Te ausentas unos días de tu entorno y, al volver, parece que has regresado a otro país distinto. Son tales los cambios producidos que, más que acontecimientos nuevos, lo que se ha transformado es toda la realidad que conocías con anterioridad. La velocidad de los cambios imprime a la actualidad una dinámica desenfrenada que hace que nada perdure apenas un par de jornadas. Vivimos un tiempo sumamente acelerado.
Cuando decidí ausentarme, el Gobierno aseguraba que España no necesitaría ningún rescate por parte de Europa, a pesar de las necesidades financieras que presentaba un número paulatinamente creciente, e inquietante, de bancos, siendo el último de ellos Bankia, la entidad resultante de una fusión comandada porla CajaMadridde Rodrigo Rato. Me fui confiado en que sería el último banco que el Estado se vería obligado a nacionalizar, según la fanfarronada del ministro de Economía, Luis de Guindos, al disponer del dinero que sea menester para socorrer a la cuarta entidad financiera del país. Sus 23.465 millones de euros serían el mayor dispendio jamás realizado en la banca española, al elevar la cantidad para su capitalización -por parte del nuevo equipo gestor encabezado por José Ignacio Goirigolzarri- en 19.000 millones de euros adicionales a los 4.465 millones ya invertidos.
Pero, claro, tras los ejemplos de Cajasur, Unnim, Caja de Castilla-La Mancha, Banco de Valencia, Caja de Ahorros del Mediterráneo, Cataluya Caixa, Nova Galicia y ahora Bankia, aquello no convence a nadie. El resultado de la desconfianza que despierta nuestro país, y de las contradicciones con las que actúa el Gobierno (diciendo una cosa y haciendo la contraria), es que nuestras cuentas no se las cree nadie, y menos los mercados. Por eso nos imponen unos auditores externos y extranjeros para supervisar los balances y el Fondo Monetario Internacional contrasta los resultados con sus informes, indicando las medidas a adoptar. Y a pesar de la renuencia a hacerlo, finalmente España pide el rescate para la banca por la imposibilidad de seguir costeando con las arcas públicas los costos de su capitalización. Con una diferencia importante en relación a rescates precedentes (Islanda, Grecia y Portugal): esta vez no se interviene la totalidad de la economía del país, sino que se concede un préstamo de hasta 100.000 millones de euros (el 10 por ciento de nuestro Producto Interior Bruto) al Estado a través del FROB para que tape el agujero bancario, sin aparentes condiciones macroeconómicas presupuestarias o fiscales, lo que es una verdad a medias.
En primer lugar, porque se elude aclarar que las condiciones ya se han asumido previamente con las reformas que ha emprendido por adelantado Mariano Rajoy en una estrategia perfectamente calculada. Y en segundo término, porque no se puede obviar que la cuantía del préstamo y sus intereses irán a aumentar la deuda pública, convirtiéndose el Estado en garante de su devolución, es decir, la pagaremos entre todos en caso de dificultades de los bancos. ¡Jolín!
Pero resulta que han pasado más cosas increíbles. Cuando me fui, habían apresado al mayordomo del Papa, Paolo Gabriele, acusado de robar y filtrar documentos reservados que parecían evidenciar una cierta “guerra de poder” -terrenal naturalmente-, dentro dela Iglesia. Ahora, a la vuelta, me entero de que se descubre dinero de la Mafiaen la banca Vaticana, lo que hizo temer a Gotti Tedeschi, el “banquero de Dios”, por su vida y, por seguridad, elaboró un voluminoso informe con documentos, correos electrónicos, apuntes y datos que, en caso de ser eliminado, su secretaria entregaría a la policía y a la prensa. Razones no le faltan porque, hace 30 años, Roberto Calvi (otro banquero de Dios), cayó asesinado tras el escándalo del Banco Ambrosiano y envenenado en la cárcel el mafioso Michele Sindona.
A Todeschi no lo han matado -aún-, pero la policía se ha incautado de los papeles y ahora es el Vaticano el que teme por el escándalo de unas cuentas que no distinguen ni a dios ni al diablo, tanto que hasta un poderoso mafioso, Enrico de Pedis, se halla enterrado en la cripta de la basílica de San Apolinar entre cardenales y según ritos papales, en virtud de su espléndido “talante” caritativo. Dela Iglesia, realmente, ya no me sorprende nada…
Lo que sí me ha dejado totalmente sorprendido es la manifestación que los “ultras”, que juegan con el sentimiento de las víctimas del terrorismo, han celebrado en contra, no de Zapatero como era habitual, sino del actual presidente de Gobierno, otrora un ferviente opositor de las medidas gubernamentales para la reinserción de etarras arrepentidos. Una nueva asociación, formada por las voces más radicales de la intransigencia fanática que prefiere la revancha al perdón, tan católicos ellos, desea hacerse notar en Madrid con toda la sensibilidad y educación de que son capaces para evitar que ninguna medida favorezca la reconciliación y el fin de la violencia, aún cuando la banda terrorista abandone su actitud criminal y opte por vías democráticas. Para interés de algunos, son preferibles los muertos.
Menos mal que con Einstein no pueden ni los recortes ni los ultras ni los neutrinos. Aquel experimento que refutaba su tesis de que ninguna partícula dotada de masa, por insignificante que fuera, podía viajar más rápido que la luz, ha sido corregido al demostrarse equivocado. Lo que se midió como más rápido que la luz estaba mal medido.
La Teoría de la Relatividad resulta más sólida que las graníticas actitudes de las economías y los fanatismos más relativistas que se han sucedido en estos días. Sólo la ciencia permanece asida a la razón para comprender el mundo, cosa que intento pero no consigo con estos días que he estado ausente.