Ciencia

La homeopatía y sus preparados homeopáticos

Hace unos días conocíamos la noticia de que el Ministerio de Sanidad autorizaba por primera vez el registro de 12 medicamentos homeopáticos (las cursivas son mías). Sobre la homeopatía y la falta de base científica de sus planteamientos han corrido ríos de tinta. Algunas excelentes explicaciones, como esta, esta y esta, pueden encontrarse en muy reputado blog de divulgación científica Amazings.es. Otra recién aparecida la podéis encontrar en el BlogdelBuho. A pesar de todo, merece la pena insistir sobre lo absurdo de los planteamientos homeopáticos, así que lo intentaré una vez más, y de paso conoceremos algo mejor el número de Avogadro.

AVOGADRO Y SU NÁšMERO

El nombre del Número de Avogadro, hace referencia al físico, químico y conde italiano Amedeo Avogadro, que vivió a caballo entre los siglos XVIII y XIX. Puede causar extrañeza que un noble se dedicara a la ciencia, pero eso era algo mucho más habitual en el pasado que en la actualidad. Quizá dentro de poco, dada la política de I+D imperante, vuelva a ponerse de moda, quién sabe… La palma se la llevaría Louis-Victor de Broglie, que era nada menos que príncipe, además de duque, y que recibió el premio Nobel de Física en 1929. Pero volvamos a nuestro conde Avogadro. Decíamos que el número lleva su nombre, aunque no fue él quien lo calculó. Avogadro fue uno de los responsables de que la química “mole” tanto, ya que sus investigaciones ayudaron a clarificar el concepto de mol, una unidad de medida de cantidad de materia tan querida por los químicos como desconocida por el resto de los mortales. Una de las observaciones clave de Avogadro fue que dos volúmenes iguales de gases diferentes, en las mismas condiciones de presión y temperatura, contienen el mismo número de moléculas. Por extensión, hoy sabemos que un mol de cualquier sustancia contiene el mismo número de moléculas, que es, precisamente, el número de Avogadro. Este número, tal y como lo encontramos en los libros de química, tiene un valor de 6,02 x 1023. Se trata de un número muy grande: 602.000.000.000.000.000.000.000, o seiscientos dos mil trillones. En comparación, la deuda de los Estados Unidos (sí, también ellos tienen deuda, y enorme) son unos “miserables” catorce billones de dólares (14.000.000.000.000), y el número de estrellas de nuestra galaxia, cien mil millones (100.000.000.000) casi da risa al lado de  cualquiera de los dos anteriores.

Lo seres humanos tenemos un problema con estos números. Son tan grandes, que no nos podemos formar una idea realista de lo que significan. Nuestro cerebro evolucionó para habérselas con números enteros pequeños: dos hijos, cuatro plátanos, treinta ovejas… El número de Avogadro, simplemente, excede nuestra capacidad de representación mental. Por eso, voy a recuperar un antiguo problema que leí hace muchos años, y vamos a resolverlo paso a paso, para comprender la grandeza de este número. El problema viene a decir: Supongamos que Jesucristo pesaba 80 kg en el momento de su muerte, y que todas las moléculas de agua de su cuerpo se dispersaron por el planeta. Si abrimos el grifo y llenamos un vaso de agua, ¿cuántas moléculas de agua procedentes del cuerpo de Jesucristo habrá en el vaso, en términos estadísticos? Como datos adicionales, el cuerpo humano es agua en un 70%, un vaso de agua puede contener un cuarto de litro, y la cantidad total de agua en el planeta se cifra en unos 1.460.000.000 km3. Antes de seguir leyendo, intentad avanzar una cifra: ¿1, 2, 10, ninguna? Bien, lo primero es unificar las cantidades de agua, utilizando nuestros queridos moles. En el caso del agua, 18 g equivalen a 1 mol, de forma que un cuerpo humano de 80 kg contendrá unos 3.111 moles, mientras que toda el agua del planeta nos da la enorme cifra de 8,11 x 1022 moles (81.111.111.111.111.111.111.111, para ser exactos). Es decir, el porcentaje de moléculas de agua de Jesús en el total es tan pequeño como el 0,00000000000000000384%. En un vaso de agua hay unos 250 g, es decir 13,89 moles, de los cuales, 0,000000000000000000533 corresponden estadísticamente al porcentaje de moléculas de agua de Jesús. No parece mucho, ¿verdad? Pero recordemos que cada mol de agua contiene el número de Avogadro de moléculas individuales, por lo que si lo multiplicamos por el número de moles anterior, resulta una cifra de alrededor de ¡320.000 moléculas! Sin ánimo de parecer irreverente, cada vez que bebemos un vaso de agua, realmente comulgamos con el cuerpo de Cristo, o al menos con varios cientos de miles de sus moléculas de agua.

PREPARADOS HOMEOPÁTICOS

El principio de la homeopatía es que al diluir el principio activo, éste se hace más potente, de forma que es habitual encontrar preparados con 30 diluciones. Una dilución consiste en tomar una parte de disolución del principio activo y añadirle nueve partes de agua, de forma que la concentración disminuye a la décima parte. De esta nueva disolución se toma una parte y se vuelve a diluir en nueve, y así sucesivamente, hasta treinta veces. ¿Qué pasa si aplicamos ahora nuestros conocimientos sobre el número de Avogadro a este procedimiento?

Bien, supongamos que disolvemos 1 mol de paracetamol (unos 150 gramos, o 150 pastillas de 1 g, de las gordas) en un litro de agua. Tomamos ahora 1 ml de esta disolución, que vendrá a contener pastilla y media, suficiente para aliviar el dolor de cabeza que seguro os está produciendo la lectura de este artículo. Para potenciar esa acción analgésica, diluimos homeopáticamente este mililitro 30 veces. Como cada vez se diluye a la décima parte, 30 diluciones equivale a dividir la concentración inicial por  1.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000 o 1030. ¿Cuántas moléculas de paracetamol quedan en el preparado final? En el mililitro inicial teníamos 6,02 x 1020 moléculas. Tras 30 diluciones nos quedan… 0,000000000602 moléculas, es decir, ninguna. Ni el enorme número de Avogadro puede con tanta dilución. Necesitaríamos beber más de un millón y medio de litros de esa preparación para estar seguros de ingerir una sola molécula de paracetamol. Así pues, cuando tomamos un preparado homeopático, estamos tomando, esencialmente, agua pura, sin rastro de ningún principio, activo o no. Si el que realiza la preparación añade un poco de azúcar o algún aroma, estaremos tomando agua azucarada a precio de medicamento. Esto es lo que nuestro Ministerio de Sanidad acaba de aprobar. Saben, al menos, que no causará ningún daño al ingerirse, faltaría más. ¿Conocerán nuestras autoridades sanitarias el número de Avogadro? Espero que, al menos vosotros, lo conozcáis ahora y no lo olvidéis demasiado pronto.

José Ignacio García Laureiro, ISQCH

Fuente: isqch.wordpress.com

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.