Jolgorios, 1 La independencia de Cataluña (I)
Como es algo que está al caer, harán bien las autoridades de la nación en programar las diversas circunstancias que acompañan al surgimiento de un nuevo país en el concierto internacional.
La primera es seleccionar la dinastía monárquica que va a ostentar la jefatura del Estado y representar la soberanía nacional en los foros intercontinentales. Las opciones son varias.
Permitirán los políticos vecinos que, por razones de aprecio, conocimiento y buena vecindad, les sugiera algún camino honorable para orientarse en medio del laberinto.
Una dinastía que no es nada recomendable, para evitar conflictos fratricidas, es la borbónica, tanto en su rama española como en su vertiente francesa. Pero quedan muchas otras casas reales entre las que elegir al candidato. Por dar algunas pistas citaré a los Estuardo, Bonaparte, Bernadotte, Osmán, Saud, Alaui, Borgoña, Grecia, Valois, Trastámara, Habsburgo, York, Tudor, Saboya, Romanov, Lorena, ZÁ¤hringer, Wittelsbach, Brunswick, Este, Wettin, Sajonia-Coburgo-Gotha o Windsor, entre otras, sin entrar en lejanías asiático-orientales (chinos, japoneses, camboyanos, etc.), amerindias (incas, mayas, toltecas, aztecas y zapotecas fundamentalmente), africanas u oceánicas. Mucho mercado donde elegir, en cualquier caso.
Una vez sustanciada la familia real, tocará turno a la configuración de la corte, determinando los títulos nobiliarios a conferir, restablecer o resituar: ducados, marquesados, condados, vizcondados, baronías e infanzonías varias. Buen punto de partida será la memoria histórica, comenzando por el condado de Barcelona, que habrá que nacionalizar catalanísticamente a todo trapo. A continuación tendrá turno la actualización de los Pallars-Sobirá, Urgell, Besalú, Roselló, Ampurias, Osona, etc. Con los ducados se puede operar de forma parecida, para no herir susceptibilidades, sobre todo teniendo en cuenta que el principal de ellos tiene sobreañadido el título de ‘principado’ y se ubica en Girona. Pero hay más, como el de Montblanc o el de Cardona, entre otros, que no precisan tantas precauciones para su restablecimiento.
El capítulo de nuevos nombramientos puede afectar a personalidades determinantes del prestigio actual de Catalunya. Sería el caso del ducado de Guardiola, por ejemplo, los marquesados de Rossel, Messi, Valdés, Iniesta y Puyol, por citar unos pocos, sin merma de otras orientaciones suculentas como los condados de Tarradellas, Pujol, Carod, Colom, Maragall, Duran, Mas, Laporta, etc.
No voy a extenderme respecto a vizcondados, baronías, etc., porque el proverbial seny de las gentes fronterizas sabrá resolver adecuadamente las controversias que surjan. No obstante sugiero los vizcondados de Caballé, Savall, Boadella, Llach y Punset, como poco, para no dejar huérfana de nobleza a la farándula inteligente. Todos los escalafones nobiliarios, por supuesto, con carácter hereditario.
Un último apunte respecto a dos cuestiones. Una: precaución al elegir rey con la dinastías Bonaparte y Saboya, porque sus últimos representantes guardan nefasta memoria de su presencia en la península. Dos: conviene que la selección recaiga en un monarca joven, soltero, sin hijas ni yernos, para evitar complicaciones ulteriores.
(Continuará)