La realidad es compleja y difuminada. Lo que a algunos nos parece amarillo a los otros les parece naranja.
El otro día reflexionaba con un amigo sobre cómo percibimos el tamaño de la Luna, sobre cómo nuestro cerebro nos da una referencia completamente diferente sobre nuestro satélite dependiendo del momento en el que se encuentre y lo que nuestro ojo perciba a su alrededor.
Acto seguido, comencé a reflexionar sobre cómo percibimos la realidad y me acordé de una entrevista a Kia Nobre realizada por Eduard Punset en “Redes”. La brillante neurocientífica estudia los procesos cognitivos por los cuales nuestro cerebro conforma la realidad. Es interesante cómo nuestra “máquina” va seleccionando y clasificando información para después formar una idea más o menos estable de todo lo que nos rodea organizado en una línea temporal.
En la entrevista ponen por ejemplo a una mujer que espera a su novio para cenar, éste llega tarde porque se ha quedado atrapado en el ascensor, da la casualidad que hay una mujer con él. Entre ellos no sucede nada salvo compartir la angustia de esos momentos claustrofóbicos, pero uno de los cabellos de la mujer se queda adherido en la camisa del hombre. Mientras tanto, la novia, que espera con la mesa puesta, comienza a especular con lo que haya podido suceder para que él llegue tarde. Una de las hipótesis que baraja su cerebro es que el retraso es debido a que el hombre está teniendo un lío con otra mujer. La siguiente escena muestra cómo el hombre llega a casa y se disculpa por el retraso abrazándola, en ese momento la mujer se percata del cabello, su cerebro confirma la hipótesis de que ha mantenido algún tipo de relación con otra mujer y no le comenta nada a él, dejando que la hipótesis formulada por el cerebro conforme una realidad del todo equivocada.
En ese caso, sería relativamente sencillo comprobar la verdad de lo sucedido, pero es interesante pensar que nuestro cerebro realiza ese tipo de hipótesis constantemente, y que en muchos casos es prácticamente imposible comprobar la veracidad de la misma. Por lo tanto, nuestro cerebro conforma una realidad un tanto distorsionada de todo lo que nos rodea, más aún si añadimos a esa capacidad del cerebro, la de interpretar las imágenes que percibe nuestra retina y cómo ésta a su vez manda unos determinados impulsos eléctricos a nuestro cerebro. Estos impulsos también son interpretados, en muchas ocasiones, de una manera errónea por nuestro cerebro. ¿Quién no se ha encontrado alguna vez con las típicas imágenes de líneas aparentemente torcidas que después resultan ser rectas?
Estos ejemplos me hacen reflexionar sobre cómo percibimos también a los demás seres que nos rodean y, particularmente, a los demás individuos de nuestra especie. Sin ir más lejos, me he topado en innumerables ocasiones con personas que me sacan parecido con algún personaje famoso. Lo más curioso de ello es que cada persona saca un parecido completamente diferente a la anterior. Unos dicen que me parezco a Anelka, otros a Pirlo y otros a Javier Bardem. Este tipo de situaciones me resultan un tanto incómodas, porque como casi todos, me considero un individuo único e irrepetible.
Otro motivo de reflexión es el de cómo las personas no solo prejuzgan tu aspecto físico, sino también tu personalidad al segundo después de conocerte. Normalmente este perfil de personas suele coincidir con los que se creen “maestros de la vida”. Sin ir más lejos yo me encontraba en este grupo antes de darme cuenta de que la información que posee el universo es infinita y que, ni en 100 vidas, seríamos capaces de conocerla por completo.
A su vez, la mente humana, es un concepto abstracto e infinito. Por lo tanto, en ninguno de los casos deberíamos presuponer tan claramente que tenemos toda la información sobre algo tan complejo. Ni tan siquiera los verdaderos eruditos en estas materias tienen tanta confianza en su conocimiento como algunos de nosotros, que ni tan siquiera nos acercamos a su nivel de información. De hecho, el creerse un erudito en cualquier materia reduce notablemente la capacidad para adquirir más información sobre esa materia, lo que produce un estancamiento en la evolución personal del individuo. Es decir, una pérdida considerable de tiempo. Este sentimiento de magnificencia también es una percepción errónea de la realidad, pero en este caso, no de lo que nos rodea, si no de nosotros mismos.
Quizá, como también dicen en la entrevista, deberíamos prestar más atención a otras partes de nosotros mismos como la intuición y la conciencia, ésta última bastante olvidada en estos tiempos de crisis que vivimos en los que hemos olvidado ayudarnos los unos a los otros por un bien común y, en su lugar, hemos decidido pisotear al que tenemos al lado para conseguir unas metas, producto de una percepción, quizás errónea o quizás “impuesta” de la realidad cotidiana.
Existe un proverbio indoamericano que dice que la mente en un caballo loco que debemos domar. Bajo mi punto de vista, nuestro cerebro es una máquina perfecta a la que hay que introducir determinados parámetros para que funcione correctamente, como buena máquina, necesita de un operario cualificado para manejarla. En determinados momentos puede llegar otro operario con otros parámetros e introducirlos en la máquina, lo que produce un cambio completo en el funcionamiento de la misma. Por lo tanto, la clave para una correcta percepción de la realidad es prestar la suficiente atención a nosotros mismos y nuestros procesos, de esa manera nuestra memoria recordará un mayor número de los mismos y poseeremos una mayor cantidad de información para aproximarnos un poco más, aunque nunca definitivamente, al concepto de realidad. Quizá, de esa manera, nos demos cuenta que todos pertenecemos al mismo planeta, al mismo universo, que somos partes de un todo en constante desarrollo y que cada uno de nosotros somos una pieza, una tuerca, un microchip de este gran sistema, y como en todo gran sistema, todos completamente necesarios.
Por último, me quedo con la parte de la entrevista en la Kia Nobre reflexiona sobre las grandes cuestiones de la vida como: “¿Por qué pienso? ¿Quién soy? ó ¿A dónde vamos?”, se pregunta por qué el ser humano se ha ido olvidando de hacerse estas preguntas, a su vez, yo me pregunto por qué estas preguntas se han ido sustituyendo por las de: “¿Qué modelo de automóvil encaja más conmigo? ó Si me compro este vestido ¿Voy a ser mucho más feliz?”. Entonces, vuelve a mi mente la idea del operario con unos ciertos parámetros y comienzo a sentirme triste y a la vez, tremendamente feliz de reflexionar sobre ello, por lo que decido invitarme a mí mismo a una copa y brindar con los que allí estén por las posibilidades que nuestro, a veces, poco acertado cerebro, nos ofrece.
La vida es maravillosa[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=DsN_bS4Ak4U[/youtube]