“Es preciso que anuncie también el reino de Dios en otras ciudades porque para eso he sido enviado” (Lc 4, 43).
El 8 de diciembre de 1975, Pablo VI publicó la Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi, a los 10 años de la conclusión del Concilio Vaticano II y como fruto de la III asamblea general del sínodo de los obispos (1974). Se centró en el tema de la evangelización.
Es una Exhortación que ofrece ideas concretas de acción pastoral, siendo un alimento para atender la labor misionera de la Iglesia, es decir, a su naturaleza.
Al tocar el tema de la evangelización para el mundo contemporáneo, enfatiza en los métodos a seguir para hacerla eficaz.
Jesucristo fue el primero y el más grande evangelizador, porque fue capaz de dar su vida por nuestra salvación. Á‰l tenía sus modos de evangelizar. Lo hacía hablando en parábolas para enseñar, que fundaba en imágenes tomadas de la vida campesina de su tiempo y en sanar, hacer milagros, y atender al hombre concreto, principalmente a los pobres, a los que sufren, integralmente.
La evangelización implica el hacer preguntas tales como, ¿Está siendo eficaz la que se está haciendo? ¿Está llegando al corazón del hombre?
¿Qué es evangelizar?
Transformar a cada hombre en el mundo a través del bautismo y de la vida según el evangelio. Una definición, que atiende a la actividad eclesial en su totalidad, es esta: “Es anuncio de Cristo a aquellos que lo ignoran, de predicación, de catequesis, de bautismo y de administración de los otros sacramentos” (EN 17, 21- 48ss).
Evangelizar atiende al mandato de Cristo cuando dijera a sus discípulos: “Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo les he mandado” (Mt 28, 19 – 20).
Por supuesto que, evangelizar es adaptar el Evangelio, su mensaje implícito, a las circunstancias actuales, a los distintos escenarios, familiar, vida comunitaria en sociedad, vida internacional, paz, justicia, desarrollo, liberación… porque, no puede perderse de vista que la evangelización debe procurar el logro de la promoción humana. No hacerlo constituiría la negación del amor al prójimo, del amor a Dios, sería dejar a un lado la doctrina del Evangelio.
Los cristianos tenemos el deber de orar por los misioneros y darles el apoyo material; pero esto no basta, también tenemos el deber de contribuir a la difusión del Reino de Dios en el mundo, según los modos y vocación propios, estudiando, analizando e internalizando tanto la Exhortación citada, como la del dicasterio ad hoc que, recién, se aprobara para la creación del Consejo Pontificio para la nueva evangelización y la publicación de la Exhortación Apostólica postsinodal Verbum Domini, para el siglo XXI, la que propone Benedicto XVI, con sus nuevos o viejos escenarios, y que tendrá un acto sinodal en octubre de 2012.