Sociopolítica

La «fuente» de Ana Mato

photo credit: Irekia via photopin cc

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A Ana Mato, la decidida ministra de Sanidad de Mariano Rajoy, le es imposible ocultar la descomunal fuente que se ha descubierto en su jardín. Es lo que tiene la opulencia: que se nota demasiado. No puede negar la existencia del presuntuoso coche, marca Jaguar, que le regaló a Jesús Sepúlveda, su exmarido, el cabecilla de la trama corrupta GÁ¼rtel, Francisco Correa. Es el signo suntuoso de unas extrañas relaciones que, si fuera una comedia, servirían para hacer una mala imitación de Una terapia peligrosa, película en la que el psiquiatra que encarna Billy Crystal no puede dar crédito a la fuente de agua que el mafioso Paul Vitti (Robert de Niro) le obsequia por su “amistad”. En ambos casos, fuente y coche evidencian los entresijos que señalan la ‘complicidad’ existente de estos personajes con el mundo de la mafia. Con una diferencia: mientras el psiquiatra es “obligado” por la fuerza a atender al mafioso, Mata y su marido lo hacían por… no consta.

Ana Mato afirma que no le consta nada de lo que se le acusa, aunque se paseara en el coche por todo Madrid. Tampoco le consta que la trama GÁ¼rtel organizara las fiestas de cumpleaños de sus hijos, en las que se invirtieron cerca de 5.000 euros en confeti, payasos y globos. La Unidad de Delitos Económicos y Fiscales de la Policía (UDEF) atestigua en un informe que los generosos mafiosos gastaron en obsequios a esta distinguida familia la cantidad de 60.000 euros, junto a bolsos para la señora y viajes turísticos. Es lo que tiene la avaricia: que deja rastro y también se nota.

Esta `amiguita´ de Aznar, perteneciente al clan de Valladolid en los procelosos años 80, eterna candidata a las quinielas ministeriales hasta que finalmente Rajoy la premia con el Ministerio de Sanidad, Asuntos Sociales e Igualdad, siempre ha sido una leal fiera de caza contra cualquier pieza que el Partido Popular quisiera batir. No le tiembla la voz ni palidece si le encomiendan desprestigiar, por ejemplo, a Andalucía, soltando aquello de “los niños andaluces son prácticamente analfabetos” o que “los niños andaluces impartían las clases en el suelo”. No se le descoloca ni una pulsera.

Acostumbrada al dispendio exquisito en los tiempos de bienes gananciales, no se inmuta cuando desde el ministerio impone el copago farmacéutico; la retirada de la tarjeta sanitaria a los inmigrantes en situación irregular; la exclusión de la Seguridad Social de centenares de fármacos de uso cotidiano (mucolíticos, antitusivos o antidiarreicos); el pago del transporte sanitario no urgente (ambulancias) y de las prótesis ambulatorias (sillas de ruedas, muletas y férulas), que se consideran accesorios y, por tanto, servicios sujetos a la aportación por parte del usuario; la redefinición (adelgazamiento) de la cartera de servicios mínimos en la sanidad y la disminución o eliminación de las ayudas a la ley de Dependencia y las subvenciones por discapacidad. Pretende así ahorrar millones de euros en lo que considera un gasto insostenible: el derecho a la salud de los españoles.

Claro que con un Jaguar, la tez bronceada y un estilo respingado no se suele acceder a ningún hospital público, sino a pulcrísimas clínicas privadas, en las que no se comparten habitaciones con otros pacientes ni se atiende a nadie cubierto sólo por la Cartilla Sanitaria. Precisamente, estos centros elitistas son los que registran una mayor demanda gracias a los recortes de la medicina pública y los que sirven de modelo para “externalizar” servicios y prestaciones de los hospitales públicos, aunque en realidad la sanidad española sea la menos financiada entre los 15 países de nuestra magnitud en la Unión Europea (6,5% del PIB en comparación al 7,3% de promedio en UE-15, según Vicenc Navarro: “Los recortes en la sanidad pública, otra vez”).

La ‘fuente’ de Ana Mato contrasta paradójicamente con la ‘tacañería’ con que esta señora administra la sanidad pública, lo que afecta, no al nivel de vida de la titular del ministerio, sino a la calidad de la atención que dispensa ese servicio público, provoca el descontento de los profesionales que lo integran y el rechazo absoluto de la inmensa mayoría de la población, excepto el de esas clases pudientes que gozan de grandes privilegios y, curiosamente, “extrañas” amistades. Todo muy cómico si se tratara de una comedia, pero que genera un gran sufrimiento en la vida real.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.