El argumento recurrente de la herencia recibida para justificar todas y cada una de las cifras macroeconómicas que vamos conociendo a medida que pasa el tiempo está convirtiéndose en aquello en lo que la recurrencia convierte a quien abusa de ella, en una mera caricatura burlesca sin otro afán más que el de echar balones fuera a la espera de que la crisis pase de largo y poder colgarse medallas inmerecidas.
Sin duda el anterior gobierno hizo cosas mal, al igual que hizo otras bien, pero el PP ya lleva tres meses en el Gobierno y se encuentra en disposición de poder cambiar el rumbo de los acontecimientos a su antojo. Nadie les reprocharía, ni nadie lo había hecho, la negatividad de las cifras, que todos asumíamos y presuponíamos, pero sí que les pedíamos que las hubieran aceptado con la deportividad del Gobierno que llega, comprendiendo que ahora es su responsabilidad lidiar con las mismas y no justificarse en lo mal que lo hicieron los anteriores.
El hecho de que España se encuentre en recesión, una oficialización que ya todos percibíamos en la calle, no es culpa de nadie en particular, sino el resultado de una amalgama de responsabilidades que entre todos hemos provocado. Los excesos del pasado cometidos por todos y todas, la mala gestión de los momentos iniciales de la crisis, la falta de consenso político entre las dos fuerzas más importantes del país y la mastodóntica estructura del Estado autonómica, han provocado, entre todos, que la crisis llegara para quedarse.
Bien haría el PP en dedicarse a gobernar y dejarse de echar la culpa a los demás. Todavía queda mucho tiempo para las próximas elecciones y nadie se acordará entonces de lo que el gobierno de Rajoy haga ahora, por lo que deberían de ser capaces de hacer lo que consideren oportuno, nos guste más o menos, y no cometer los mismos errores de indecisión que sí cometió el PSOE y hacia los que está apuntando ahora el PP.
Porque si seguimos heredando acabaremos por hacernos millonarios.