La política que hoy se practica en la mayor parte del planeta, no es otra que la tiránica que de siempre se ha empleado. Los políticos se apoderan del poder, de las leyes, de los jueces y fiscales, de las policías, de los ejércitos y en definitiva; obran como obraban los sátrapas, absolutistas, omnipotentes de hace centurias o milenios.
Si existen leyes tienen que ser para todos y al decir todos, digo todos; sea rey, presidente de república, de gobierno o cualquier otro empleado público de menor rango; si no es así, el Estado se convierte en una tiranía; de mayor o menor envergadura pero tiranía al fin.
Ya es tiempo de que se reconozca el que todo ser humano, ha sido engendrado y parido de similar forma y por tanto ha de ser amparado y castigado por iguales leyes; ese es el sentido de justicia de una verdadera democracia y no estos pudrideros que nos quieren presentar como tales y que no se sostienen, ni ante las deducciones de un niño de los primero cursos de la enseñanza escolar.
Creo que fue el premier británico Winston Churchill el que dijo que… “sin libertad de prensa y libre expresión, gobierna cualquiera” y a la vista está que “esos cualquiera, gobiernan al mundo actual y con amplia facilidad, puesto que mientras más irresponsables y corrompidos, mucho mejor dominan (que no gobiernan, que es otra cosa mucho más digna) a las masas que los tienen que soportar, puesto que están indefensas. No es necesario nombrar a nadie, puesto que tristemente el mundo está muy bien nutrido de esta plaga corrupta y la que se encarga de corromper, “todo lo que necesita para mantenerse en el poder”.
Pero hoy ya tampoco funciona lo que aquel famoso premier británico afirmara; puesto que hoy se publica todo, se dice todo, se sabe todo; y sin embargo, esos altos o altísimos delincuentes, campan por sus respetos, se ríen de todo el mundo e incluso permaneces en puestos que deshonran bochornosamente y sin que nada les ocurra… ¿cómo puede estar ocurriendo tantas cosas así y con tanta impunidad?
Es más; incluso a los grandes bandidos y que son echados a tiros de sus poltronas; se les busca asilo, donde puedan seguir viviendo opíparamente del fruto de sus latrocinios y expolios que dejan a sus pueblos en la ruina o la miseria… ¿por qué? ¿No ha llegado ya el momento de establecer la verdadera justicia y que el que la haga la pague? De no llegar a ello, el mundo seguirá como hasta aquí… “siempre hecho una mierda… mejor dicho… una inmensa mierda, gobernada por miserables mierdas”.
Pero se llega a más y como ha ocurrido en España; dictámenes emitidos por el denominado “Tribunal Supremo”; llegan a los despachos políticos regionales y con toda la impunidad inimaginable, se dice y luego se elude la sentencia afirmando… “se acata pero no se cumple”; y el tal político (o políticos) siguen en su sillón, cuando el más lerdo de los súbditos (que no ciudadanos que no hemos llegado a ello aún) entendería que de inmediato, ese o esos políticos, debieran recibir la visita de la policía con la orden del juez y meterlos en la cárcel de inmediato, mientras se les sigue juicio para fijar condena y sin la perversa fianza que los libere de ni un minuto de prisión. Y he dicho perversa fianza y lo confirmo, puesto que no se puede comprar una pena de prisión; si existe prisión existe para el que tenga dinero y para el que no lo tenga… si no es así, que las leyes fijen claramente las delimitaciones y por tanto que desaparezcan las vejatorias fianzas y por lo que acabo de afirmar.
En el campo privado (si es que se puede clasificar así, puesto que a ciertas alturas lo público y privado van tan unidos como los niños siameses) ocurren cosas inverosímiles, como las ocurridas con dos grandes estafadores sentenciados por el Tribunal Supremo (Alberto Cortina y Alberto Alcocer) y alguno otro de menor relevancia; que al final y recurriendo a otro tribunal (dicen que superior al superior, cosa que mueve a risa); al final y tras largos años de “idas y venidas por rutas de vete a saber qué vías”; los dejan limpios como la patena y sin haber pisado un solo día la cárcel a que fueron condenados.
Lo que se denomina conciencia, remordimientos y cosas así… deben estar o muy atrofiados o totalmente ausentes de quienes por mínima decencia o dignidad, tenían que ser los primeros en dar ejemplo de “estos valiosísimos materiales para que la verdadera paz y prosperidad, fuesen imperando en este pobre mundo”.
Antonio García Fuentes
(Escritor y filósofo)
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