El arzobispo Antonio Chedraui se ha hecho célebre en los mass media de México por su posición contra los matrimonios del mismo sexo. En diferentes sermones, discursos y entrevistas ha repetido que no pretende meterse en la vida privada de nadie. Su objetivo, como el de tantos otros, es la defensa de la familia. No aclara a cuál familia o a la familia de quién se está refiriendo, lo que demuestra que la simplificación no es un método exclusivo de los políticos. Por lo pronto podemos inferir que no se trata de defender la familia de Luis y Mario ni la de María y Luisa sino la familia de José María y María José.
El arzobispo y sus seguidores respetan a aquellos que se han desviado del camino. Según ellos, gays y lesbianas pueden practicar sus placeres en la intimidad sin que la Iglesia y los guardianes de la buena moral intenten impedírselo. Finalmente, tienen permiso oficial.
Pero éste no es realmente el punto central. Ni en tiempos de la más cruda inquisición, los guardianes de la moral tenían esta facultad de impedir una relación sexual. Por el contrario, muchos de ellos fueron reconocidos practicantes del sexo ilícito. De vez en cuando encarcelaban o quemaban vivo a algún pecador hereje, pero estos detalles, que servían para controlar la sociedad valiéndose del terrorismo y la tortura, no impidieron nunca el amor equivocado.
El punto en discusión radica en si nosotros, los heterosexuales, vamos a seguir disfrutando de todos los derechos civiles mientras se los negamos por ley a los homosexuales. Si realmente no nos queremos meter en sus vidas privadas, ¿por qué les negamos derechos humanos según sus prácticas sexuales? Incluso, se los negamos aunque de hecho una pareja gay o lesbiana vivan juntos y nunca tengan relaciones sexuales. ¿Acaso no existe el amor sin sexo, ese amor platónico que tanto recomienda el Papa? Según la Iglesia y quienes se oponen a los matrimonios del mismo sexo, no. Lo niegan con sus mismos actos. ¿Acaso no hay matrimonios heterosexuales que nunca o casi nunca tienen relaciones sexuales? Sí, de otra forma los psicólogos no tendrían tanto trabajo. No practican el sexo pero de cualquier forma son reconocidos por las leyes que los protegen.
Es decir, la oposición al matrimonio del mismo sexo no busca impedir la práctica pecaminosa, porque de hecho no puede. Lo único que procura y de hecho ha logrado siempre es prevenir que algunos seres humanos tengan los mismos derechos civiles que gozan los demás. Esto no es otra cosa que más del castigo divino que los religiosos han pretendido administrar durante siglos. No están dispuestos a perder ese privilegio de ser los policías de Dios. Su método es simple y efectivo: confundir la tradición con la naturaleza.
Ahora, ¿cómo definimos qué es normal y qué no?
El arzobispo Antonio Chedraui tiene la respuesta. El 19 de enero de 2010 por Milenio Televisón dictó cátedra. “Lo anormal no puede ser normal”. Por si no había sido claro y contundente, lo repitió dos veces. La periodista de Milenio —donde publicamos cada domingo desde hace años nuestras perplejidades—, con la modestia propia de un fiel que está ante un santo, le agradeció la claridad.
Motivado, el arzobispo volvió a la carga con uno de sus argumentos preferidos. “¿Usted vio alguna vez un animal, un perro teniendo relaciones sexuales con otro perro del mismo sexo?” dijo, poco antes de que se escuchara un ladrido.
El arzobispo giró su cabeza para ver al pobre animalito, ese fiel amigo recluido entre las altas murallas de su patio privado. Ladró una vez más. El animalito lo debía considerar un dios, por lo que el ladrido debía ser una plegaria.
En realidad el arzobispo no es Dios, sino su vocero en la tierra.
“¿Vio alguna vez un perro teniendo relaciones sexuales con otro perro del mismo sexo?”, insistió.
Entonces pensé que quizás en el Cono Sur los animales son más promiscuos o pervertidos que en México. En mis vacaciones en la granja de mi abuelo muchas veces observé alguna que otra vaca montando otras vacas, algún que otro perrito besando o lamiendo el pene de otro perro, razón por la cual recibió un terrible palazo de mi parte.
Lo que sí no he visto nunca, en ninguna parte del mundo, fue a ningún animalito de Dios practicando el celibato por voluntad propia.
Claro que quizás no puedo hablar con propiedad porque todavía no conozco la Antártida ni el país de los recientemente desaparecidos bo de las islas Andaman.
Claro que los animales no son seres humanos y no podemos comparar. Los humanos son superiores porque practican el celibato, la castración, la persecución de brujas y todo tipo de anormales, siempre en nombre de la buena moral. Cuando no en nombre de Dios.