Ášltimamente, y tal vez porque me elude, la felicidad ocupa un lugar importante de mis pensamientos. En el afán de entender la felicidad para intentar cazarla como diría Píndaro en Nemeas VIII, he buscado información sobre ella y me he decidido a actuar. Así encontré la organización Action for Hapiness (de la que estoy organizando el capítulo de Panamá) la cual en su texto sobre las 10 llaves para la vida feliz, me hizo notar el valor de la compasión (hacia uno mismo y hacia los demás) para ser feliz.
Reflexionando y buscando acciones que pudiera tomar para propagar la compasión en la sociedad panameña, encontré sendas iniciativas, una denominada Carta por la Compasión (en adelante la Carta) y la otra que impulsa la Campaña Internacional por Ciudades Compasivas (en adelante la Campaña).
Aquella es la que propicia la firma de un documento denominado Carta por la Compasión, la cual nos recuerda que la compasión es el principio que permanece en el corazón de las tradiciones éticas y espirituales, partiendo de la regla de oro que nos pide tratar a los otros como nos gustaría ser tratados.
La Carta nos invita a trabajar sin cansancio para aliviar el sufrimiento de nuestros semejantes, a dejar de lado el egoísmo, aprender a compartir, honrar la dignidad de cada ser humano tratando a todos sin excepción con absoluta justicia, equidad y respeto.
Asimismo nos recuerda que en la vida pública y privada es necesario abstenerse de causar dolor de manera sistemática y categórica, actuar o hablar de manera violenta, obrar de mala intención, manejarse priorizando el interés persal, explotar o denegar derechos, incitar al odio a los otros (aunque sean enemigos), porque ese tipo de actuaciones implican una negación misma de nuestra humanidad.
La Carta reconoce que todos fallamos en vivir la compasión, y por eso nos invita a todas y todos a restaurar el compromiso por la compasión (vinculando particularmente a los jóvenes en esta empresa), cultivando una empatía consecuente con el sufrimiento de los seres humanos, incluso de los que consideramos como enemigos.
La Carta nos hace notar que en un mundo cada vez más polarizado hay una necesidad urgente de transformar la compasión en una fuerza clara, luminosa y dinámica. Arraigada en la determinación de trascender el egoísmo, la compasión puede romper las fronteras políticas, dogmáticas, ideológicas y
religiosas.
Nacida de nuestra profunda interdependencia, la compasión es esencial para las relaciones humanas y para la realización de la humanidad, por ello la Carta nos recuerda que la compasión es el camino indispensable para la creación de una economía justa y de una comunidad global pacífica.
La Carta de la Compasión ha sido firmada por intelectuales como Isabel Allende o Deepak Chopra, empresarios como Kenneth Cole, líderes religiosos como el Dalai Lama o el Arzobispo de Sudáfrica Desmond Tutu, artistas como Peter Gabriel y personalidades como el Príncipe Nikolaos de Grecia y Dinamarca, el Rey y la Reina de Jordania y el Príncipe Pavlos de Grecia.
Por otra parte existe la Campaña Internacional por ciudades compasivas (que se inspira en la regla de oro de la compasión), la cual busca concienciar respecto de los beneficios del actuar compasivamente. El propósito de esta campaña es impulsar liderazgos en ciudades de todo el mundo para que todas sumen esfuerzos a fin de incrementar la compasión a través de iniciativas locales, políticas y proyectos.
La Campaña coadyuva compartiendo historias, investigaciones y herramientas alrededor del mundo las cuales reflejan los beneficios de la compasión para el bienestar de las ciudades. También apoya a los gobiernos y ciudadanos a planear y realizar iniciativas para propiciar las acciones compasivas. Se enfocan en áreas como innovación de acciones compasivas en las ciudades, responsabilidad social empresarial, desarrollo sostenible y participación y gestión comunitaria y cívica.
Así surge la pregunta obligada: ¿qué hay que hacer para que una ciudad se una a la Campaña de Ciudades Compasivas?.
Para ello hay que lograr que el Gobierno o Consejo de la Ciudad firme la Carta y haga una declaración o acto público al respecto.
Sobre este último punto he conversado con la Señora Procuradora respecto del rol que juega el Ministerio Público no sólo en la persecución del delito, sino en su prevención.
Así le señale que otra cosa sino la compasión puede esconderse detrás de su participación en la Comisión Codificadora en el afán de humanizar del Derecho y el Proceso Penal a través de la implementación del Sistema Acusatorio.
Por ello le sugerí que su liderazgo puede jugar un rol importante para que, como quien cierra el círculo, impulse iniciativas como la Campaña de Ciudades Compasivas como una política de prevención. Espero que la sonrisa que me compartió al final de la conversación, signifique que está sopesando la posibilidad respaldar la sugerencia.
Incluso el momento parece propicio para impulsar la iniciática cuando estamos a 17 días de la celebración de los Juegos de la Compasión-La supervivencia de los más amables-2013. Estas Olimpiadas compasivas están diseñadas para hacer de nuestras comunidades lugares más seguros, amables y justo, en resumen mejores lugares para vivir. En los juegos se invita a los participantes a realizar actos aleatorios de bondad o fijarse metas compasivas a través de tareas que asumen en los once días que duran los juegos. Ciudades como Nueva York, Los Ángeles, San Francisco, Montreal, Cincinnati, Houston, o países como la India celebran los Juegos de la Compasión.
Aunque comprendo que tal vez es tarde para organizar los Juegos en Panamá, creo que el Ministerio Público puede organizarlos en el plano institucional. Tal vez la amabilidad de los actos compasivos nos permitan apartarnos por un momento de nuestras importantes funciones, para recordar el trascendental papel que el Ministerio Público tiene a efectos de restablecer la felicidad de quienes sufren los efectos de la actividad delictiva, en atención a la función de perseguir el delito, objetivo que no por ello debe darse sin compasión por el delincuente, obligándonos por ende a recordar y respetar su dignidad humana. Tal vez podríamos también plantearnos preguntas profundas respecto de la felicidad, la compasión y los fines de la pena. Lo dejo ahí de momento
No obstante todo lo que he compartido en las líneas precedentes, confieso estimados lectores que este ejercicio por la compasión llega para mí en un momento bastante complicado en mi vida privada y pública. Ello porque entre otras cosas, he descubierto mis limitaciones en materia de compasión, que la empatía y la bondad pueden ser engañadas, que incluso la compasión puede ser incomprendida y no correspondida, y que hace falta mucho tiempo y amor (tal vez más del que tenemos y menos del que merecemos) para enseñar y aprender la compasión.
Por ello comparto con ustedes el pensamiento magistralmente plasmado por Fedor Dostoiewski en su obra los Hermanos Karamazov, que no es otro que el que nos recuerda de que a veces cuanto más se ama a la humanidad en general menos se quiere a las personas en particular, porque su ingratitud es una prueba para la compasión.
No obstante Dostoiewski nos recuerda que el llamado del amor nos impele a dejar la comodidad del amor contemplativo y aceptar las exigencias del amor activo en el afán de seguir la senda correcta que guía hacia la paz y la felicidad.
Hoy sin duda creo que esa es la senda que se debe transitar con el propósito de elaborar políticas públicas que nos permitan a todas y todos vivir en un Panamá más feliz.
Por ello invito a los estimados lectores, y a las instituciones que deben tomar este artículo como una petición, y por tanto, pueden dar pasos en la dirección acá sugerida, para que incorporemos la práctica de la compasión en nuestras vidas, que suscribamos la Carta por la Compasión, y que abracemos la iniciativa de unir a la ciudad de Panamá al Movimiento Internacional de Ciudades compasivas.
Pienso que son pasos necesarios para lograr en lo político y lo jurídico, el fortalecimiento de la confianza interpersonal necesaria en la democracia, impulsar la seguridad humana con medidas que favorecen la prevención del delito, y sobre todo fortaleciendo el respeto de la regla áurea de la compasión, la cual ya el lector intuirá, subyace detrás de fines y medios republicanos como el gobierno de la ley, la igualdad, la justicia y por supuesto el respeto de los derechos humanos.
Respecto de esto último espero que la compasión juegue un papel fundamental en momentos que nos abocamos a la elección del nuevo Defensor (a) del Pueblo. Considero que si la Defensoría es la perla de la democracia, esta joya debe estar montada sobre la compasión para poder cumplir su amable misión.
Por ello espero que quien resulte electo como Defensor(a) de muestras de su compromiso con la compasión y que sepa aprovechar la Institución a efectos de impulsar la educación ciudadana en asuntos que como la compasión, no solo propician la promoción y defensa de los derechos humanos, sino que puede ser su fuente misma.
Asimismo espero que en el tiempo que queda de mandato al Defensor (a) que resulte electo, se transite por la senda que permita fortalecer y consolidar a esta Institución últimamente tan maltrecha. Ello porque no quiero suponer que las crisis a las que se ha sometido a la Defensoría no son sino el reflejo de que vivimos en una sociedad no compasiva.
Ojalá, en fuerte sentido etimológico, así no sea.