Nos preocupa; incluso nos llega a horrorizar ese drama ya mundial cual es la inmigración descontrolada. Masas de hombres y mujeres que inician la aventura de salir de sus lares; de dejar sus pueblos o aldeas, incluso ciudades de medio mundo empobrecido o en la miseria y se dirigen a lo que creen es «su tierra de promisión»; el que creen rico occidente y donde consideran que van a solucionar todos sus problemas e incluso muchos de los que atrás quedaron, mediante el envío de dinero que creen fácil ganar en esos paraísos occidentales. Para ello gran cantidad de ellos, se dejan la vida en el camino y creo no necesitar recordar lo que cada día nos muestran los denominados medios de comunicación.
Pero esos «paraísos» ya no lo son y en realidad aquí van aumentando unas miserias o infiernos, que ya veremos cómo y cuándo ceden… o terminan por reventar con las consecuencias que mejor ni imaginarlas. Y los que dicen gobernar, ya se han tapado la cabeza y sólo les preocupa el día a día y como mantenerse en el poder. El futuro ni antes ni ahora les ha preocupado gran cosa, puesto que de haber previsto medidas correctoras hoy no estaría la situación tan tirante como está.
Hablo de España que es donde nací y vivo, pero con las variantes oportunas; que cada cual analice la situación en tantos otros países receptores o emisores de estas masas de «derrotados» y que cada vez abundan más.
Cuando esto escribo, estoy leyendo un resumen de una encuesta realizada por un departamento gubernativo y que arroja cifras enormemente preocupantes: veamos.
Un millón trescientos treinta mil jóvenes de entre 20 y 29 años, están inactivos y son inactivos porque no cumplen ninguno de los requisitos exigidos para ser considerados población activa: ni estudian, ni trabajan, ni buscan de forma activa un empleo, lo que obligaría al INE a catalogarlos como parados. Más de 562.000 ni estudian, ni trabajan, ni buscan empleo. Los jóvenes inactivos no responden al clásico perfil de exclusión social o de bajo nivel educativo. Todo lo contrario. Nada menos que la tercera parte de los inactivos (332.600) han cursado estudios superiores. Otros 609.300 han finalizado estudios de formación e inserción laboral con título de secundaria. La mayoría (un millón o más) siguen viviendo en la casa de los padres y por tanto están siendo sostenidos por los ingresos de su progenitores.
Analicemos igualmente que España está en los más bajos índices mundiales de natalidad; por lo que este dato hay que sumarlo a la otra calamidad.
A la vista está que esa juventud no quiere trabajos «dijéramos de baja escala social» y que han venido ocupando los inmigrantes, de los que ya hay en España, se estima que más de cinco millones y entre ellos más de una quinta parte de forma ilegal; todo lo cual crea problemas que para qué enumerarlos, puesto que igualmente cada día se producen hechos cada vez más preocupantes.
Esa juventud española, lo que es cierto por cuanto se ve en multitud de hechos, es que no carece de dinero para vivir bien o de forma bastante buena y por ello no se mueven; creen (ilusos) que sus padres les van a vivir toda la vida que ellos vivan y que ese maná que viene del padre o la madre (o de ambos) es inagotable. Ya hay dramas aislados y en los que se ha llegado hasta al asesinato del progenitor o progenitores, simplemente por que les negaron más dinero… «para sus vicios», o más caritativamente dicho… «para sus necesidades vicio».
Ni que decir o señalar, los estragos del alcohol y resto de drogas y otras aventuras peligrosas y que están diezmando a esta juventud, que degenera, se aburre, se desespera y se juega el pellejo buscando nuevas sensaciones que les ayuden a soportar lo que no es otra cosa que hastío o el vacío, que han encontrado en una sociedad que dicho sin tapujos; no ha sabido formarles y menos enseñarles las disciplinas de múltiples oficios o empleos que antes y desde niños, nos enseñaron a las viejos que por ello mismo, tuvimos que hacernos adultos antes de tiempo y por pura necesidad, muchas veces de supervivencia; pero salimos adelante y más o menos, triunfamos.
Aquí; «todo progenitor» creyó que sus retoños serían todos «altos enchufados al aparato oficial del Estado y poco más»; puesto que aquí y para nuestra desgracia, el empleo oficial es de por vida y haga lo que haga el que lo logra… y aquello se acabó hace mucho tiempo; y pese a que tenemos una carga de empleados oficiales que dudo tenga parangón en otro país europeo y en relación a los habitantes.
Mejor terminar aquí éste comentario… ¿pues qué decir ante tal panorama?