Cuando oigo la palabra rescate la primera imagen que se me viene a la cabeza es la del socorrista que trabajaba en mi urbanización. Típica imagen veraniega en la que un niño intrépido y temerario se zambulle en la parte honda de la piscina (a lo loco, sin manguitos ni nada) y se hunde sin remedio alguno. Nuestro querido socorrista, en un acto heroico propio de su puesto, se lanza al agua (con ropa y todo) para rescatar al niño de una muerte tan absurda como segura.
Digamos que nuestra querida España es ese niño intrépido y temerario que está a punto de ahogarse (cuando digo España valga también Irlanda, Portugal, Italia o Grecia). En estas que Merkel, con su esbelta figura de vigilante de la playa, se lanza a “rescatarnos” a toda costa. Pero he aquí una diferencia entre el socorrista de mi urbanización y la señora Merkel. Mi socorrista, heroico él, se tira al agua sin más recompensa que unos eurillos a final de mes y la gratitud de la madre histérica por ver a su niño al borde de la muerte. Merkel, en cambio, no se lanza. Primero pregunta qué va a recibir, si las condiciones van a ser buenas, si vamos a pagar… ya si eso después nos “rescata”.
La cuestión no es que esté mal que haya que pagar para que nos socorran, pues al fin y al cabo de la gratitud no vive la gente. Pero, si alguien me salva la vida a cambio de una contraprestación, ¿podré entonces hablar de rescate? Es decir, ¿rescatar no sería sinónimo de salvar algo o a alguien sin esperar nada a cambio? El llamado «deber de socorro» de toda la vida. Pues bien, parece que en el caso de los países, que te salven tiene un precio y no es precisamente barato.
Si echamos mano a las cifras llevamos gastados, de momento, 412.000 millones de euros en los “rescates” de Portugal, Irlanda y Grecia. Veamos el ejemplo más claro, Grecia. El país heleno se ha fundido la friolera de 259.000 millones de euros a cambio de unos intereses del 5% (13.000 millones de euros más o menos). Es decir, a los griegos les costó su “rescate” 13.000 millones de euros, que además irán a parar a los bancos alemanes. ¿Cómo? ¿Por qué? Muy sencillo. Los bancos alemanes, con una gran visión empresarial, compraron en su día deuda griega a unos intereses ‘X’, pero como el país heleno no puede pagar esos intereses, la señora Merkel presiona para que la UE “rescate” a Grecia y así sus bancos puedan cobrar los intereses acordados. Y esto, ni más ni menos, es lo que nos intentan vender a los españoles como “rescate”. Unos intereses impagables a cambio de que no nos ahoguemos.
Seamos serios, que no nos engañen con la palabra “rescate” cuando en realidad es una gestión empresarial con ánimo de lucro en toda regla. ¡Qué no somos griegos! ¡Qué tenemos un mundial!