Hace años, cuando lo del desastre del Prestige, aprendimos que “tronera abierta en el casco de un buque, por donde salen decenas de litros de vertido de fuel con capacidad de causar una de las mayores catástrofes ecológicas de la historia de España” se podía llegar a traducir en la lengua de los políticos como “pequeños hilitos solidificados con aspecto de plastilina”. Y claro, de aquellos polvos estos lodos. El otrora portavoz del Gobierno de Aznar, Mariano Rajoy, le cogió el gustillo al diccionario de los eufemismos y dictó para sus acólitos una serie de recomendaciones que les ha llevado a acuñar un neolenguaje con retranca gallega.
Así, aprendimos que la subida del IVA o de otros impuestos se puede llegar a expresar como “recargo temporal de solidaridad” (Soraya Sáenz de Santamaría), que los despidos se finiquitan con “indemnizaciones en diferido” (María Dolores de Cospedal), que la emigración juvenil no es más que una cuestión de “movilidad exterior” (Fátima Báñez), que la amnistía fiscal no deja de ser “una medida para incentivar la tributación de rentas no declaradas” (Cristóbal Montoro) o que, incluso, puede llegar a existir “crecimiento económico negativo” en vez de recesión (Luis de Guindos). Fin de las citas.
Pero el mejor de todos, sin duda, ha sido el neologismo acuñado por Engracia Hidalgo, Secretaria de Estado de Empleo: “Estamos experimentando una desaceleración del crecimiento de desempleo”. Hay quien afirma que la frase no es suya, sino que es un plagio de una conversación que mantenían dos hobbits en una de las escenas de El Señor de los Anillos. Vaya usted a saber.
Pero el triple salto mortal con tirabuzón y doble pirueta lo ha dado, este fin de semana, el propio Mariano. Aquel que dijera aquello de: «A veces la mejor decisión es no tomar ninguna decisión y eso es también una decisión«, dicen que se encontraba cansado de juegos malabares y de cabriolas, de perífrasis y de circunloquios. Había que dar un paso más y demostrar quién es el gallego auténtico: the boss.
Y ni corto ni perezoso. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, henchido el pecho de ardor patrio, sabedor de que nadie como él para las trilerías gramaticales, escoltado de su guardia pretoriana y enfundado de una sonrisa profident, se personó en Soutomaior, coincidiendo con el inicio del curso político para ANUNCIAR que dentro de año va a ANUNCIAR una bajada de impuestos. O sea que ha venido a dar una primicia económica con un año de antelación. Cuando lo escuché, no pude por menos que acordarme de aquella escena de “Una noche en la ópera”, donde Groucho Marx se dispone a fichar al tenor Ricardo Baroni (Zeppo), y durante la entrevista con Harpo, que hace de representante, comienza por espetarle aquello que ya pertenece al imaginario universal del mundo del cine:
“Haga el favor de poner atención en la primera cláusula porque es muy importante. Dice que… la parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante de la primera parte….”.
Algo así como “ANUNCIO que dentro de un año voy a ANUNCIAR…”. Cosas de cómicos. Digo yo.