mutaciones en su fisiología, anatomía y en su físico. Y ni pensar en su aspecto mental. Los continentes no son iguales: la erosión, los cambios climáticos, las inundaciones, y la contaminación del medio han variado sus formas y su constitución geológica.
El simple hecho de leer: «Dios creo los cielos y la tierra» conlleva una carga muy grande de razón y conocimiento. Desde la creación de la escritura y los signos hasta el aprendizaje de la lectura de quién lo lee, y no se diga de quien piense qué son los cielos y la tierra. El concepto de cielo y de tierra ha variado desde que fue escrito el primer versículo de la Biblia. Hace no pocos siglos se consideraba a los cielos, desde el aspecto físico, como una bóveda azul celeste que rodea la tierra y que las estrellas estaban suspendidas en dicho manto. La Tierra fue concebida como un espacio de suelo plano extendiendo sus fronteras solamente al Este y Oeste, fuera de este espacio solo los más valientes se atrevieron a explorar y no es sino hasta el año 1492 que el mundo Europeo «descubre» un nuevo continente: América. Entonces ¿qué es lo que pensaban los que escribieron esta sentencia? ¿Qué fue lo que pensaron sobre lo que Dios creó? Hoy sabemos de la magnitud del Universo, pero aún no sabemos cómo se gobierna todo el Sistema.
Cuando el hombre alcance el conocimiento total del Cosmos, a lo mejor entonces empiece a comprender a Dios. Y comience a comprender su rol en el Universo.