Karma

La felicidad

A menudo supeditamos nuestra felicidad a factores externos que nos influyen, o que dejamos que nos influyan, haciendo que nuestro día a día se vea afectado por esas circunstancias ajenas a nuestro devenir. Hay días en que, sin saber bien porqué, estamos taciturnos, obcecados, abstraídos, alicaídos, o simplemente enfadados. Bien por haber soñado con determinada patochada que nos ha hecho estar con los nervios de punta la mayor parte de la noche. Haciendo que cuando nos levantamos estemos cansados e irascibles aunque haya días en que no recordemos nuestros sueños.

Hay veces que nuestra vida sufre un giro maravilloso que hace que la vida nos parezca maravillosa. En cambio, cualquier circunstancia por ridícula que sea, puede hacer que toda esa maravilla se vaya al cuerno, haciendo que las nubes pueblen nuestro horizonte. Así de frágil es nuestra felicidad. Así de estúpidos somos. Necesitamos, para alegrarnos la vida, consumir cualquier factor que nos haga reír o simplemente sonreír, por ello compramos comedia en todos sus aspectos. No somos capaces de reírnos de nada por nosotros mismos. Hemos perdido la capacidad de, no ya reír a carcajadas, sino de simplemente sonreír ante todo lo que nos rodea, de cualquier suceso que nos sobrevenga.

En esta estúpida sociedad que hemos creado entre todos y de cuya creación culpamos a unos pocos, se ha perdido el buen humor. Se ha perdido la simpatía. Por no hablar de valores y educación, que esos, no es que se hayan perdido, pues hoy día nos congratulamos de su adiós. De modo que no sabemos ser felices salvo si las circunstancias que nos rodean nos son propicias.

Necesitamos estímulos extraños para sonreír, cuando, por el mero hecho de que nuestra pareja nos aguante, nos deberíamos sentir halagados. Ver que nuestro hijo nos besa y abraza nos debería valer para disipar cualquier nubarrón que amenace nuestra existencia. La llamada de un amigo interesándose por nosotros y diciendo que quedemos a tomar algo para hablar de nuestras cosas, nos debería llenar de orgullo. El típico rato de risa en el trabajo, aunque venga provocado por el estrés acumulado, nos debe hacer pensar en los buenos compañeros que tenemos a nuestro lado. Todos ellos son motivos más que suficientes para ser felices, para estar felices, para tener buen humor.

Solemos esperar a que las circunstancias nos sean propicias para que nuestro humor concuerde con las circunstancias que nos rodean. Olvidándonos que tiene que ser al revés. Pues debemos, con nuestro buen humor, influir en todo lo que nos rodea. Porque no debemos esperar a que las circunstancias endulcen nuestro humor. Es decir, no debemos esperar que las circunstancias nos hagan felices, sino que debemos ser felices y, así, cuando los factores externos concuerden con nuestro humor, ese día será maravilloso e inolvidable. Dejemos de fruncir el ceño y empecemos a sonreír y a disfrutar plenamente de la vida. Inhalad el aire en una gran bocanada y extraed todo el meollo a vuestro día. Observad cualquier gesto de la gente que os rodea, pero para bien, que siempre lo hacemos para mal; observad a vuestras parejas, a vuestros hijos, amigos o compañeros de trabajo y veréis que la vida merece la pena.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.