Según los últimos datos del Ministerio de Igualdad un total de 50 mujeres han sido asesinadas a manos de sus parejas o ex parejas en lo que va de año (y algunas todavía en investigación). Terrible.
Y más terrible si tenemos en cuenta que el 7,6% de personas encuestadas por el Ministerio de Igualdad, el 5 de agosto de 2010, considera que este tipo de violencia es algo que siempre ha existido y que es inevitable. Y cuatro de cada diez españoles culpan a la maltratada por seguir viviendo con su verdugo. Y sobre todo me impresiona que un 1,2% manifestaran que la violencia de género es aceptable “en algunas circunstancias”, y un 6% admita que justifica el uso de la violencia cuando la mujer decide romper una relación.
¿Qué está ocurriendo en esta sociedad? Cuando ya creíamos desterradas la justificación de estos hechos criminales y la búsqueda de motivos para culpar a la mujer, nos damos cuenta de que en este terreno apenas hemos avanzado en treinta años. Y lo que es más grave: los últimos estudios de profesionales y expertos sobre la conducta violenta en adolescentes ponen de manifiesto que los maltratadores cada vez empiezan antes a demostrar actitudes machistas, incluso en el colegio.
Los cimientos sociales de la desigualdad que repudia la libertad de las mujeres son tan profundos todavía y están tan arraigados en la identidad de muchos hombres, que por lógica exige la implicación de toda la sociedad en la lucha contra este tipo de violencia. El machista no nace, se va haciendo poco a poco desde los primeros años de su vida con lo que percibe a su alrededor. Por ello es tan indispensable para la educación del niño un entorno familiar moderado e íntegro que se anteponga a ciertas pautas sociales de agresividad y discriminación.
Aparte de la violencia contra la mujer en el hogar; las violaciones; trata de mujeres y niñas; prostitución forzada; violencia en situaciones de conflicto armado, esclavitud sexual, embarazo forzado, asesinatos por razones de honor, infanticidio femenino, mutilación genital femenina y otras prácticas y tradiciones perjudiciales se suma, además, la violencia verbal contra la mujer a través de la TV del primer mundo.
La impresentable escena de manifestación injuriosa contra la mujer, que protagonizó en el canal ultraderechista de Intereconomía el 4/06/2010, el tertuliano Eduardo García Serrano, escupiendo gravísimos insultos contra la consellera de Sanidad en Catalunya, Marina Geli, en el programa “El gato al Agua”, fue un hecho gravísimo. Máxime si tenemos en cuenta que procedía de un personaje que se autodenomina “católico”, una Cadena de TV paradigma de “honestidad”, y un presentador, Antonio Jiménez, cómplice por su silencio y galardonado en 2008 con el ¡BRAVO! DE RADIO. Los premios otorgados por la Comisión Episcopal de Medios de Comunicación Social que reconocen por parte de la Iglesia, la labor meritoria de todos aquellos profesionales de la comunicación en los diversos medios, que se hayan distinguido por el servicio a la dignidad del hombre, los derechos humanos y los valores evangélicos.
Es de tener en cuenta como los medios de comunicación y parte de la sociedad aplican distintas maneras a la hora de considerar la labor de los políticos ya sean hombres o mujeres. Mientras que de ellos se critica su mejor o peor quehacer, de ellas, además, se hace escarnio por su manera de vestir, hablar o moverse. Los comentarios tan cargados de insidias, machismo y menosprecio que se han vertido sobre la Ministra de Igualdad, Bibiana Aído y su Ministerio, no tienen justificación alguna. ¿Por qué esta aversión tan desmedida? Me pregunto. Es justo que se discrepe, que se cuestione tal o cual Cartera siempre que sea con un mínimo de respeto. Lo que ya no es justo son las maneras tan miserables que se emplean. ¿Por qué esto? Repito. ¿Por qué precisamente contra este Departamento?…
Maite García Romero