En esta crisis multiquística en la que estamos inmersos hemos pasado ya por todas las fases imaginadas e imaginables, culminando en la que actual, más psicológica que real, y para la que nadie parece tener la receta mágica y es que una crisis de confianza, como ésta, sólo se puede combatir de una manera tan evidente y tan compleja como es la propia confianza.
La Unión Europea, y más concretamente la zona Euro, se está convirtiendo en la víctima propiciatoria de los mercados que conocen las debilidades estructurales de la unión económica y desconfían, con razón, de los parches que se acaban colocando después de cada cumbre europea, a la vez que temen los ataques neuróticos nacionalistas que atacan a cada líder europeo de tanto en cuando.
Por ello, la única solución plausible para la actual crisis de confianza es demostrar a los mercados que la zona Euro es una región fuerte y unida, una región con una sola voz y no sólo un grupo de países que comparten una misma moneda. Por esa razón no cabe sino insistir en una misma idea: más Europa. Una mayor integración es la forma más rápida y eficaz de terminar con la actual crisis.
No es el momento para perderse en la lucha de poder en la que anda inmersa Alemania, o en la búsqueda imposible del liderazgo de Francia, no, es el momento para dejar atrás cuestiones frívolas y secundarias y dejar de lado los intereses localistas en favor de una integración plena que apoye al Euro frente a los ataques especulativos.
Con una integración europea plena tendríamos un Euro fuerte, un Banco Central Europeo fuerte y con capacidad ejecutiva, y un Gobierno europeo que podría tomar decisiones sin dilaciones temporales, algo vital en el actual escenario económico. Sin embargo, en lugar de apostar decididamente por esta opción en España seguimos creyendo que la victoria del PP nos salvará, en Alemania que Merkel aún puede remontar ante los socialistas y en Francia que Sarkozy es un buen Presidente, a pesar de haber cedido todo su poder real ante los germanos.