Existe una corriente política consensuada que identifica a los Estados Unidos como exponente de la democracia plena. Sin duda esta idea dio lugar al progreso y convenció a los ciudadanos estadounidense de ello, su mensaje ha tenido tanto éxito que los demócratas, republicanos, liberales y conservadores mantienen a lo largo de su historia e incluso hasta hoy, una profunda identificación con esta forma de Gobierno a la que denominan “Democracia Estadounidense”. Incluso a través de una iniciativa histórica que lleva más de 50 años, esta “democracia americana” es promovida por el Gobierno Federal para ser exportada a diferentes latitudes. Hoy vemos esta iniciativa encabezada por el presidente Barak Obama jugando ficha en Oriente Medio y África del Norte. Pero sólo hay un detalle que esta mal con todo lo anterior, el problema se encuentra en la raíz de aquella idea, y “es que Estados Unidos no es una democracia; nunca lo ha sido y, Dios mediante, nunca lo será.
La democracia ha servido como puerta de acceso de dictaduras de izquierdas y de derechas que han aniquilado derechos y libertades de las personas a lo largo de la historia. Esto es así, porque principalmente, en algún punto de su proceso, la democracia no esta exenta de ser el equivalente representativo de las “masas” o el Gobierno de las mayorías. Y generalmente la historia nos ha demostrado que en un gobierno dominado por la voluntad de la mayoría, los derechos de las minorías no están garantizados, generalmente son descuidados y a menudo violentados por quienes detentan el poder.La historia política universal ha mostrado claramente que la democracia ha naufragado no pocas veces a manos de la masa entusiasmada, pero carente de ideas democráticas, ello ha dado paso a la anarquía y, eventualmente a las dictaduras. Los primeros estudios efectuados por pensadores de la democracia griega ilustran esta progresión.
Observando los regimenes “democráticos” desde una visión histórica-realista, especialmente cuando referimos a transiciones hacia la democracia, se puede afirmar objetivamente que los movimientos y grupos mejor organizados y las facciones mejores financiadas casi siempre son los más influyentes al momento de elegir un nuevo Gobierno en una sociedad sumida en el caos. Este es exactamente el caso en los acontecimientos que tienen lugar en el Oriente Medio y África del Norte. En este punto, es apropiado el diseño de una línea de tiempo para trazar la evolución de casi todas las transiciones gubernamentales que esta produciendo la llamada “Primavera Árabe.” El descontento manifestado en países con regimenes despóticos que sistemáticamente han reprimido a organizaciones políticas opositoras con cárcel, tortura, exilio o muerte, han generado movimientos directos a la rebelión y esa rebelión fue la que fomentó la las movilizaciones. Al principio las manifestaciones se mostraron más orgánicas; compuestas por habitantes en su mayoría urbanos, mejor adaptados al uso de herramientas tecnológicas modernas y a redes sociales para organizar asistencias multitudinarias a las protestas.
Cuando los medios de comunicación internacionales comenzaron a informar los eventos al mundo, personas de localidades rurales se sumaron a las marchas para protestar en aldeas y pueblos. Estos sucesos se hicieron cada vez más potentes y se convirtieron en terreno fértil para facciones más familiarizadas con la movilización de grandes números de personas para la acción. En casos como el egipcio, con el apoyo del movimiento progresista y organizaciones sindicales internacionales las revueltas dieron lugar a la injerencia de ideologías extranjeras portadoras de segundas intenciones y dirigidas al establecimiento de un nuevo sistema de Gobierno. Así cayo Mubarak a manos de un movimiento bien organizado y financiado que genero “per se” caos y anarquía alimentando estas manifestaciones que fueron utilizadas como herramienta para lograr un cambio revolucionario.
En el estado de anarquía existe un vacío donde no hay ninguna autoridad central; no hay ley ni protección para la población ni para la propiedad privada. Durante periodos anárquicos y caóticos, normalmente se producen disturbios, saqueos, destrucción y violencia física, ello facilita y genera la necesidad en la población de cada uno de los países afectados de recuperar el orden y el control de su seguridad.
Es allí que el mejor organizado de los grupos, la agruparon mejor financiada y la facción más cercana a las bases populares aparecen para proporcionar ese orden y control de la seguridad perdida, y casi siempre, ellos se encontraran entre las personas movilizadas. Normalmente estas personas son las mismas que alentaron el caos y la anarquía desde el principio de los levantamientos y estos grupos son los que tendrán más probabilidades de ganar y derrocar al Gobierno en el poder hasta ese momento. Esta situación llegó a pasar en casi todos los eventos de la llamada primavera de árabe. Desde Túnez a Egipto desde Libia al Yemen, donde los mas organizados y los mejores financiados, en muchos casos militares o grupos armados se hicieron con el poder bajo el pretexto de facilitar futuras “elecciones democráticas”. Esto es exactamente igual a lo ocurrido durante la Revolución Rusa de 1917, donde Vladimir Lenin llego para establecer un control total sobre el pueblo ruso, y también fue lo que sucedió en la era de la Alemania Nazi, cuando “los camisas pardas” de Hitler crearon el caos previo que lo catapultó al poder. También es la misma fórmula seguida por Fidel Castro y Ernesto Guevara en la Revolución cubana de finales de los años ‘50. En cada una de las situaciones mencionadas, un nuevo Gobierno tomo el poder y se desarrolló desde el caos que ellos mismos generaron, y finalmente fueron responsables del genocidio de millones de seres humanos. Esta analogía es muy importante en la comprensión de las amenazas reales que afrontan los pueblos del Oriente Medio a medida que evoluciona la llamada “primavera árabe”. Entender la vulnerabilidad que este estilo de democracia acarrea es de suma necesidad e importancia para evitar que la tragedia se repita.
En cada uno de los países afectados hay facciones organizadas y financiadas que, o bien están esperando el momento adecuado para hacer sus movimientos hacia la toma del poder o como en los casos recientes de Libia y Túnez, ya lo han tomado, sea por medio de la violencia contra el régimen de Khadafi o de unas elecciones como las del pasado domingo en Túnez.
En Egipto, dos facciones han avanzado decididamente hacia la toma del poder, incluso de cara a las “elecciones libres y democráticas” según ha prometido al pueblo el gobierno de transición, estos polos de poder son el Consejo Supremo de las fuerzas armadas (el ejército egipcio) y el grupo anteriormente proscrito de la Hermandad musulmana. Esta organización que se sitúa en el epicentro del fundamentalismo radical, es un grupo que actúa como punto focal y espiritual de organizaciones yihadistas en todo el mundo. La Hermandad musulmana existe como la facción mejor organizada entre el pueblo egipcio rivalizando con el ejército en la capacidad de organización y financiación. De hecho, el pueblo egipcio esta más cercano a la Hermandad musulmana que a los militares, a quienes aun no ha declarado abierta hostilidad porque espera que faciliten y garanticen las próximas elecciones, pero este no será el caso una vez que la Hermandad se haga con el poder.
En Libia, los rebeldes anti-Khadafi que han descabezado el régimen del Coronel, han sido aliados de elementos yihadistas de Al-Qaeda, y en algunos casos, combatientes yihadistas que físicamente han participado en ataques a militares estadounidenses en Irak y Afganistán y los mismos antecedentes libios sirven para analizar los acontecimientos en Yemen.
En Siria, Bashar Assad continúa machacando a los manifestantes anti-régimen incluso ante las llamadas internacionales para que deje el poder, pero en el caso sirio no hay que descartar ninguna opción, desde que Assad mantenga su reinado a que corra la misma suerte que sus colegas regionales. Aun así, en Siria, la “Primavera árabe” deberá enfrentarse con el Pasdaran iraní que defenderá a su socio político a sangre y fuego. Mientras tanto, increíblemente los medios de comunicación Occidentales, los políticos oportunistas y los dirigentes sindicales internacionales celebran la transición a la democracia de los “luchadores por la libertad” de la primavera árabe.
En otras palabras, hay que recordar que en 1992, el grupo terrorista Hezbollah, nacido de la Guardia Revolucionaria iraní participo en las elecciones del Líbano por primera vez. En su primera presencia en las urnas y sin resignar la lucha armada Hezbollah gano 12 bancas para sus candidatos. Hoy, los miembros de Hezbollah son parte mayoritaria del gobierno libanés y mantienen el absoluto control del Líbano.
Así, Hezbollah, la organización responsable del mayor número de muertes de estadounidenses antes de los ataques del 9/11, fue validada mediante el proceso democrático como una organización política legítima.
Lo mismo sucedió en los territorios palestinos en 2006 cuando la organización Hamas, sindicada por el Departamento de Estado de los Estados Unidos como una organización terrorista, también logro validar su presencia política a través de elecciones democráticas en Gaza. Pero luego, inmediatamente de su victoria ejecuto una insurrección armada contra Fatah, su rival político y militar en los territorios palestinos estableciéndose como el único gobierno en la franja de Gaza.
En 2007, el dictador filo-castrista, Hugo Chávez, fue reelecto en una elección presidencial cuyo plazo estaba limitado por la Constitución de Venezuela, una vez reelegido, Chávez avanzo sobre la Constitución del país con cambios radicales que hoy le permitirían ser reelecto indefinidamente. Y cabe recordar que, inicialmente, Hugo Chávez había ganado la presidencia venezolana a través de elecciones democráticas.
La “primavera árabe”, es y será vulnerable a fuerzas despóticas y radicales como fueron las revoluciones que tuvieron lugar en Rusia en 1917, en Alemania en la década de ‘30 y en Cuba en 1959. La gravedad que presentan los casos de África del Norte y Oriente Medio, es que las repercusiones y consecuencias del ascenso de estos poderes radicales y despóticos podrían ser el catalizador para una confrontación que muy bien puede involucrar a todo el mundo.
Y el punto fundamental en todo esto, es que la historia, siempre se repite.