“Quien no ama, no ha conocido a Dios, ya que Dios es amor” (Jn 4, 8)
Dos opiniones de twiteros me inspiraron estas notas.
Una, que afirma que a Jesucristo no se le puede encerrar en ninguna ideología.
Y la que sostiene que, el pueblo venezolano está harto de tanta política y quiere un mensaje bíblico para estos tiempos. Nuestro Santo Papa, Benedicto XVI, cuando habla, sus palabras dejan efectos locales y universales.
Estando, recientemente, en Venezia (Italia), ha dicho: “El Evangelio no es utopía ni ideología sino la fuerza más grande que transforma el mundo”. Entiéndase bien: la fuerza más grande que hay en el mundo.
¿Por qué? Porque se funda en Dios que es amor. El culmen de ese amor es Jesucristo enviado por Á‰l para salvarnos a todos.
Jesucristo vino a servir y no a ser servido. Vino a dar su vida por los demás. No condena a nadie, perdona. El Sumo Pontífice, desde la Basílica de la Salud en Venecia, apela a tres sencillas y sugestivas metáforas: agua, salud y serenísima.
La ciudad citada pudiera ser calificada como ciudad líquida. El agua abunda para hacerlo; pero, Benedicto XVI, la califica como ciudad que “renueva constantemente su belleza, bebiendo de las fuentes benéficas del arte, del saber, de las relaciones entre los hombres y entre los pueblos”.
Ciudad líquida es “la patria de una cultura que se parece cada vez más a lo relativo y a lo efímero”, dice el Santo Papa.
Un mensaje bíblico es seguir a Jesucristo. Cultivar la fe cristiana y hacer que ésta rija nuestra conducta y actividades.
Jesús es “salud” del hombre. Lo salva. Le libera de sus “parálisis físicas, psíquicas y espirituales: lo cura del corazón, de la cerrazón egocéntrica y le hace gustar la posibilidad de encontrarse verdaderamente a sí mismo, perdiéndose por amor de Dios y del prójimo” (Benedicto XVI dixit).
Una sociedad sin valores, sin rumbo, sin sentido de la vida, es una sociedad moralmente enferma. Es la enfermedad del alma.
Sólo una fuerza – la única en el mundo – puede transformarla y hacerla renacer. Ya ha ocurrido en momentos históricos estelares de la humanidad.
Quisiera recomendar la lectura de la carta apostólica Salvifici Doloris de Juan Pablo II que habla del sufrimiento moral más doloroso que el sufrimiento físico. Fue escrita en 1984.
Serenísima resulta una sociedad, una civilización de la paz, fundada en el respeto mutuo, en el conocimiento recíproco y en relaciones de paz. Es un futuro que todos, cristianos y personas de buena voluntad, debemos construir. Es una invitación de mi admirado Santo Papa, Benedicto XVI, para todos.
No olvidar que el Evangelio de Jesucristo es la fuerza más grande para transformar al mundo y que a Cristo no se le puede encasillar en ninguna ideología. Jesús es amor para todos.