Acostumbro a salir a correr con menos frecuencia de la que desearía.
Con el permiso de la autoridad y si el tiempo no lo impide, me gusta recorrer las riberas de nuestro río y sus caminos aledaños cruzándome con innumerables corredores más, paseantes, ciclistas y demás ciudadanos que apuestan cada vez más por respirar aire puro, tomar el solecito y cuidar su salud mediante estas sanas prácticas. El ejercicio al aire libre es, sin duda, una medicina natural que contribuye a que nuestro cuerpo y mente se encuentren mejor cada día alargando la esperanza y calidad de vida.
Sin embargo, tal idea colisiona frontalmente con la realidad que nos envuelve y en la que, sin duda, nuestros ingeniosos gobernantes han acabado dándose cuenta: si vivimos más y más sanos, el dinero disponible será insuficiente para sufragar las pensiones que hemos de cobrar aquellos que luchamos por conservar una salud aceptable el día que nos toque (si ese día realmente llega a presentarse, claro). Por ello se les ha ocurrido la brillante idea de calcular el incremento o detrimento de las mismas en función de cómo se hallen las cuentas del estado en el momento de su cálculo mediante una “sencilla” fórmula en el que el IPC ni está, ni se le espera. Cabe entonces pensar que, tal y como intentaron engañar a Europa al calcular el déficit asignando al ejercicio posterior algunos apuntes que deberían figurar en el corriente, no dudarán en hacer algo parecido para engañarnos a nosotros y mantener a costa del indefenso contribuyente una vez más un estado que se tambalea sin tocar un ápice su estatus de privilegio. Porque lo que sí que es cierto es que no se tiene noticia de que, para ayudar a sanear la agujereada caja del estado, nadie haya escuchado comentar a nuestros amables gobernantes que van a empezar por ellos mismos y sus amigos rebajándose los sueldos, dietas, comisiones, prebendas, sobres, primas, premios, honorarios, complementos, retribuciones paralelas, pensiones vitalicias, generosos ceses, ingresos extras, asignaciones complementarías, gratificaciones, aportaciones, compensaciones, indemnizaciones en diferido, simulaciones de finiquitos y otros emolumentos diversos cuya ingeniería contable produce sin descanso.
Pero no desesperemos; ya hace tiempo que se oyen voces (por sus amigos los banqueros orquestadas) que nos avisan de que hemos de procurarnos un plan de pensiones privado, que ellos administrarán y utilizarán para especular y que con suerte un buen día también desaparecerá como lo han hecho las famosas “preferentes” sin que nadie sepa al final dónde está el dinero y sin posibilidad alguna de recuperación perdido entre oscuras tramas legales y especulativas hallándose en realidad en algún paraíso fiscal a nombre de complicadas sociedades interpuestas que no son sino oscuras tapaderas de ellos y sus amigos.
Ante tal panorama solo nos queda ahorrar debajo del colchón o ponernos de nuevo a fumar ya que la futura ley de casinos nos lo permitirá de nuevo abandonando sanos hábitos para quitarnos pronto de en medio y así no tener que mantener vigorosos jubilados.