El gran escollo de la negociación colectiva que se está llevando entre los agentes sociales en el marco del diálogo social es la indemnización por despido, el precio que el empresario debe de pagar al trabajador en el caso de que decida prescindir de sus servicios de manera unilateral.
En la actualidad, la indemnización por despido en España está situada en 45 días por año trabajado, pudiéndose quedar rebajada a 33 días por año trabajado en determinadas situaciones, un precio excesivo para el tamaño de la mayoría de las empresas de nuestro país.
Lo he dicho ya, y he sido criticado por ello, pero insisto porque estoy totalmente convencido de que la mejor indemnización por despido para las circunstancias productivas de nuestro país es la inexistencia de indemnización, es decir, eliminar el coste del despido a los empresarios.
De esa forma los empresarios españoles no tendrán miedo al coste del despido y adelantarán la contratación, generando más empleo y agilizando la actividad económica en España. Durante el tiempo de duración del contrato de trabajo, que debería de ser siempre indefinido, aunque haya voces que hablen de la necesidad del contrato temporal en nuestro país, la empresa y la Seguridad Social deberían de compartir los costes de la formación continua del trabajador, de forma que éste se encuentre siempre en disposición de encontrar trabajo en el caso de ser despedido, tanto en el mismo sector de actividad como en cualquier otro de características similares, aunque no idénticas.
Porque los empresarios no son monstruos de cuatro cabezas, son personas como tú y como yo, como cualquiera, personas con unas obligaciones financieras y personales que no despiden por capricho, sino por necesidad. Ellos invirtieron su dinero en sus empresas y lo último que desean es perderlo, por ello mantendrán a sus trabajadores el tiempo que la empresa los requiera. Una vez que la empresa no requiera los servicios de un trabajador en concreto, mantenerlo en función de un coste por despido elevado sería contraproducente para el propio trabajador y para el resto de compañeros, ya que entonces, la empresa estaría condenada al cierre.
La flexibilidad es la clave en el mercado laboral de hoy en día, no podemos pretender legislar en el siglo XXI como hacíamos en el siglo XX, basta ya de medidas políticamente correctas que sólo nos llevan a la demagogia ideológica y a falacias económicas que algunos quieren comprar.