Las tortugas marinas son especies migratorias que, nada más salir de los huevos en las playas de puesta de Florida, Yucatán y otros puntos del este americano, emprenden una desenfrenada carrera hacia el mar.
A la orilla de la playa, cientos de pequeñas tortugas de apenas 15 centímetros de longitud desafían la fuerza de las olas, impulsadas por una herencia genética y guiadas por el magnetismo de la tierra y la frecuencia del oleaje que les llevará a emprender un largo viaje de más de 10.000 millas, a lo largo de todo el Atlántico Norte. Pero su historia empieza 60 días atrás…
La época de reproducción de la tortuga boba (Caretta caretta) da comienzo en marzo y alcanza su clímax de junio a agosto, pero se alargará aún en las próximas semanas, hasta octubre. A partir de los 10 años las hembras ya están en condiciones de reproducirse. Quien haya visto una puesta de tortugas sabe de la dificultad y lo fascinante del proceso: de noche, mejor sin luna llena para proteger su intimidad, las tortugas salen de las profundidades del océano y se arrastran por la playa hasta encontrar el lugar adecuado para la puesta.
Una vez allí, empieza a excavar con sus aletas para formar el nido. Pacientemente, con su cara y cuerpo embadurnados de arena y “llorando” por el esfuerzo realizado, la tortuga hembra deposita, uno tras otro, un centenar de huevos similares a pelotas de ping pong.
© OCEANA / Houssine Kaddachi
Del calor depende el sexo
Las tortugas suelen realizar de dos a siete puestas por año y luego descansan durante dos o tres años hasta las siguientes puestas. Tras 60 días de incubación, los huevos eclosionarán dando lugar a una nueva generación de tortugas.
Para que los huevos puedan eclosionar con éxito los factores principales son la granulometría de la arena de la playa y la temperatura en el nido. Dependiendo de si ésta es mayor o menor, así será el ratio de machos y hembras; a mayor temperatura, más hembras. La temperatura límite a partir de la cual el sexo de las tortugas puede modificarse parece estar en los 29º C, llegando a ser sólo hembras cuando supera los 33º. Asi que, volvamos al principio de esta historia…
El “año perdido”
El Mar de los Sargazos es el primer destino de las tortugas recién nacidas. Allí pasan un periodo de tiempo conocido como “el año perdido”. Se denomina asi porque hasta hace poco los científicos desconocían lo que ocurría con estos animales entre el momento en que abandonaban la playa de puesta y hasta que volvían a ser encontrados, ya como juveniles. La pregunta lógica era ¿dónde habían estado en el intermedio?
En el Mar de los Sargazos, las tortuguitas se alimentan de los crustáceos y otros pequeños animales que encuentran entre estas algas. Luego reemprenden su viaje aprovechando la Corriente del Golfo, para dirigirse hacia las Islas Azores y, desde aquí, al continente europeo.
La mayoría de ellas sigue las aguas más templadas que les llevan hacia las costas de España y Portugal. Muchas se adentran en el Mediterráneo, donde llegan a concentrarse en cantidades que superan los varios cientos de miles de ejemplares. Alli también se encuentran con las poblaciones menos numerosas de tortuga boba (Caretta caretta) que realizan la puesta en este mar, y en particular en un escaso número de playas de Grecia, Turquía y Chipre.
Desde el oeste de la Península Ibérica, la Corriente del Golfo, ayudada por los vientos alisios, les empuja en dirección sur atravesando las costas occidentales de Africa, hasta pasar por las Islas Canarias y Cabo Verde. Al sur de este archipiélago, la corriente cambia de dirección para adentrarse de nuevo en el Océano Atlántico y dirigirse otra vez con rumbo oeste hacia las aguas caribeñas y del este americano donde, cuando sean adultas, realizarán la puesta.
Oceana, tras su pista
© OCEANA / Juan Cuetos
En 1986 el biólogo estadounidense especializado en tortugas marinas, Archie Carr, presentó la hipótesis de que las tortugas bobas que efectuaban la puesta en las playas norteamericanas realizaban una larga migración de ida y vuelta a lo largo de todo el Atlántico, aprovechando la Corriente del Golfo. Sustentaba su hipótesis en el tamaño de los individuos recogidos en distintas zonas del Atlántico, tales como las costas estadounidenses, el Mar de los Sargazos y el Golfo de México.
En 1993, investigadores españoles -Xavier Pastor, Director de Oceana en Europa; Ricardo Aguilar, Director de Investigación y Proyectos de esta organización, y Julio Más, Director del Oceanográfico de Murcia- corroboraron la hipótesis de la migración trasatlántica. Su trabajo aportó datos de las poblaciones del este mediterráneo, cuyo tamaño encajaba perfectamente con el tipo de individuos que presumiblemente deberían encontrarse en esta zona para completar el ciclo dibujado por el investigador norteamericano.
Todas las tortugas marinas son consideradas especies en peligro de extinción. La importancia de las playas de puesta de tortuga boba en EE.UU. queda fuera de toda duda: alberga a la segunda mayor población del mundo y mantiene el 35-40% de la población mundial de esta especie, realizando unos 68.000-90.000 nidos al año.
Por esta razón, desde sus oficinas en Europa y América, Oceana está llevando a cabo un estudio en los dos extremos del Atlántico Norte para conocer el verdadero alcance de las migraciones de las tortugas marinas.
Reportaje de Oceana
oceana.org