«La necesidad de dinero vuelve a los hombre locos»
Con esta cita perteneciente a una de las películas francesas más polémicas, Dobermann, me despierto aturdido el día de hoy.
Estamos supeditados a un sistema, atrapados en una espiral que se estrecha en nuestra contra.
Podríamos definir las posiciones del trabajador y el empresario como las de los dos equipos en ese juego de la soga en el que gana quien derribe antes al contrario.
En estos momentos el equipo de los empresarios tira de la cuerda con la misma fuerza que ha sido ejercida a lo largo de la historia, pero el equipo del trabajador parece que se ha quedado sin fuerzas. Estas residían, principalmente, en la unión entre los individuos; Lo que suponía una amenaza grandiosa ante el poder arrollador del capital.
Nos las hemos apañado para generar en cualquier ambiente de trabajo una discordia tal que la hipocresía, la envidia y la avaricia se han convertido en los principales protagonistas de la jornada laboral.
Me pregunto si el coeficiente intelectual del individuo de a pie se ha reducido por causa lógica o, si por el contrario, ha sido algo parecido a una combustión espontánea. En cualquier caso es bastante obvio que la capacidad racional del ser humano no está en sus niveles más altos, de no ser así no me puedo explicar que un individuo considere que a la larga el beneficio obtenido pisoteando al compañero será mayor que la unión con el mismo por un beneficio común.
Bien es cierto que vivimos unos momentos complicados, en los que la necesidad de supervivencia, o la misma evolución humana produce que nuestros instintos más básicos mantengan un combate a 12 Round con nuestras capacidades intelectuales.
Reconozco en mi propia persona, que cuando llega el dichoso fin de mes y te planteas vender tus dos guitarras, una sensación abrasadora recorre tu pecho, y que esa misma sensación puede conducir a que el odio, la incomprensión y la capacidades destructivas más profundas de un ser humano se tornen completamente incontrolables.
Nuevas imágenes surgen en la gran pantalla mental, que se traducen en nuevas acciones. Incluso la escala de valores y la moralidad habitual se modifican. Dejando al descubierto que en los momentos de necesidad los conceptos establecidos por individuos no demasiado ocupados desaparecen por completo. Mostrando que lo únicamente necesario es satisfacer las necesidades básicas de cualquier ser vivo y, a su vez que los espacios vacíos de la mente denotan extrañas melodías irreconocibles para el corazón sereno.
¡Qué cómodos aquellos momentos, algún tiempo atrás en los que cada día tenías la posibilidad de asistir a varias entrevistas de trabajo, con la posibilidad, inclusive, de rechazar las menos adecuadas!
Eran tiempos prósperos para la economía familiar, en los que fuimos capaces de generar nuevas necesidades materiales de las que hoy somos dependientes, y sin las cuales nuestra estabilidad psicológica se tambalea.
Quizá debamos prepararnos para asistir a uno de esos momentos en la historia en los que las definiciones de los conceptos se modifican, y en los que solo los que sepan adaptarse al fuerte viento de cambio podrán generar nuevas perspectivas subjetivas con respecto a la acción objetiva de la realidad imperante.
Son instantes contradictorios, en los que el ser humano se enfrenta a sus propias convicciones y al estereotipo social. Instantes tan ambiguos como los que precedieron ciertos hitos históricos dramáticos que dieron paso a la evolución del ser humano. Instantes inevitables y completamente necesarios debido a la incapacidad de almacenamiento en la memoria colectiva.
No puedo evitar recordar constantemente una entrevista a Jung en la que explicaba cómo percibía ciertos cambios en la arquitectura psicológica colectiva del pueblo alemán.
Tan sólo espero que gracias a una de esas casualidades que se producen, y que tan solo se podrían definir como extraordinarias; Esta vez seamos capaces de no repetir esos errores del pasado que causaron tanto sufrimiento.
PAZ